Pedro Ansúrez y Eylo Alfonso, primeros señores de Valladolid



1. ESTATUA DEL CONDE ANSÚREZ EN LA PLAZA MAYOR

Esta estatua es obra del escultor riosecano Aurelio Rodríguez Carretero y fue erigida en este lugar en 1903, como deja constancia la inscripción de uno de los laterales del pedestal que la sustenta: “Año de 1903. La ciudad de Valladolid erige este monumento a la memoria de su protector y magnánimo bienhechor el conde D. Pedro Ansúrez”.

Estos dos calificativos “protector” y “magnánimo bienhechor” sí se ajustan a la función desempeñada por Pedro Ansúrez y por su esposa Eylo Alfonso con respecto a Valladolid, en el último cuarto del siglo XI y primeras décadas del siglo XII. El calificativo “fundador” no es en absoluto exacto, pues los orígenes de la población de Valladolid se remontan a épocas anteriores, como testimonian los vestigios romanos y árabes encontrados en su subsuelo.

Para entender el personaje y la importancia de sus acciones en Valladolid, es preciso describirlo en el contexto histórico en que vivió.

La España de la segunda mitad del siglo XI y primeras décadas del siglo XII

En la segunda mitad del siglo XI, con el califato árabe disgregado ya en reinos de taifas, los cristianos de Hispania realizaron un avance definitivo. La reconquista de Toledo (Alfonso VI, 1085) y de Zaragoza (Alfonso I el batallador, 1118) supusieron hitos incuestionables de este avance.

El rey Alfonso VI, hijo del rey Fernando I, heredó de su padre, primeramente, el reino de León; pero después de una larga y onerosa etapa de enfrentamiento con sus otros hermanos (herederos de los otros territorios de los que su padre era titular), se proclamó rey de Castilla y León. Y en todos estos acontecimientos, Pedro Ansúrez estuvo a su lado como fiel vasallo.


Los dos personajes, Alfonso VI y Pedro Ansúrez, formaron un tándem indestructible durante varias décadas. El apoyo del magnate a su rey fue incondicional y las historia los describe siempre unidos y en buena sintonía (al contrario que el Cid…).

En 1103, Alfonso VI (ya anciano) designó como heredero al trono de sus reinos al infante Sancho (hijo ilegítimo) en vez de a su nieto Alfonso (hijo de su hija Urraca). En ese mismo momento, el monarca dispuso que su querido Pedro Ansúrez partiese hacia Urgel; los historiadores no se ponen aún de acuerdo sobre los motivos: ¿motivos familiares y exilio voluntario?, ¿quizás Ansúrez no aprobaba al candidato a la sucesión?, ¿el avance almorávide por los territorios del este peninsular aconsejaban la presencia de Ansúrez en Levante?...

El rey Alfonso VI falleció en Toledo en 1109. Está enterrado en el Monasterio de las Benedictinas de Sahagún. A su muerte, le sucedió, finalmente, su hija Urraca I, también, reina consorte de Navarra.

2. SEPULCRO DEL CONDE ANSÚREZ EN LA CATEDRAL

Tengamos en cuenta que Pedro Ansúrez nació, probablemente, en 1037 (a lo sumo en 1038). No sabemos a ciencia cierta dónde; los historiadores señalan como probables las localidades palentinas de Saldaña, Carrión y Santibáñez de la Peña –pertenecientes entonces al reino de León– y la propia ciudad de León. En todas ellas, el linaje Banu-Gómez, del que formaba parte Pedro Ansúrez, tenía una gran presencia. Los Banu-Gómez eran un clan de ancestral prestigio y notoriedad en la administración y gobierno del antiguo reino astur-leonés. El padre de Pedro Ansúrez, Asur Díaz, era uno de los hombres de confianza del rey Fernando I  y dispuso que su hijo Pedro entrara como ayo del hijo de éste, el futuro rey Alfonso VI.


Parece probable que Pedro Ansúrez casara siendo muy joven con una mujer de nombre Justa y patronímico desconocido, con quien habría tenido un hijo, Gonzalo Ansúrez, fallecido a corta edad. Sin embargo, es la segunda esposa del conde quien ha pasado a nuestra historia con todos los honores: Eylo Alfonso, de linaje de los Alfonso, de origen lebaniego, el otro grupo más poderoso de la aristocracia del siglo XI, con gran presencia en Tierra de Campos, en la comarca leonesa de Valmadrigal y en el valle de Trigueros.

Uno de los hermanos de doña Eylo, Martín Alfonso, era miembro destacado de la corte de Alfonso VI. De hecho, puede afirmarse que los cuñados Pedro Ansúrez y Martín Alfonso fueron los miembros más influyentes de la aristocracia leonesa durante el reinado de dicho monarca, el cual les confió grandes responsabilidades en el desarrollo de su política de repoblación y organización de los territorios del Duero.

La boda Ansúrez-Alfonso hubo de materializarse en los años 70 del siglo XI. El matrimonio entre Pedro Ansúrez y Eylo Alfonso  tuvo inicialmente la finalidad (inspirada por el rey…) de afianzar las relaciones entre las dos parentelas más leales a Alfonso VI: los Banu-Gómez (Pedro Ansúrez) y los Alfonso (Martín Alfonso, hermano de doña Eylo). No obstante, la presencia continuada (en la documentación) durante toda la vida en común de los cónyuges; y el hecho de que, tras la muerte de Eylo Alfonso en 1112 y hasta su propio fallecimiento en 1118 ¿?, todas las donaciones realizadas por Pedro Ansúrez a los cenobios del momento aparezcan firmadas pro ánima de su esposa doña Eylo (por la salvación de su alma), hace pensar que nuestro conde nunca olvidó a nuestra condesa.

Tras enviudar, Pedro Ansúrez aún volvió a casarse; esta vez con Elvira Sánchez. El conde Ansúrez falleció en algún momento entre 1118 y 1119.

Pedro Ansúrez murió “presumiblemente” de muerte natural y por eso los cronistas no le dieron la misma importancia que a una muerte acaecida en combate. Ansúrez deja de aparecer en la documentación en 1117 (marzo de 1117, confirmando varios diplomas de la reina Urraca); lo que parece indicar que en esa fecha o a lo sumo algunos meses después, falleció.

Del matrimonio Ansúrez-Alfonso nacieron cinco hijos: Alfonso, Fernando, María, Mayor y Urraca.

María casó con el conde de Urgel, Armengol V. Y Mayor con Alvar Fáñez de Minaya, nombrado como amigo íntimo del Cid en el poema.



El sepulcro de Pedro Ansúrez se encuentra en la nave del lado del Evangelio de la iglesia catedral de la Asunción de Valladolid. Junto al enterramiento pueden leerse los siguientes versos:

Aquí yace sepultado
un conde digno de fama,
un varón muy señalado,
leal, valiente, esforzado,
don Pedro Ansúrez se llama.

3. COLEGIATA DE SANTA MARÍA LA MAYOR (1095)


4. IGLESIA DE LA ANTIGUA. Capilla palatina.


5. CALLE DE ESGUEVA. Palacio ducal y Hospital de Santa María de Esgueva.



El Hospital de Nuestra Señora de Esgueva estaba situado hacia la mitad de la actual calle de Esgueva. Fue fundado por el conde Pedro Ansúrez y su mujer Eylo Alfonso en terrenos aledaños al propio palacio condal, fuera de la muralla. Un palacio que fue presuntamente construido por un “alarife” –albañil árabe– llamado Mahomed y en él habría fallecido uno de los hijos de los condes: don Alfonso (la leyenda dice que también el propio Pedro Ansúrez…). Este hospital fue el más antiguo de Valladolid y también el primero fundado por Ansúrez quien, según reza el epitafio que se conserva en su sepulcro: “Dexó al Hospital de Esgueva con otros dos hospitales”.

Estos dos hospitales serían Hospital de Todos los Santos (reservado a sacerdotes) y el de San Miguel (para caballeros). Las dos instituciones se habrían fusionado en una sola, tal y como testimonia una lápida que estuvo en la fachada de la casa de la calle Marqués del Duero n.º 43 (hoy en el Museo de Valladolid): “Hospital de la Cofradía de Todos los Santos, de los Abbades y S. Miguel de los Caballeros, que fundaron el conde D. P.º Anssures y condeesa doña Yelo su Muger. Año de M.C. Reedificose año de 1669”.

El derribo del Hospital de Esgueva se produjo en 1971. En su lugar se edificó una torre de viviendas.

6. RESTOS DE LA PRIMERA CERCA/MURALLA DE VALLADOLID

7. PUENTE MAYOR

Y aquí ponemos el punto final a nuestra ruta; en el que hoy conocemos como “Puente Mayor”.

Como hemos visto, la historia sitúa el “despegue” del primitivo caserío vallisoletano en la segunda mitad del siglo XII, de la mano de los condes Pedro Ansúrez y Eylo Alfonso. En aquellos tiempos, el río Pisuerga “¡ya pasaba por aquí!” pero los puentes más cercanos a este punto para cruzar a la otra orilla estaban en Cabezón (río arriba) y en Simancas (río abajo). Quizás por ello la leyenda se ha encargado de difundir que fue la mismísima condesa doña Eylo Alfonso, quien promovió su construcción, a finales del siglo XI.

No podemos afirmar que aquí no existiera un puente desde los años de doña Eylo, pero la construcción del actual es de los siglos XIII y XIV, si nos basamos en el estilo de sus arcos apuntados. Además, el puente, en un principio, fue mucho más estrecho hasta que quizás en el siglo XV (cuando Valladolid comenzó a ser sede de la corte con mucha asiduidad…) se duplicó su anchura.

Sabemos por los grabados existentes que, a finales del siglo XVII, el puente tenía 10 ojos y una barandilla coronada por una hilera de bolas. Y que, en esa misma época, se construyó un arco de triunfo a la entrada del puente por la plaza de San Bartolomé, que se mantendría en pie hasta el siglo XIX; cuando también se demolió el humilladero de San Sebastián, que estaba en el extremo de la plaza de San Nicolás.

Durante la Guerra de la Independencia (1812), dos de los arcos del puente fueron volados por el ejército francés. En principio se repararon con estructuras de madera, pero pronto se vio la necesidad de reconstruirlos en piedra (1828). Su fisonomía actual, con el tablero plano (sin la subida y bajada de los puentes medievales), la adquirió a finales del siglo XIX. En el siglo XX, por nuestro viejo puente ha circulado todo tipo de vehículos; incluidos coches de tranvía y locomotoras y vagones de ferrocarril… ¿Recuerdan el “Tren Burra”?

Hace unos años, el Ayuntamiento de Valladolid tuvo un bonito gesto con doña Eylo y, ya que el puente que presuntamente ella mando edificar sobre el Pisuerga no la recuerda en modo alguno, decidió nombrar un nuevo puente con su nombre: el Puente de doña Eylo, que puede verse desde el Puente Mayor.



Añadido de alguien que participó en la velada

Antes de llegar al puente mayor tuvimos que atravesar la antigua judería de la ciudad. Poco o nada queda del aquel coqueto rincón urbano, salvo unas calles estrechas y unos nombres que perduran:
Plaza de los Ciegos

Calle del Pozo

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