Ver a Francisco caminar decidido por unas calles
romanas apenas transitadas, con los guardias de corps en retaguardia, confieso
que me intrigó. No sé si fue en un telediario o en uno de esos programas de
comentadores variados que hablan de lo humano y lo divino. Francisco concluyó
en un templo, primero de pie y luego sentado ante la imagen del Crucificado.
“He pedido al Señor: Detén la epidemia con tu mano”.
Así de simple, así de complicado.
Yo más bien en su lugar habría gritado: “Párala, por
Dios, párala”.
Son cosas del Papa. Entre naif y …
En serio, Francisco sabe que eso no se puede hacer.
Pero debía hacerlo. Debía mostrarse decidido y presentarse con la cámara de
lado en aquel lugar, San Marcello al Corso, y ante aquella imagen, el crucifijo
que sobrevivió a la peste que asoló Roma en el siglo XVI. Previamente había
pasado por Santa María la Mayor para orar ante la imagen de la Virgen bajo la
advocación Salus Populi Romani. La especial devoción del Pontífice a la Salus Populi Romani es bien conocida en Roma: Francisco va allí no solo con
motivo de las grandes fiestas marianas, sino que también quiere hacer una pausa
de oración antes de salir para los viajes internacionales, y regresa allí
inmediatamente después de aterrizar, para dar gracias. En 593 el Papa Gregorio
I la llevó en procesión para acabar con la peste, y en 1837 Gregorio XVI la
invocó para acabar con una epidemia de cólera.
Francisco sabe perfectamente que en estos momentos a
quien hay que hacer caso es a los científicos de la sanidad, a las autoridades
sanitarias y quienes gobiernan los países, las autonomías y las ciudades. Lo
demás está muy bien, pero no mueve molino.
Su gesto hay que contemplarlo desde otra optica.
Tiene sentido para creyentes y no creyentes si se contempla como una invitación
a mantener la fe y la esperanza, a tensar el amor en todas las direcciones pero
especialmente hacia las personas más vulnerables y hacia las que cargan sobre
sí la responsbilidad del cuidado de la colectividad.
Lo suyo es rezar y animar. Y dejar hacer sin
interferir, colaborando con todos los medios a su alcance. Hoy he concelebrado
con él; yo en mi casa, él en Santa Marta; casi solos, yo del todo. Y pienso que
lo está haciendo.
Míguel!!!! tú aquí escribiendo como si el mundo se acabara y yo ignorante de que habías retomado el asunto...
ResponderEliminarDe repente pensé en ti y he tenido que volver a buscar tu blog porque mi mac ha fenecido y ahora ando con un portátil...
Ya veo que el bichito te ha hecho volver por tus fueros.
Te llamaré. Besos
Hola, Julia, aquí seguimos. No creo que el mundo vaya a acabarse, aunque estamos actuando como si fuera a durar eternamente. Creo que en algunas casas tienen almacenadas cosas para cuatro generaciones.
ResponderEliminarYa que no puedo ir a nadar ni tampoco andar en bici, le doy a la tecla en lugar de no hacer nada. Eso sí, satisfechas las necesidades domésticas para mantener mi casa en óptimas condiciones de salubridad e higiene.
Llama cuando quieras. Besos.
Amigo Miguel Ángel, llevo ya días de confinamiento en casa. A mi no me importa porque me gusta estar en casa.
ResponderEliminarHe pensado en ti y se me ha ocurrido pasar por el blog y ¡hete aquí ! que vuelves a la carga y me alegro mucho.
Mi deseo es decirte que te cuides, que si, es posible que este tema del Coronavirus pase, pero ¿a quién se llevará por delante.? A muchos. Yo no tanto le pido a Dios, sino a los científicos, al gobierno para que pongan TODO de su parte para ayudar a la Sanidad.
Me apena tanta gente sola en las Residencias de mayores con tantas muertes en soledad al final de sus vidas. En eso sí doy gracias porque mi madre ya no está, yo no hubiera podido aguantar ni un dia en esas condiciones.
Bueno, ya sabes que pienso en ti y te deseo lo mejor.
Un abrazo, amigo.
Gracias, Anna, también yo estoy en casa, porque está ordenado y para no contagiar, porque creo que tengo el bicho aunque no le consiente nada mi organismo y está contenido. Tengo toda la actividad parroquial en pausa, aunque el templo permanece abierto, porque no es con cerraduras como se le ataja; que entre quien lo desee o lo necesite.
ResponderEliminarY yo haciendo limpieza, cuidando el jardín, leyendo (poco) y suspirando (mucho).
Es verdad que se está llevando a personas muy mayores, pero también jóvenes; y sobre todo, está poniendo el mundo patas arriba. Cuando pase esto no sé si se reconocerán los supervivientes.
También yo te deseo lo mejor. Un cariñoso abrazo en la distancia…
Miguel Ángel, creo que deberías de cerrar el templo. Por el bien tuyo y por el bien de todos. No es prudente que lo abras. Los fieles que recen en sus casas.
ResponderEliminarUn abrazo
Anna, la puerta abierta del templo es un signo que quiero mantener aunque ni haya celebraciones ni venga nadie; recuerda que a lo largo de la historia “santuario” era considerado lugar inviolable y seguro y quien entraba en su jurisdicción estaba a salvo.
ResponderEliminarCon las calles vacías y el barrio en completo silencio durante las 24 horas, mantener abierto el templo de 8 a 20, como todos los días del año, es un gesto y un símbolo de que, obedeciendo las leyes y nuestra responsabilidad ciudadana, protestamos contra lo que nos hace mal y miramos el presente y el futuro con esperanza.
Es como si dijéramos la covid 19: entra si te atreves, esta esnuestra casa. Pero no te creas que estamos pidiendo milagros ni cosas raras, aunque de verdad te digo que ojalá ocurriera que alguien inventara la vacuna contra el bicho esta misma noche.
Estamos unidos por internet y rezamos juntos pero desde nuestras casas.
Gracias por preocuparte.