ANTOLOGÍA PARA UNA RUTA “LETRAHERIDA”
[Escritores vallisoletanos de todos los tiempos menos de éste…]

 
Busto de Leopoldo Cano, obra de Juan José Moreno, en cobre volcánico y piedra caliza. En marzo de 1936 fue colocado en la Plaza de la Libertad, aunque pronto es trasladado al Paseo del Príncipe del Campo Grande

I

LEOPOLDO CANO (1844-1934)


Las fronteras

Allá en mi país natal,
que de Francia está vecino,
hay en medio de un camino
una piedra y un rosal.

La piedra está en la frontera
el rosal en torno crece,
y cada flor que aparece
de su hermana es extranjera.

Mas cuando mueren las dos
enemigas del rosal,
en una sola espiral
vuela su perfume a Dios,

que a las almas y a las flores
tras ese espacio azulado,
una sola patria ha dado
sin fronteras ni rencores.

Yo mirando tristemente
esta línea fronteriza
que por tierra se desliza
con aspecto de serpiente,
y recordando los lazos
que el hombre rompió iracundo,
pensé: “El amor creó al mundo
y el odio lo hizo pedazos”.

¡Cuán injusta y vanidosa
es la vanidad humana!
¿Dejará de ser hermana
una rosa de otra rosa?
Y en la piedra, entre las dos
enemigas, dejé escrito:
“La frontera es un delito
contra las leyes de Dios”.

* * *



Busto de Nuñez de Arce en el Campo Grande de Valladolid, obra del vallisoletano Emiliano Barral. El monumento se esculpió en granito rojo de Ávila, y los bancos en piedra de Sepúlveda. Se inauguró el 20 de septiembre de 1932.

II

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE (1834-1903)


Soneto

Cuando el ánimo ciego y decaído
la luz persigue y la esperanza en vano;
cuando abate su vuelo soberano
como el cóndor en el espacio herido;

cuando busca refugio en el olvido,
que le rechaza con helada mano;
cuando en el pobre corazón humano
el tedio labra su infecundo nido;

cuando el dolor, robándonos la calma,
brinda tan sólo a nuestras ansias fieras
horas desesperadas y sombrías,

¡Ay, inmortalidad, sueño del alma
que aspira a lo infinito! Si existieras,
¡qué martirio tan bárbaro serías!


* * *



Busto de Rosa Chacel, en el Paseo del Príncipe del Campo Grande, en bronce sobre granito abulense natural de forma ovalada en el centro de una glorieta, con arbustos y árboles a su alrededor y bancos de madera. Fue realizado en 1988 por el artista madrileño Franscisco Barón.

III

ROSA CHACEL (1898-1994)


Aquel pasaje, a la entrada de la calle del Obispo, se torcía en el medio para salir a la de la Sierpe, y en el ángulo que formaba había una rotonda con montera de cristales, que tenía cuatro estatuas representando las estaciones, y en medio una de Mercurio. ¡Qué luz caía sobre aquella pequeña
plaza encerrada! A cualquier hora, en cualquier época del año, había allí una luz que le hacía a uno comprender. Yo, desde allí, comprendía, no sé por qué, la historia. La historia que no me gustaba estudiar en los libros desde allí me parecía algo divino. Dando vueltas entre aquellas estatuas, bajo aquella luz, yo pensaba según fuese el día. Cuando era en verano, poco antes de las doce, el sol era terrible, era irritante, trágico. Yo pensaba entonces en los gladiadores que morían en el circo de Roma. Veía sobre todo aquellos que caían al pisar la red, veía los cuerpos arrastrados por la arena, y también algo leído no sé dónde: dos que morían a un tiempo, atravesándose mutuamente con sus espadas. Bajo aquel sol, bajo aquella luz desgarradora, veía siempre aquella escena: dos hombres desnudos que se mataban uno a otro al mismo tiempo. Cuando era la hora de la siesta, pensaba en cosas de América, pensaba en colibríes, en, en hamacas. Veía una mujer vestida de blanco, dormida a la sombra de un cañaveral, con una mariposa negra posada en medio del pecho. Si era por la mañana temprano, pensaba en Grecia, sobre todo cuando el pasaje estaba recién regado y quedaban charcos con una frescura que era como una música.

(Memoria de Leticia Valle)


* * *



Calle de Santa María, barrio morisco de la ciudad donde vivió Beatriz Bernal.


IV

BEATRIZ BERNAL (1501?-1562?)


[…] Al tercero día de su camino, por él vio venir un cavallero armado de unas ricas e luzientes armas; se encontraron y se saludaron muy cortésmente. El caballero dixo al príncipe:
- Paresceme, señor cavallero, que ha poco que rescebistes orden de cavallería, según lo muestran vuestras armas noveles.
- Assí es, –dixo el príncipe-, que oy es el quinto día que essa orden rescebí.
- Pues que assí es, venid conmigo, si por bien lo tuviéredes, que yo voy a la corte del emperador de Costantinopla, y allí veréis la cosa más estraña que en el mundo es nascida, que es la princesa Cristalina, hija del emperador, que no ay donzella en grandes partes que con la su hermosura igualar se pueda. Por servir a esta princesa reside en la corte del emperador toda la flor de la cavallería. E assí, señor cavallero, podréis exercitar vuestra persona, por cuanto todos los cavalleros de la corte, y fuera d’ella, no entienden sino en hazer grandes fiestas y egocijos por servicio d’esta hermosa princesa e assí mismo dan cima a muchas aventuras que a la corte del emperador vienen.
- Por cierto señor cavallero, -dixo el príncipe-, si yo pudiera hazer vuestro ruego fuera muy alegre en ir en vuestra compañía, pero tengo que hazer en otra parte, y sería me mal contado si el camino dexasse.
- Pues que assí es, -dixo el cavallero-, a Dios seáis encomendado.
Y assí se despidieron el uno del otro. El príncipe se fue su camino y comencé a cuidar en la gran hermosura de la princesa Cristalina y propuso en su corazón, si Dios le dexava dar cima a la Aventura del Castillo Velador, de ir luego a servir al emperador, y assí lo pensó, lo puso en obra. […]

(Don Cristalián de España)


* * *



Fachada de la iglesia de Santiago Apóstol, calle del mismo nombre, donde está una de las estaciones del recorrido urbano de "El hereje" de Miguel Delibes.

V

MIGUEL DELIBES (1920-2010)


-¿Va a votar el día 15?
-Mire, si no está malo el tiempo, lo mismo me llego a Refico con Manolo.
-¿Votan ustedes en Refico?
-De siempre, sí señor. Nosotros y todo el personal de la parte de aquí, de la montaña.
-Y, ¿ha pensado usted qué va a votar?
El señor Cayo introdujo un dedo bajo la boina y se rascó ásperamente la cabeza. Luego, se miró sus grandes manos, como extrañándolas. Murmuró al fin:
-Lo más seguro es que vote que sí, a ver, si todavía vamos a andar con rencores...
Rafa se echó a reír. Levantó la voz:
-Que eso era antes, joder, señor Cayo. Esos eran los inventos de Franco, ahora es diferente, que no sabe usted ni de qué va la fiesta.
-Eso -dijo humildemente el señor Cayo.
La voz de Rafa se fue haciendo, progresivamente, más cálida, hasta alcanzar un tono mitinesco:
-Ahora es un problema de opciones, ¿me entiende? Hay partidos para todos y usted debe votar la opción que más le convenza. Nosotros, por ejemplo. Nosotros aspiramos a redimir al proletariado, al campesino. Mis amigos son los candidatos de una opción, la opción del pueblo, la opción de los pobres, así de fácil.
El señor Cayo le observaba con concentrada atención, como si asistiera a un espectáculo, con una chispita de perplejidad en la mirada. Dijo tímidamente:
-Pero yo no soy pobre.
Rafa se desconcertó:
-¡Ah! -dijo- entonces usted, ¿no necesita nada?
-¡Hombre!, como necesitar, mire, que pare de llover y apriete el calor.

(El disputado voto del señor Cayo)


* * *



Calle Constitución, casa donde nació Jorge Guillén.

VI

JORGE GUILLÉN (1983-1994)


El engaño a los ojos

Con qué nobleza se revuelven
Todos juntos esos muchachos
Y claman por una justicia
Perturbando, vociferando,
Tan inocentes los carrillos,
Tan fieros el porte y los pasos,
Con la mirada en dirección
De un porvenir extraordinario,
Pero a la vista ahora, ahora,
Presente ya sobre el asfalto
De las calles estimuladas
Por los rumores calculados
De esa tan filial muchedumbre,
Coro de gargantas y brazos,
Crédulamente fiel y dócil
-Candor por alud- al dictado
De los mayores en edad,
En crueldad y en aparato,
Aun carceleros de una cárcel
Donde todo queda murado,
Sin salida a ningún futuro:
Ni a ese que van anhelando
Los que, por fin, desfilan jóvenes,
Magníficos frente al tirano.


* * *



En una vivienda de ese bloque nació Emilio Ferrari, y una placa en la fachada debiera indicarlo; sin embargo no está, tal vez la oculta el arbolado, tal vez desapareció en alguna de las obras de embellecimiento. Es la Acera de Ferrari.

VII

EMILIO FERRARI (1850-1907)


Receta para un nuevo arte

Mézclense sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el delirio,
Titania, el sueño, Satanás, el lirio,
la libélula, el ponche y la escultura;
disuélvanse en helénica tintura
palidez auroral y luz de cirio,
dese a Musset y a Baudelaire martirio,
y lengua y rima pónganse en tortura.
Pasad después la mezcolanza espesa
por alambique a la sesera vana
de un bardo azul de la última remesa
y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.


* * *



En los bajos de ese hermoso edificio tuvo la familia de Paco Pino su negocio, del cual fue responsable el poeta a lo largo de toda su vida. Su amor, sin embargo, siempre fue El Pinar de Antequera, donde encontraba inspiración.

VIII

FRANCISCO PINO (1910-2002)


Esta tierra

No me busques en los montes
por altos que sean,
ni me busques en el mar
por grande que te parezca.
Búscame aquí, en esta tierra
llana, con puente y pinar,
con almena y agua lenta,
donde se escucha volar
aunque el sonido se pierda...


* * *



En la calle Nuñez de Arce, qué casualidad otro literato, y en esa casa nació Martín Abril. Hay, sin embargo, quien dice que no, que fue en Villanueva del Campo.

IX

FRANCISCO JAVIER MARTÍN ABRIL (1908-1997)


No me disgusta, en ocasiones, despertarme a la madrugada, cuando ya va vencida la parte más grave de la noche, pero cuando todavía le quedan a uno algunas horas de sueño por delante. Se trata de una brecha practicada en el muro negro del sueño, una rendija de vigilia, realizada con no sabemos qué misterioso sacabocados en la tira de nuestra muerte provisional, desde cuyo altozano podemos comprobar cómo marcha nuestra navegación en esa suspensión de los sentidos que es el dormir. […]

En estos despertares de madrugada, suelo poseer una especial clarividencia: veo con nitidez cosas que anoche no veía, se me ocurren contestaciones que no supe dar ayer, encuentro temas, palabras, frases, imágenes, profundidades y anchuras, que no encuentro en circunstancias de especial vigilia. […]

A veces, cojo la pluma y el cuaderno que están siempre junto a mí, y escribo con esa prisa fervorosa de los momentos inspirados. Otras, me limito a pensar, a imaginar, a soñar despierto o en una dulce duermevela, acurrucado entre las cobijas de la cama.

Suelo acordarme mucho de mis ausentes en esos instantes, acaso porque el silencio y la quietud, acentuados por la oscuridad, favorecen esa comunicación entre las almas: diálogos sin palabras, penetrantes miradas sin ojos: miradas de estatuas con peso de vida y peso de nostalgia, atizada ésta por el pájaro del corazón que por ahora sigue latiendo. ¿Qué harán a estas horas los brazos lejanos de mi vida: mis hijos? Se fueron marchando del hogar como sin hacer ruido y como sin que nosotros nos percatásemos de la trascendencia de sus huidas, y de pronto advertimos que en nuestra casa ya no había niños.


* * *



Por sus aulas y pasillos anduvo Quevedo, porque estudió en la Universidad de Valladolid.

X

FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)


A una dama bizca y hermosa

Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l'alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?


* * *



Es de suponer que don Miguel paseara por este paraje que era completamente distinto en su época. Colocaron su estatua frente a la Universidad y de espaldas a La Antigua y a los restos de la colegiata. Ya estaba manco como consecuencia de Lepanto.

XI

MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616)


[…] En fin, llegó el último de don Quijote, después de recebidos todos los sacramentos y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías Hallóse el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.

Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente “don Quijote de la Mancha”, había pasado desta presente vida y muerto naturalmente; y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de que algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente y hiciese inacabables historias de sus hazañas [...]
Déjanse de poner aquí los llantos de Sancho, sobrina y ama de don Quijote, los nuevos epitafios de su sepultura, aunque Sansón Carrasco le puso este:

Yace aquí el hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

[…] Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna». Vale

(Don Quijote de la Mancha)


* * *



Quisieron las circunstancias que el madrileño Francisco Alejandro Pérez Martínez, más conocido como Paco Umbral, contrajera matrimonio con la vallisoletana María España Suárez Garrido en la iglesia de San Martín. No otro es el motivo de recordarle en ese lugar.

XII

FRANCISCO UMBRAL (1932-2007)


El niño está lejos, yo estoy aquí, detrás del cristal, mirando, pero tampoco estoy. El verdor ha huido de los tiestos, soplado por una boca oscura. La terraza es un ataúd abierto, un precipicio de los días, un sobrante de hogar que festonea de abandono y polvo el fracaso de nuestra vida.

El niño y yo jugamos por pasillos blancos, en habitaciones blancas, en días blancos sin luz, blancos sin sol, como más allá de la vida y de la muerte. Jugamos a juegos blancos, fantasmales. El niño y yo somos irreales, tibios, en el día sin horas, en la luz sin sol, en el cielo sin día, jugando por pasillos blancos, ventanas blancas, habitaciones blancas, más allá de su muerte y de mi vida, solos y mudos, quietos en lo fatal. Todavía jugamos.

(Mortal y rosa)


* * *



Francisco de Cossío habitó en esta casa, la casa Revilla, en la que vino a la vida. Está en la misma manzana que la del poeta José Zorrilla. ¿Casualidad o destino?

XIII

FRANCISCO DE COSSÍO (1887-1975)


La casa de Valladolid era un antiguo palacio del conde de Cancelada, que compró mi bisabuelo don Manuel de la Cuesta, siendo rector de la Universidad. Hizo grandes reformas al estilo isabelino, quitándole su aire señorial de principios del siglo XVII, pero respetando sus grandes salones y amplias estancias. En virtud de estas variaciones que imponía el gusto de la época, desapareció la escalera principal que arrancaba del patio, y una torrecilla que se elevaba en unos de los ángulos, y que dio nombre a esta calle. Al final de la fachada lateral, que hoy se llama de Fray Luis de Granada y que por entonces se llamaba calle de la Ceniza, se respetó la vivienda, unida a nuestra casa, del administrador del conde, don Nicolás de Acero, y en este lugar nació el poeta don José Zorrilla. […]

¿Por qué anécdotas intrascendentes de la vida provinciana han quedado tan vívidas en mi memoria? Aquí se nos plantea el problema de la pequeña historia. Quizá en estos sucesos sin importancia encontramos la versión más auténtica de las normas sociales, de la moda, de las costumbres, de las preocupaciones cotidianas de una época. Nuestra vida se va tejiendo con una urdimbre de pequeños hechos. Muchas veces estos acontecimientos minúsculos nos dan la clave para comprender los grandes sucesos.

(Confesiones)


* * *



Casa natal de José Zorrilla, en la calle Fray Luis de Granada

XIV

JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)


La ignorancia (fragmento final)

Creó el gobierno la instrucción primaria,
reclamó el clero la instrucción del niño,
centros y clubs la del obrero pobre,
los sabios jesuítas la del rico,
la del centro burgués los escolapios,
y cientos de hermanitas y hermanitos,
por santos institutos y conventos
con objeto tan santo repartidos,
la de las vendedoras del mercado,
la de los camareros, los mendigos,
asilados, zinzayas, costureras,
todo lo perdulario y perdedizo,
todo lo suelto, abandonado y prófugo,
todo, en fin, lo extraviado y lo perdido…
¡Y aún hay doce millones de españoles
que no sabemos leer!… Pues… es un mito.

¿Por qué? Señor Sagasta y señor Cánovas,
si ustedes no lo saben, averígüenlo:
porque si a leer a España no enseñamos,
verán lo que es la España fin de siglo.
Yo ya no lo he de ver: yo ya del mundo,
como dijo el gitano, me las guillo:
mas si a ustedes les coge de sorpresa,
no es porque yo al morir no se lo aviso.

Tocando las fibras más sensibles…



No lloré entonces para no dar la nota, pero vaya si me emocioné viendo al grupo girar, saltar y zapatear. Eran treintaitantos años más mayores, pero yo vi niñas y niños jugueteando sobre el escenario.
Son las fiestas de La Cañada y se convino en dar sorpresa. En lugar de llamar de fuera, aprovechar lo nuestro.
La presentadora,  Roselen, secretaria de la asociación.
De pregonera, Vicky nuestra concejala.
Y como plato fuerte el grupo infantil de jotas que tanto nos deleitó, repescado a toda prisa para la ocasión.
La presidenta, Pilar, hizo su introducción con estas palabras:
No tenía razón Sergio Dalma cuando cantaba “Bailar de lejos no es bailar, es como estar bailando solo”, por mucha Eurovisión 1991 que concursase.
Años antes, un grupo de niñas y niños de nuestro barrio La Cañada demostraron que no hace falta bailar “pegados” para que los corazones vibren al unísono y se caldeen mutuamente. Y lo que es mejor: que, viéndoles bailar en grupo, los pies se nos hacían huéspedes dentro de los zapatos y quisieran también, en libertad, expresar al son del tamboril y la dulzaina, ritmos alegres y festivos de nuestra tierra castellana.
Mediando los ochenta, los vecinos del barrio llevábamos más de diez años trabajando unidos y logrando mejoras para todos, pero la amenaza seguía pesando sobre nuestras cabezas.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo; todos hemos ido creciendo y algunos hasta envejeciendo. También hemos perdido compañeras y compañeros…
Aquellas niñas y aquellos niños son ahora madres y padres de familia; parte puso nido aquí, parte fuera, y hay también quien aún lo está pensando. Pero aquí están en su gran mayoría, –embutidos en sus trajes regionales para bailar suelto, que no “de lejos”, en esta Cañada renovada que disfrutamos, después de haber retomado los pasos medidos y las miradas cómplices–, para ofrecernos lo que entonces practicaban con entusiasmo y desparpajo infantil.
Vecinas y vecinos, amigas y amigos todos. Tengo el honor, y la emoción mal contenida, de anunciar la actuación del grupo de danzas castellanas de nuestros jóvenes de La Cañada.
Pero, antes de que suene la música, quiero deciros que sois lo mejor de nuestras fiestas y que os agradecemos el esfuerzo de hacer un hueco en vuestras ocupaciones familiares y laborales para recordar y ensayar lo que aprendisteis hace tanto tiempo y con lo que nos hicisteis disfrutar en tantas ocasiones.
Y entró el cuerpo de baile de esta manera:
Y continúo así:
Finalmente, el escenario se cuajó con quienes se animaron a redondear el espectáculo:
Luego vino el más tranquilo degustar de dulces típicos y la clásica limonada, pero ya no había luz para inmortalizar la escena, que la hubo, y quedó muy dentro del corazón.



Felices Fiestas La Cañada 2018

Pedro Ansúrez y Eylo Alfonso, primeros señores de Valladolid



1. ESTATUA DEL CONDE ANSÚREZ EN LA PLAZA MAYOR

Esta estatua es obra del escultor riosecano Aurelio Rodríguez Carretero y fue erigida en este lugar en 1903, como deja constancia la inscripción de uno de los laterales del pedestal que la sustenta: “Año de 1903. La ciudad de Valladolid erige este monumento a la memoria de su protector y magnánimo bienhechor el conde D. Pedro Ansúrez”.

Estos dos calificativos “protector” y “magnánimo bienhechor” sí se ajustan a la función desempeñada por Pedro Ansúrez y por su esposa Eylo Alfonso con respecto a Valladolid, en el último cuarto del siglo XI y primeras décadas del siglo XII. El calificativo “fundador” no es en absoluto exacto, pues los orígenes de la población de Valladolid se remontan a épocas anteriores, como testimonian los vestigios romanos y árabes encontrados en su subsuelo.

Para entender el personaje y la importancia de sus acciones en Valladolid, es preciso describirlo en el contexto histórico en que vivió.

La España de la segunda mitad del siglo XI y primeras décadas del siglo XII

En la segunda mitad del siglo XI, con el califato árabe disgregado ya en reinos de taifas, los cristianos de Hispania realizaron un avance definitivo. La reconquista de Toledo (Alfonso VI, 1085) y de Zaragoza (Alfonso I el batallador, 1118) supusieron hitos incuestionables de este avance.

El rey Alfonso VI, hijo del rey Fernando I, heredó de su padre, primeramente, el reino de León; pero después de una larga y onerosa etapa de enfrentamiento con sus otros hermanos (herederos de los otros territorios de los que su padre era titular), se proclamó rey de Castilla y León. Y en todos estos acontecimientos, Pedro Ansúrez estuvo a su lado como fiel vasallo.


Los dos personajes, Alfonso VI y Pedro Ansúrez, formaron un tándem indestructible durante varias décadas. El apoyo del magnate a su rey fue incondicional y las historia los describe siempre unidos y en buena sintonía (al contrario que el Cid…).

En 1103, Alfonso VI (ya anciano) designó como heredero al trono de sus reinos al infante Sancho (hijo ilegítimo) en vez de a su nieto Alfonso (hijo de su hija Urraca). En ese mismo momento, el monarca dispuso que su querido Pedro Ansúrez partiese hacia Urgel; los historiadores no se ponen aún de acuerdo sobre los motivos: ¿motivos familiares y exilio voluntario?, ¿quizás Ansúrez no aprobaba al candidato a la sucesión?, ¿el avance almorávide por los territorios del este peninsular aconsejaban la presencia de Ansúrez en Levante?...

El rey Alfonso VI falleció en Toledo en 1109. Está enterrado en el Monasterio de las Benedictinas de Sahagún. A su muerte, le sucedió, finalmente, su hija Urraca I, también, reina consorte de Navarra.

2. SEPULCRO DEL CONDE ANSÚREZ EN LA CATEDRAL

Tengamos en cuenta que Pedro Ansúrez nació, probablemente, en 1037 (a lo sumo en 1038). No sabemos a ciencia cierta dónde; los historiadores señalan como probables las localidades palentinas de Saldaña, Carrión y Santibáñez de la Peña –pertenecientes entonces al reino de León– y la propia ciudad de León. En todas ellas, el linaje Banu-Gómez, del que formaba parte Pedro Ansúrez, tenía una gran presencia. Los Banu-Gómez eran un clan de ancestral prestigio y notoriedad en la administración y gobierno del antiguo reino astur-leonés. El padre de Pedro Ansúrez, Asur Díaz, era uno de los hombres de confianza del rey Fernando I  y dispuso que su hijo Pedro entrara como ayo del hijo de éste, el futuro rey Alfonso VI.


Parece probable que Pedro Ansúrez casara siendo muy joven con una mujer de nombre Justa y patronímico desconocido, con quien habría tenido un hijo, Gonzalo Ansúrez, fallecido a corta edad. Sin embargo, es la segunda esposa del conde quien ha pasado a nuestra historia con todos los honores: Eylo Alfonso, de linaje de los Alfonso, de origen lebaniego, el otro grupo más poderoso de la aristocracia del siglo XI, con gran presencia en Tierra de Campos, en la comarca leonesa de Valmadrigal y en el valle de Trigueros.

Uno de los hermanos de doña Eylo, Martín Alfonso, era miembro destacado de la corte de Alfonso VI. De hecho, puede afirmarse que los cuñados Pedro Ansúrez y Martín Alfonso fueron los miembros más influyentes de la aristocracia leonesa durante el reinado de dicho monarca, el cual les confió grandes responsabilidades en el desarrollo de su política de repoblación y organización de los territorios del Duero.

La boda Ansúrez-Alfonso hubo de materializarse en los años 70 del siglo XI. El matrimonio entre Pedro Ansúrez y Eylo Alfonso  tuvo inicialmente la finalidad (inspirada por el rey…) de afianzar las relaciones entre las dos parentelas más leales a Alfonso VI: los Banu-Gómez (Pedro Ansúrez) y los Alfonso (Martín Alfonso, hermano de doña Eylo). No obstante, la presencia continuada (en la documentación) durante toda la vida en común de los cónyuges; y el hecho de que, tras la muerte de Eylo Alfonso en 1112 y hasta su propio fallecimiento en 1118 ¿?, todas las donaciones realizadas por Pedro Ansúrez a los cenobios del momento aparezcan firmadas pro ánima de su esposa doña Eylo (por la salvación de su alma), hace pensar que nuestro conde nunca olvidó a nuestra condesa.

Tras enviudar, Pedro Ansúrez aún volvió a casarse; esta vez con Elvira Sánchez. El conde Ansúrez falleció en algún momento entre 1118 y 1119.

Pedro Ansúrez murió “presumiblemente” de muerte natural y por eso los cronistas no le dieron la misma importancia que a una muerte acaecida en combate. Ansúrez deja de aparecer en la documentación en 1117 (marzo de 1117, confirmando varios diplomas de la reina Urraca); lo que parece indicar que en esa fecha o a lo sumo algunos meses después, falleció.

Del matrimonio Ansúrez-Alfonso nacieron cinco hijos: Alfonso, Fernando, María, Mayor y Urraca.

María casó con el conde de Urgel, Armengol V. Y Mayor con Alvar Fáñez de Minaya, nombrado como amigo íntimo del Cid en el poema.



El sepulcro de Pedro Ansúrez se encuentra en la nave del lado del Evangelio de la iglesia catedral de la Asunción de Valladolid. Junto al enterramiento pueden leerse los siguientes versos:

Aquí yace sepultado
un conde digno de fama,
un varón muy señalado,
leal, valiente, esforzado,
don Pedro Ansúrez se llama.

3. COLEGIATA DE SANTA MARÍA LA MAYOR (1095)


4. IGLESIA DE LA ANTIGUA. Capilla palatina.


5. CALLE DE ESGUEVA. Palacio ducal y Hospital de Santa María de Esgueva.



El Hospital de Nuestra Señora de Esgueva estaba situado hacia la mitad de la actual calle de Esgueva. Fue fundado por el conde Pedro Ansúrez y su mujer Eylo Alfonso en terrenos aledaños al propio palacio condal, fuera de la muralla. Un palacio que fue presuntamente construido por un “alarife” –albañil árabe– llamado Mahomed y en él habría fallecido uno de los hijos de los condes: don Alfonso (la leyenda dice que también el propio Pedro Ansúrez…). Este hospital fue el más antiguo de Valladolid y también el primero fundado por Ansúrez quien, según reza el epitafio que se conserva en su sepulcro: “Dexó al Hospital de Esgueva con otros dos hospitales”.

Estos dos hospitales serían Hospital de Todos los Santos (reservado a sacerdotes) y el de San Miguel (para caballeros). Las dos instituciones se habrían fusionado en una sola, tal y como testimonia una lápida que estuvo en la fachada de la casa de la calle Marqués del Duero n.º 43 (hoy en el Museo de Valladolid): “Hospital de la Cofradía de Todos los Santos, de los Abbades y S. Miguel de los Caballeros, que fundaron el conde D. P.º Anssures y condeesa doña Yelo su Muger. Año de M.C. Reedificose año de 1669”.

El derribo del Hospital de Esgueva se produjo en 1971. En su lugar se edificó una torre de viviendas.

6. RESTOS DE LA PRIMERA CERCA/MURALLA DE VALLADOLID

7. PUENTE MAYOR

Y aquí ponemos el punto final a nuestra ruta; en el que hoy conocemos como “Puente Mayor”.

Como hemos visto, la historia sitúa el “despegue” del primitivo caserío vallisoletano en la segunda mitad del siglo XII, de la mano de los condes Pedro Ansúrez y Eylo Alfonso. En aquellos tiempos, el río Pisuerga “¡ya pasaba por aquí!” pero los puentes más cercanos a este punto para cruzar a la otra orilla estaban en Cabezón (río arriba) y en Simancas (río abajo). Quizás por ello la leyenda se ha encargado de difundir que fue la mismísima condesa doña Eylo Alfonso, quien promovió su construcción, a finales del siglo XI.

No podemos afirmar que aquí no existiera un puente desde los años de doña Eylo, pero la construcción del actual es de los siglos XIII y XIV, si nos basamos en el estilo de sus arcos apuntados. Además, el puente, en un principio, fue mucho más estrecho hasta que quizás en el siglo XV (cuando Valladolid comenzó a ser sede de la corte con mucha asiduidad…) se duplicó su anchura.

Sabemos por los grabados existentes que, a finales del siglo XVII, el puente tenía 10 ojos y una barandilla coronada por una hilera de bolas. Y que, en esa misma época, se construyó un arco de triunfo a la entrada del puente por la plaza de San Bartolomé, que se mantendría en pie hasta el siglo XIX; cuando también se demolió el humilladero de San Sebastián, que estaba en el extremo de la plaza de San Nicolás.

Durante la Guerra de la Independencia (1812), dos de los arcos del puente fueron volados por el ejército francés. En principio se repararon con estructuras de madera, pero pronto se vio la necesidad de reconstruirlos en piedra (1828). Su fisonomía actual, con el tablero plano (sin la subida y bajada de los puentes medievales), la adquirió a finales del siglo XIX. En el siglo XX, por nuestro viejo puente ha circulado todo tipo de vehículos; incluidos coches de tranvía y locomotoras y vagones de ferrocarril… ¿Recuerdan el “Tren Burra”?

Hace unos años, el Ayuntamiento de Valladolid tuvo un bonito gesto con doña Eylo y, ya que el puente que presuntamente ella mando edificar sobre el Pisuerga no la recuerda en modo alguno, decidió nombrar un nuevo puente con su nombre: el Puente de doña Eylo, que puede verse desde el Puente Mayor.



Añadido de alguien que participó en la velada

Antes de llegar al puente mayor tuvimos que atravesar la antigua judería de la ciudad. Poco o nada queda del aquel coqueto rincón urbano, salvo unas calles estrechas y unos nombres que perduran:
Plaza de los Ciegos

Calle del Pozo