Soy yo, Gumi, y estoy al lado de este otro perrito en el coche de su
ama. Me han acogido durante un rato, y me han llevado a un sitio muy lejos.
Luego ha llegado mi amo y nos hemos vuelto para casa.
Pero una cosa digo: no estaba perdido. Sólo me retrasé un poco en la
vuelta de nuestro paseo diario pinariego, y no pudieron esperarme. No es la
primera, ni será la última. Ya he perdido la cuenta, pero mi amo no ha perdido
la paciencia; mi ama ya no confía en mí.
Suelo hacerlo con frecuencia, simplemente me distraigo. Me llaman, pero no
atiendo. Luego, espero que vuelvan a por mí, mirando alegremente a los
paseantes. ¿Tendré solución? Los de la unidad canina municipal ya me conocen,
he aterrizado allí varias veces. La última, un lunes; me colé en el patio del “casetón”
y corrí tras los chavales que entraban en el colegio. Algunos papás se
asustaron de que mordiera a algún niño, y llamaron a los perreros. Enseguida me
dejé coger, porque no abrigo malas intenciones.
Esta vez me han sacado en internet. Hacía tiempo que mi amo no me ponía;
con la llegada de Luna y de Tano he pasado de moda, ya no soy noticia.
El pinar me lo conozco de memoria. Lo visito desde pequeñín. Esta es la
prueba:
En fin, agradezco que se me tenga en cuenta, pero vuelvo a repetir: no
me pierdo, sólo paseo suelto y espero cuando mis amos tienen prisa y yo me retraso.
Pero siempre he dormido en casa.
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