¡Carlota! ¡Carlota! ¡CARLOTAAAAA!
Ni caso, por más que la gritaba. No es
que no me oyera, no. Los otros tres, me lo estaban diciendo con su mirada y con
sus orejas tiesas. Entérate, no quiere hacerte caso. Y es que Carlota es muy
suya. Si hubiera estado sola habría venido a mí a dejarse acariciar en la
frente. Pero a ella la gusta darse a notar, y ciertamente estando los otros al
lado, ella como que no.
Al fin levantó la mirada, no podía persistir en su
tozudez, pero ya avisando con sus apéndices auriculares a media asta. Tienes
que tenerme más consideración, me está diciendo. Delante de extraños no me
agradan esos modales, no me grites que te oigo perfectamente.
Y lo entendí. Carlota para mí es
mucho, no volverá a ocurrir. Así se lo dije.
Pero modales los que mostró el señor
oca. Mientras llamaba a Carlota, él me embistía por la espalda con agresividad
y alevosía. Aguanté lo que pude sus picotazos, pero cuando me volví entendió
que no estaba para juegos. No le llegué a dar, pero ya se alejaba…
Hay momentos que no se me dan bien, ni
con las amistades, ni con los otros.
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