¿Coincidencia?



Me llega una felicitación que lleva al tiempo un regalo. Para que me sirva de recordatorio y al mismo tiempo de ilustración. No viene a cuento hablar ahora del contenido, porque ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito; pero sí decir que se trata del último número de la revista Voices, de EATWOT (Ecumenical Association of Third World Theologians), que recoge un número colectivo de revistas latinoamericanas dedicado al pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, visto desde el Sur.
Así es como me entero de que Teilhard de Chardin murió el mismo día en que yo cumplía siete añicos: 10 de abril de 1955. Fulminante fue su fallecimiento, a él no le pilló desprevenido, que ya había tomado sus precauciones. Parece ser que todo el trabajo de su vida, que no pudo publicar por expresa prohibición del Santo Oficio, a partir de ese momento se puso en circulación gracias a una sagaz maniobra: lo había depositado en manos de una persona que no sólo era ajena a la Compañía de Jesús, sino que incluso estaba libre de vinculaciones jurídicas con la Iglesia Católica. Rápidamente sus manuscritos fueron de dominio público y, salvo una etapa de declive, gozan actualmente de una salud a prueba de prohibiciones. Y parece ser que con el viento a favor de popa…
El caso es que encabeza este número de la revista Voices una fotografía de la lápida que corona su tumba. Es ésta:


Luego he encontrado esta otra, a lo que se ve más antigua, y con diferencias llamativas. No se trata de ninguna adivinanza, pero me llama la atención y me pregunto cuál de ellas será la auténtica, y si ambas lo fueran, por qué se puso la segunda que a lo que parece es la de color.
Personalmente prefiero la versión en grises. Todo el pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin es irisado, incluso diría que abarca todo el amplio espectro, dominando los colores brillantes y luminosos. Pero enmarcado en una época muy oscura y acechado por tramas negrísimas.
Afortunadamente, ahora puede degustarse a placer, y sacarle todo el meollo que encierra, que está aún por ver.
Termino recordando estas palabras suyas:
Me prosterno, Dios mío,  ante tu Presencia en el Universo inflamado, y, te deseo y te espero bajo los rasgos de todo lo que habré de encontrar, y de todos lo que habrá de suceder, y de todo lo que habré de realizar en este día.
Es terrible haber nacido, es decir encontrarse irrevocablemente involucrado, sin haberlo querido, en un torrente de energía formidable que parece querer destruir todo lo que arrastra en su interior.
Dios mío, por una inversión de fuerzas que tú solo puedes hacer, quiero que el miedo que me asalta ante las incontables alteraciones que renovarán mi ser, se cambie en la alegría desbordante de ser transformado en Ti.
Extenderé sin vacilar la mano hacia el pan caliente que me presentas. En este pan, donde has condensado el germen de todo perfeccionamiento, reconozco el principio y el secreto del futuro que me reservas. Estoy seguro de que consumirlo implica abandonarme a las potencias que me desarraigarán dolorosamente de mí mismo para lanzarme al peligro, al trabajo, a la renovación constante de las  ideas, al desapego austero en los afectos. Comerlo es aceptar en todo y sobre todo, un gusto y una afinidad que volverán desde ahora imposibles las alegrías en las que se solazaba mi vida.  Señor Jesús, acepto ser poseído por Ti. Unido a tu Cuerpo seré conducido por su inefable potencia hacia las soledades donde no habría jamás osado subir solo. Instintivamente, como todo Hombre, me gustaría levantar aquí una tienda sobre una cima elegida. Como todos mis hermanos tengo miedo de un futuro sobradamente misterioso y demasiado nuevo hacia el cual me empuja el  tiempo. Me pregunto, ansioso como ellos, donde me conduce la vida… Pueda esta Comunión del pan, el Cristo revestido de las potencias que dilatan el Mundo, liberarme de mi timidez y de mi falta de desafíos!  Dios mío, me abandono a tu palabra en medio del torbellino de las luchas y de las energías donde se desarrollará mi capacidad para atrapar y saborear tu Santa Presencia.  Aquel que ame apasionadamente a Jesús escondido en las fuerzas que hacen crecer la Tierra, a él la Tierra, maternalmente, lo alzará en sus brazos gigantes, y le hará contemplar el rostro de Dios”.
La misa del Mundo (1967)


No hay comentarios:

Publicar un comentario