Sí, tallada en madera de desecho, obra de Lluis Espinal, jesuita
asesinado en Bolivia. Gustaba de fabricar con sus manos
objetos para regalar. Hacía otras muchas cosas, incluso componer oraciones que
nunca publicó, porque lo suyo fue el cine, y atender a la gente en necesidad.
No tengo duda sobre su muerte: martirio. Fue el 22 de marzo de 1980.
No encuentro el librito que me regaló, ¿o lo compré?, un jesuíta amigo,
José Luis Saborido, “Oraciones a
quemarropa” publicado después de su muerte, creo que en PPC. Con él construí una Hora Santa en el Jueves Santo para la
Semana Santa del año 2000.
Ahora dicen que vuelven a editarlo, porque en Bolivia lo solicitan. Yo
saco de mi baúl de los recuerdos esta plegaria que no sé si estará en la nueva
edición. Por si acaso no, aquí la pongo.
No queremos mártires
El país
no necesita mártires, sino constructores. No queremos mártires, así se queden
vacías las horas cívicas.
El
mártir es un personaje vistoso, demasiado emotivo; es el último refugio para
los "héroes" revolucionarios, sobre todo si proceden de la pequeña burguesía.
El
mártir es demasiado vistoso, y los personajes vistosos no sirven para el
socialismo; piensan demasiado en sí mismos. El mártir es el último aventurero;
en otro siglo, pudo haber sido un pirata o un negrero. El mártir es un
individualista, equivocado de lado.
El
mártir es un masoquista; si no puede vencer en el triunfo, procura sobresalir
en la derrota. Por esto, le gusta ser incomprendido y perseguido. Necesita al
torturador; e inconscientemente lo crea.
¿El
mártir no será un flojo? No tiene la constancia para vivir revolucionariamente;
por esto quiere morir, en espera de convertirse en personaje de vitrina. Porque
el mártir tiene algo de figurón y de torero.
El
grupo político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la
derrota.
En
cambio, el pueblo no tiene vocación de mártir. Cuando el pueblo cae en el
combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en
estatua.
Por
ello, necesitamos videntes, políticos, técnicos, obreros de la revolución; pero
no, mártires.
No hay
que dar la vida muriendo, sino trabajando. Fuera los slogans que dan culto a la
muerte. Alguien dijo: "El peso lo llevan los bueyes, y no las
águilas".
Para
la revolución social desconfiemos del entusiasmo adolescente. Los mártires son
adolescentes. Y hay adolescentes de 50 años de edad.
La
revolución es algo demasiado serio para tomársela a la ligera. La revolución es
violenta: es una operación quirúrgica social; por esto no hay que entusiasmarse
con el bisturí.
Dicen
que la revolución es laica; pero si nos descuidamos podemos caer en todos los
mitos idolátricos de culto a la personalidad, al esfuerzo, al melodrama. Pero,
revolución y melodrama no combinan.
Porque
la revolución necesita hombres lúcidos y conscientes; realistas, pero con
ideal. Y si un día les toca dar la vida, lo harán con la sencillez de quien
cumple una tarea más, y sin gestos melodramáticos.
Por si esa imagen de la cruz produce algún tipo de sorpresa, sépanse que
a mí también me la produjo, como a papa Francisco cuando se la entregó Evo
Morales. Tardé un poco en reaccionar, pero lo hice positivamente. No me gusta,
pero si fue del gusto de Espinal y él la tenía en su despacho para uso
personal…
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