XXIII EFE


La gente de a pie seguimos, como aquel día ya lejano, a la espera de lo que se decida en los petites comités. La tarde está soleada, igual que entonces, y una calma chicha esta vez no presagia tormenta. Han pasado treinta y cinco años, y las cosas están como están.
El temor, si es que lo hay, está en la parte contratante que ha tenido hasta ahora la sartén, el mango y lo de dentro; no quieren soltarlos. Ya no tienen de su lado sables, tanques ni acorazadas. Ahora se hila mucho más fino: las finanzas.
Ahí está el asunto. ¿Dónde está el parné?
Miro mis bolsillos, entro en el almacén, todo está vacío. En poco más de dos meses se han repartido cuarenta toneladas. ¡40.000 kgs.! Ahora vendrán otros 25.000 kgs. No son suficientes para callar tanta necesidad.
¿Estará sobre la mesa de negociación esta materia tan sensible? No la veo entre las cinco condiciones “sine qua non”.
De momento ni “podemos” ni “queremos” parecen estar interesados.
Habrá que seguir esperando el amanecer. Otra noche de vigilia.


Post scriptum: mi editor me ha desaconsejado poner imágenes. Le hago caso.


 

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