Una amistad que puede morir nunca ha sido verdadera


San Jerónimo y dos ángeles. Bartolomeo Cavarozzi. Palazzo Pitti, Florencia
El otro día Karmentxu llegó con un ojo a la virulé. Un mal tropiezo con un resalte del pavimento, –¡qué descuido el que hay en mi ciudad con las aceras!– provocó que volcara la silla autopropulsada y diera con su enorme cuerpo contra el suelo. De nada valió que su hija, de vacaciones estos días, la acompañara. Y menos mal; que si llega a ir otra persona con ella, todas las culpas del mundo hubieran sido pocas. Afortunadamente el asunto ha quedado en un ojo tumefacto temporalmente y en el susto consiguiente. De poco valen las recomendaciones de prudencia cuando es Karmentxu la que va al volante. Ponlo en tortuga, le aconsejo, pero a ella se ve que le va la marcha y lo lleva siempre en liebre. No tiene remedio.
Me figuro que a papa Francisco también le llegarán avisos de personas cercanas de que tenga precaución, y prudencia. Pero no parece ser muy razonable y va con la quinta puesta a todas partes. Como Karmentxu, es incorregible.
No son todos cardenales, ¡son hematomas! Y pongo la lista completa, si consigo dar con ella:
Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia;
Baselios Cleemis, arzobispo mayor de la Iglesia católica siro-malankar y Presidente de la Conferencia Episcopal de la India;
Paul Josef Cordes, presidente emérito del Consejo Pontificio «Cor Unum»;
Dominik Duka, O.P., arzobispo de Praga, primado de Bohemia;
Willem Jacobus Eijk, arzobispo de Utrecht;
Joachim Meisner, arzobispo emérito de Colonia;
John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria);
Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid;
Camillo Ruini, vicario general emérito de Su Santidad para la diócesis de Roma;
Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos;
Jorge Liberato Urosa Savino, arzobispo de Caracas (Venezuela).
El número doce, para redondear el listado, lo ocupa Bernard Fellay, superior de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que no es cardenal, pero adopta toda su apariencia.
Lejos de aparecer espontáneamente, tienen la pinta de surgir como producto de esa marea largamente larvada en los bajos de esta institución bimilenaria que es la Iglesia, y están diciendo que ellos, “antes muertos que sencillos”.
Los once primeros han publicado un libro en colaboración. Más bien me parece un pastiche, aunque aún no he tenido el gusto de leerlo. En él muestran su profundo disgusto por lo que sospechan puede derivarse del próximo sínodo sobre la familia, sobre el matrimonio y otros particulares.
El libro en cuestión, cuya traducción al castellano sería “Permanecer en la Verdad de Cristo”, nadie sabe a ciencia cierta dónde aparecerá, al menos no consigo descubrirlo. Y supongo que papa Francisco ya tendrá en su poder el borrador al menos.
El último resulta ser un venerable opositor eclesial a todo lo que signifique renovación y adecuación a la realidad, dentro del movimiento que iniciara Marcel Lefebvre en 1970 en contra del Concilio Vaticano II. Ha escrito una carta personal a Francisco con una relación exhaustiva de sus miedos y preocupaciones, sin escatimar las advertencias correspondientes. En resumen viene a decir que si sigue así, se atenga a las consecuencias.
Tiene su gracia este asunto, y me pregunto si lo que en verdad les mueve a estos doce altos personajes es precisamente la verdad o sólo estar temporalmente en el candelero.
Los morados me suelen durar a mí poco tiempo, y supongo que a papa Francisco, al igual que a Karmentxu, le importará un pito el qué dirán. Si le duelen, al menos no se queja.
Tampoco se quejó, que yo sepa, San Jerónimo (cuya fiesta celebramos hoy) cuando hacía penitencia y se mortificaba en una gruta del desierto. Y mucho menos “se arrugó”; al contrario, lejos de quedarse callado y con los brazos cruzados cuando la verdad cristiana estaba amenazada, afirmó que “una amistad que puede morir nunca ha sido verdadera” refiriéndose a quienes se le enfrentaron rigorísticamente, a pesar de haberse tratado como amigos.
San Jerónimo. Leonardo da Vinci. Museos Vaticanos
Si sabría Jerónimo de hematomas y similares que se cuenta como anécdota que el papa Sixto V, contemplando una pintura donde aparecía el santo cuando se golpeaba el pecho con una piedra, le dijo: Haces bien en utilizar esa piedra, porque sin ella la Iglesia nunca te hubiese canonizado.
No obstante, más que por cardenales y controversias, a San Jerónimo le respeto por su traducción de la Sagrada Escritura al lenguaje común de entonces, el latín, conocida como La Vulgata. Este nombre lo dice todo: La Biblia al alcance de todos”, sería el equivalente en nuestros días. No debemos perder de vista la historia. Y en la Iglesia, mucho menos.

1 comentario:

  1. Por cierto, felicidades por ayer que, si no me equivoco, fue San Miguel, para mi San Míguel con acento en la "Mí". Lo dicho.

    Sobre esta docena de trogloditas (si está ahí el Rouco ¡vaya chusma!, con perdón para la chusma), ¿no podría el santo oficio o su versión actual, mandarles callar como hizo Juan Pablo II con Ernesto Cardenal?, condenarles al ostracismo per saecula saeculorum y que dejen de molestar?. Qué aburrimiento de gente, quieren seguir mangoneándolo todo. Que Dios os proteja a los que estáis en el mismo club y, sobre todo, al Papa Francisco, que no coma nada sin que otro lo pruebe antes, incluida la tisana de la noche, por si acaso.

    Besos

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