Tesis suya es que el ser humano es imagen, sólo imagen, aunque está
llamado a alcanzar la semejanza con su hacedor. Tiene otras, como que no hay
que entender el mito, que pretende codificar en narración las constantes
humanas desde una visión histórica y cultural, como un texto teológico, y por
tanto fundante e inamovible. El autor, un belga muy docto, André Wénin, analiza
el comienzo del Génesis, el primer libro de la Biblia, y trata de convencernos,
porque él mismo ya lo está, de que hubo un momento en que se empezó a leer
torticeramente un texto bíblico que ha traído mucha cola para la universalidad
humana. Se refiere concretamente a este:
Dijo
luego Yahvéh Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una
ayuda adecuada.” Y
Yahvéh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del
cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser
viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a
las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no
encontró una ayuda adecuada. Entonces
Yahvéh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y
le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvéh Dios
había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó:
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Esta será llamada varona,
porque del varón ha sido tomada.”
Por eso
deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola
carne. (2, 18-24)
Tras una explicación y argumentación detallada, conviene en afirmar que
ni la mujer procede del varón, ni es inferior a él, y, lo que es no menos
importante, que de ese texto no se deduce la sacralidad del matrimonio tal como
ha llegado hasta nosotros.
Muy interesantes resultan sus palabras, publicadas en la revista Ètudes
con el título “Homme et femme en Genèse. Des différences fondatrices?” Yo las
tengo traducidas y condensadas, que es mucho más cómodo.
Si hablo de él es porque empieza hablando de cómo el libro sagrado
describe la creación del ser humano. Dice así: “«Hagamos al ser humano a
nuestra imagen, como semejanza nuestra, y domine en los peces del mar y en las
aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en
todas las sierpes que serpentean por la tierra». En estos términos piensa el
creador (elohîm) a la humanidad. Él la sitúa a medio camino entre él, del cual
será imagen, y los animales que dominará. Y la narración sigue: «Elohîm creó al
ser humano a imagen suya, a imagen de elohîm le creó, macho y hembra los creó».
Notemos –continúa– que la primera intención no se lleva a cabo del todo.
«Hagamos» es sustituido por «creó»; la expresión «a imagen de» se repite y la
«semejanza» desaparece; lo humano pasa de ser primero singular a convertirse en
un plural vinculado al «macho y hembra» y esta expresión lo emparenta con los animales
que, por orden divina, deberá dominar sometiendo la tierra”.
Esto es que somos imagen de quien nos crea, pero no semejanza, o por lo
menos eso no se dice. Luego sigue argumentando para terminar concluyendo que lo
de “semejantes” propiamente es una potencialidad que tenemos todos y que está
en nosotros desarrollar hasta su máximo a nuestro alcance.
Y ahí es donde reside el enigma de la fotografía que he puesto al
comienzo de este escrito. Es mi abuelo materno, del que ya he hablado aquí
alguna vez. Siendo yo “su imagen”, porque soy nieto suyo, he devenido en el
tiempo a “asemejarme” a él, después de haber sido muy diferente a lo largo de
mi vida. Hasta tal punto que, si borro con fotosof la escopeta, y le sobrepongo
una camisa y vaqueros, soy su viva imagen.
No había caído en la cuenta de mi enorme parecido con mi abuelo
Marceliano hasta que hablando los tres primos mayores en un reciente encuentro
familiar, me hicieron caer en el detalle. Lo pasaron muy bien los otros viendo
mi perplejidad.
Lo del genio no ha evolucionado, fui así desde el principio. No sé si la
Biblia tiene algo que decir sobre ese particular. André no lo trata.
Bueno, Miguel, pues será que tú y tus primos veis mejor la foto que yo pero no comparto eso de que eres igualito a tu abuelo. ¿Era él pelirrojo o casi?, aunque ahora peines canas tu pelaje era pelirrojo y tu abuelo no lo parece, o es la foto que no lo refleja. ¿Qué dice Roberto? él sí sería un 'opinador' cualificado. Lo de traer esto a colación con la historia del Génesis es una licencia digna de ti, sí señor, para eso eres cura y te lo crees. ¡Ay señor, señor!
ResponderEliminarBesos, guapo.