El pueblo en que tú naciste




Como a ti el tiempo te da igual, porque ya estás por encima de él, vengo a ofrecerte este pequeño regalo desandando en mi vida para llegar al día en que festejarías tu llegada a este mundo hace 98 años. Escribo, pues, a toro pasado, y publico cuando se me antoja.
Ha querido la suerte que me topara con un recorrido completo y bello por el pueblo en el que naciste, Villalón de Campos. Buscaba una foto del rollo, y di con todo lo demás.
Se trata de un reportaje de alguien que ha realizado una visita a Villalón, tal vez porque le tocó en suerte, tal vez porque le picó la curiosidad a partir de cierta noticia que le llegó. El caso es que parece que se tomó su tiempo y dedicó lo suficiente para hacer una amplia, casi completa, visita a tu pueblo. Muestra detalles y da explicaciones que no son frecuentes en una simple jornada turística.
Me llama la atención, por otra parte, la casi ausencia de animación. Una voz femenina, dos personas que pueden ser la misma, y el ruido de fondo de los vehículos a motor destacan sobre un paisaje deshabitado, casi un escenario vacío previo a la representación. Retrato fiel de la mayoría de los pueblos de nuestra tierra de Campos, que otrora fueran bulliciosos y variopintos en gentes de aquí y de allá.
La casa donde tú naciste ahí sigue, remozada. La calle de tu abuelo, también, aunque confundido el nombre. San Miguel, San Juan, el Rollo, la Rúa… Hay fuentes que no se parecen en nada a los caños de tu infancia, y no tienen agua. Y una estatua, la Quesera, que te hace memoria. Hubieras expuesto tus maravillosos quesos artesanos en el museo en que han convertido las antiguas escuelas, si aquel viajante no hubiera comprometido toda tu producción, para regocijo de papá que iba al mercado con toda la carga vendida, holgar por la villa en lugar de exponer, comer opíparamente en la fonda y volver a casa con la faltriquera henchida en el carro de varas.
Carros, eso es lo que falta. Y mujeres con cántaro en la cadera. Y labriegos con pantalones de pana. Y niños y niñas jugando en la plaza. Y el señor cura dirigiéndose a sus obligaciones, en sotana y con dulleta, bonete en la cabeza y el libro de las horas en las manos.
Faltan otras muchas cosas más, que tú detectarás en cuanto lo mires. Ya no mueven molino, como el agua que pasó. Es lo que tiene la vida, que es demasiada corta y entraña demasiados cambios. Tantos que tu pueblo no es el que yo conocí, mucho menos el que te vio nacer.
He envuelto todo ello en papel de fantasía y te lo presento aquí, donde estoy, y ahora, día 11 de diciembre, nueve días después de tu onomástica. Que esté situado en la fecha que aparece es simpleza disculpable; no todas las placas informativas expresan la fecha de su instalación, que llevó su tiempo. ¡Ay si se pusieran de acuerdo decididores, grabadores e instaladores!
Mi rúbrica la pongo tras celebrar a nuestra Patrona, la Virgen de Guadalupe, que ha querido el calendario que también la celebremos antes de su día, el doce. A ella no le importa, lo mismo que a ti que te escriba desde el futuro; el discurrir del tiempo algún día cesará, y entones todos seremos mucho más jóvenes.
Como tú, que te conservas en mi memoria en la más preciosa madurez. Besos para papá, y para ti lo que prefieras, beso o abrazo. A mí me es indiferente.



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