1. Casa de Zorrilla.
José Zorrilla Moral nació en esta casa —en la
entonces calle de la Ceniza— el 21 de febrero de 1817. En esos días, en el
domicilio familiar convivían: José Zorrilla Caballero, el padre, natural de
Torquemada (Palencia), “relator” de la Chancillería, hombre de recta moral y
convicciones absolutistas; Nicomedes Moral Revenga, la madre, natural de
Quintanilla Somuñó (Burgos); Zoilo Moral Revenga, tío materno, canónigo
beneficiado de la Colegiata de Lerma; y las criadas Dorotea y Bibiana. La
familia vivía en las dependencias de la planta principal, mientras que el
servicio, la cocina y los animales se encontraban en la planta baja. Se trataba
de una vivienda muy suntuosa para la época.
El niño nació sietemesino y pronto dio muestras
de su especial sensibilidad extrasensorial: alucinaciones, sonambulismo,
epilepsia… Su escasa fortaleza al nacer aconsejaron que recibiese, allí mismo
el “agua de socorro”. Zorrilla creció en esta casa y en ella tuvo lugar la más
famosa de las apariciones fantasmales e inexplicables que Zorrilla viviría de
cerca; la de su abuela paterna, doña Nicolasa Caballero.
2. Iglesia de San Martín
El 1 de marzo de 1817, José Maximiano Zorrilla
Moral recibió las aguas bautismales en esta iglesia. Actuaron como padrinos su
abuela materna, doña Jerónima Revenga; y su tío, también materno, el canónigo
Zoilo Moral. El pequeño Zorrilla vivió en este barrio hasta los 8 años, aproximadamente.
Primero en la casa de la calle de la Ceniza y luego, durante algunos meses, en
una casa de la calle de las Angustias. Doña Nicomedes Moral lo traía a misa
todos los días a este templo y aquí el niño quedaba sobrecogido por las figuras
del retablo y de las capillas laterales, que impresionaban su ánimo y su
subconsciente hasta el extremo de ocasionarle alucinaciones.
A finales de 1825, el padre de Zorrilla es
trasladado primero a Burgos y luego a Sevilla, pero al año siguiente
encontramos a la familia instalada ya en Madrid, donde don José comenzó a
ejercer como superintendente de la Policía del Reino de Fernando VII. El niño
Zorrilla ingresó en el Seminario de Nobles para cursar estudios. Allí se
desveló, por primera vez, sus inquietudes, su gusto y su talento por y para la
poesía y el teatro. Y, poco a poco, nuestro niño se convirtió en un
inconformista joven José Zorrilla.
La vida de José Zorrilla iba a resultar azarosa y
muy viajada. Dejando a un lado la geografía nacional que recorrió sin descanso
con sus poemas y su voz, Zorrilla residió en Francia, Inglaterra, Cuba, México
(¡doce años!) e Italia. Su popularidad fue magnífica hasta el punto de ser
coronado “Poeta Nacional”, en Granada, en 1889, a la edad de 72 años; y su
reconocimiento fue unánime en todas las instancias (la RAE, que lo quería entre
sus miembros, lo nombró en 1848; pero Zorrilla no leyó a tiempo el discurso de
ingreso. Y la RAE volvió a designarlo como académico en 1885 ... ).
3. Universidad de Valladolid
El joven Zorrilla quería ser poeta, pero su padre
tenía otros planes para él: que estudiase derecho y siguiese sus pasos. El
enfrentamiento entre padre e hijo por este asunto fue constante entre ambos
durante años.
En 1834, José Zorrilla es enviado a la facultad
de Leyes de la Universidad de Toledo. Tiene 17 años y su pasión por la poesía
es ya una obviedad y un gran inconveniente para los planes que para él tenía su
padre. La estancia en Toledo es un despropósito y, tan sólo un año después, su
padre, don José Zorrilla Caballero, lo matricula en Valladolid, para que
continúe aquí sus estudios bajo la estricta vigilancia del recto Tarancón, a la
sazón amigo suyo. Su apenas año y medio en la Universidad de Valladolid
confirmó la cadencia de Zorrilla hacia el ámbito de la creación literaria.
Publicó sus primeros versos e incluso un cuento —La mujer negra (ambientada en
la localidad palentina de Torquemada)— y algunos poemas en la popular revista
literaria “El artista”. Todo ello a espaldas de su padre, que le imaginaba
concentrado en sus estudios hasta que el rector Tarancón le abrió los ojos.
Cansado del comportamiento de su hijo, don José dispuso que éste se trasladase
a Lerma (Burgos), donde él mismo cumplía destierro en ese momento, para allí
ponerle a trabajar en asuntos de la hacienda doméstica. En el verano de 1836,
cuando el joven Zorrilla se dirigía en diligencia hacia Lerma para cumplir el
castigo paterno, al pasar por Torquemada (tierra que conocía bien), burló al
cochero, robó una yegua y cabalgó hacia Valladolid. Aquí, con ayuda de su amigo
Miguel de los Santos Álvarez, esa misma noche vendió el animal y compró un
pasaje para salir al día siguiente hacia Madrid.
4. Pasaje de Gutiérrez
Zorrilla llegó a Madrid —estamos en el verano de
1836—, huido y sin que su familia supiese nada de él, y allí encontró hospedaje
en casa de un cestero. Su amigo Miguel de los Santos no tardó en reunirse con
él y ambos comenzaron a frecuentar los ambientes literarios de la sociedad
madrileña. Zorrilla, aún con 19 años, escribía y escribía poemas; e incluso
llegó a publicar alguno en revistas del momento. Llegado el invierno, tomó la
costumbre de pasar las mañanas en la Biblioteca Nacional, al calor de los
braseros que allí estaban siempre encendidos. Sobrevivió como pudo y en ello
estaba cuando, unos días antes de su vigésimo cumpleaños, el 13 de febrero de
1837, el famoso poeta romántico Mariano José de Larra se suicidó; y José
Zorrilla fue invitado a escribir unos versos de despedida al desafortunado
poeta en su entierro. Y así lo hizo dos días después, 15 de febrero, en el
cementerio de Fuencarral. Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz
funeral de una campana; / vano remedo del postrer lamento / de un cadáver
sombrío y macilento / que en sucio polvo dormirá mañana. [ ... ]. En ese
preciso instante, frente a lo más nutrido de la sociedad madrileña, José
Zorrilla salió para siempre del anonimato. Seis días después, Zorrilla cumplió
veinte años.
José Zorrilla se instaló en Madrid y comenzó a
trabajar para diversos periódicos, como El Porvenir y El Español. Su producción
poética era desenfrenada. Tanto que ese mismo año (1837) publicó el primer tomo
de sus poesías. Al año siguiente, 1838, vieron la luz los tomos dos y tres. Y
en el 39, además de publicar los tomos cuatro, cinco y seis, el imparable
Zorrilla aún tuvo tiempo para casarse con la viuda de ascendencia irlandesa
Florentina O'Reilly (dieciséis años mayor que él), firmar al alimón con su
admirado García Gutiérrez el drama Juan Dandolo y estrenar en el teatro del
Príncipe su obra Cada cual con su razón. En 1840 continuó publicando poesía:
dos tomos, séptimo y octavo, y además comenzó a publicar “leyendas”, un género
en el que demostró ser un maestro. Por lo tanto, Zorrilla fue:
Poeta
— Poesías (hasta 8 volúmenes en cuatro años ... )
— Orientales como Corriendo van por la vega
— Poemas narrativos: Granada, La leyenda del Cid, Los gnomos de
la Alhambra, etc.
Autor teatral: Cada cual con su razón, El
puñal del godo, El zapatero y el rey, Traidor, inconfeso y mártir, etc.
Autor de leyendas inolvidables: Margarita
la Tornera, Las píldoras de Salomón, A buen juez mejor testigo, etc.
Y prosista excepcional: Recuerdos
del tiempo viejo.
Muchos le llaman “el último romántico”. Y quizás
lo fuese… Es difícil clasificar el estilo de un hombre que, como Zorrilla,
vivió 76 largos años, en uno de los siglos más convulsos de la historia
contemporánea; y en tan distintos países y sociedades…
5. Teatro Zorrilla
En septiembre de 1883, Zorrilla viajó a
Valladolid para asistir a la inauguración del teatro que una sociedad local
había erigido en la Plaza Mayor de la ciudad y al que habían decidido poner su
nombre. El Teatro Zorrilla fue inaugurado con la puesta en escena de Traidor,
inconfeso y mártir, la que probablemente sea la mejor obra de nuestro autor,
desde el punto de vista de la dramaturgia. Zorrilla estuvo acompañado por sus
amigos y colegas Emilio Ferrari; Gaspar Núñez de Arce y Leopoldo Cano. Para
ellos y para su ciudad tuvo Zorrilla palabras de gran elogio, como constatan
los poquitos versos que el Ayuntamiento ha publicado en el “librito” titulado: “A
Valladolid”. Valladolid, un año después, en 1884, lo nombró “cronista oficial”.
6. Plaza de Zorrilla
José Zorrilla falleció en su domicilio de la
calle Santa Teresa de Madrid, el 23 de enero de 1893, a causa de diversas
dolencias que entraron por fin en fatal conflicto. El entierro, organizado por
la Real Academia Española fue un auténtico acontecimiento de Estado. Sin
embargo, José Zorrilla había expresado el deseo de que sus restos descansasen
en su ciudad natal y hasta aquí fueron trasladados tres años después, en 1896.
El féretro fue expuesto bajo un espectacular monumento funerario instalado en
la iglesia de San Benito y miles de vallisoletanos pudieron así presentarle sus
respetos. Zorrilla fue enterrado en el Cementerio del Carmen en una sepultura
provisional, hasta que en septiembre de 1901, el Ayuntamiento tuvo ultimado
todo aquello que, en principio, quería poner en marcha en homenaje a su ilustre
hijo:
-
las obras del
nuevo Panteón de Vallisoletanos Ilustres;
-
la
urbanización y ajardinamiento de la plaza de Zorrilla, presidida por la
escultura/monumento del poeta realizada por Aurelio Rodríguez Carretero, quien
años antes había obtenido la máscara mortuoria del cadáver de Zorrilla;
-
y la
asignación del nombre de paseo de Zorrilla a la hasta entonces acera de Sancti
Spiritu.
En 1917 —centenario del nacimiento de Zorrilla—,
el Ayuntamiento de Valladolid inició negociaciones para adquirir la casa natal
del poeta. La colaboración de la segunda esposa (1869) y viuda de Zorrilla,
Juana Pacheco resultó crucial a la hora de dotar el inmueble con los enseres
familiares y personales. La figura de don Narciso Alonso Cortés resultó
decisiva en todo ello.
Décadas después, la ciudad de Valladolid pondría
el nombre de Zorrilla a su primer instituto de Educación Secundaria, a uno de
sus centros escolares de Educación Primaria e incluso al estadio de fútbol
municipal, situado primeramente en el paseo de Zorrilla y posteriormente
trasladado a su actual emplazamiento.
Poeta José Zorrilla es el apelativo con el que se reconoce y es conocida en el movimiento ciudadano la Asociación de Vecinos de La Cañada, que con este paseo ilustrado por Valladolid avisa de sus próximas fiestas: