Centenaria


Isabel, Manuela y Adela

Tiene sus cosas, pero no es mal chico. Así cortó, desde un principio, las habladurías. Esto fue hace… Porque suelo “caer” de mala forma allá donde aterrice. Luego las cosas se suavizan, y termino estando a bien con unos y fatal con otros. Así ha sido siempre, desde que recuerdo.
Con Isabel no me ha ido mal, y su fidelidad ha permanecido inalterable e inquebrantable durante más de treinta años, a pesar de que su cuñada era quien lideraba la contra por aquel entonces.
Manteniendo el tipo, ayer estuvo bien acompañada. Al final tuvo que tirar de moquero para sujetar alguna lágrima. Era natural. Cien años son demasiado para una persona viva, acostumbrados como estamos a festejar centenarios de personas y eventos no vividos, sólo celebrados.
Resultó que nos juntamos más personal del habitual, unos por casualidad, otros por estar avisados, y el resto porque eran familia y no se lo quisieron perder. Ni discursos, ni gestos desproporcionados. Sólo agradecimiento, porque vivir es un gran placer, pero sobre todo una gracia inmerecida.
¡Cómo pasa el tiempo! Reflexionaba anoche ya en la cama. De sus cien años, treinta y cuatro los hemos compartido. Ya empiezo a estar mayor, me dije. Y Morfeo me envolvió en su bufanda.

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