Madrugando se ven muchas cosas


Hemos madrugado porque teníamos que ir al besapié. Eso me ha dicho una persona conocida a la que hacía tiempo que no saludaba.
Estaba yo dejando unos muñones en los troncos de los almendros que sobreviven en el itinerario de mis paseos matinales. Porque estoy dándole al asunto de encontrar una peana para el cristo que he mandado restaurar. Y, puesto que la cruz que lo soporta simula unos troncos en basto, pienso que la base en que se apoye no debe ser una cosa “relamida”. ¡Qué mejor que un tocón áspero y rugoso!
Pedí perdón a tres viejos almendros por robarles y saqué estas tres “cosas”:
El caso es que ahora no sé cuál de ellas es la apropiada. Tengo tiempo para decidirlo. Además cuento con el parecer de quien lo quiera ofrecer.
Estaba sobando al serrucho, –vuelvo al principio–, y oigo por detrás que alguien me saluda: ¡Cómo tú por aquí! Me vuelvo y me doy con “El Canario”. Tanto tiempo sin vernos, tardé en reconocerlo. Más gordo, más calvo, ¡menos cargado de espaldas! El mismo tras las apariencias que el tiempo va dejando en nuestro exterior. Empezamos a hablar y me olvidé del serrar. Recordamos cosas, personas, situaciones. –¡Vaya ventanas que me hiciste! –Me olvidé de los cuatro milímetros de caída. –¡Claro!, respondí, fueron tus primeras ventanas. Aún he de tener cuidado de bajar las persianas por la noche, incluso en verano, por si acaso le da por llover. Él se reía como si la cosa tuviera gracia. No tiene ninguna, pero ya me he acostumbrado. Afortunadamente aprendió, y también hizo el resto ya en buenas condiciones, salvo la puerta de casa que un caco se encargó de desguazar una noche de una patada. Me la rehizo reforzada. Se pasó del hierro al aluminio a mi costa, y creo que mereció la pena.
Ahí intervino “El Conguito”, que eran pareja en chapuzas. El rápido, F, y el lento, J; el improvisador y el prudente, el rubio y el moreno, el que buscó aires nuevos y el que se quedó de puro indeciso y apocado. No, no eran pepe goteras y otilio, pero un aire se tiraban.
F pasea por los mismos lugares donde se crió, es la vuelta a sus orígenes. Ser abuelo no le priva de gustar en soledad las mañanas soleadas. Ahora tiene tiempo que derrochar. Incluso madruga para ir al besapié.
Me pilló en plena faena, y así me dejó, cortando madera de unos viejos árboles que nadie hace caso salvo para recoger el fruto cuando llega el momento.
Ahora tengo que dilucidar qué basamento encaja mejor con el cristo roto, una vez esté remozado. No pasa nada. Cualquiera de ellos puede servir. Los otros dos quedan en el almacén. Y cuando sea menester, se les echa mano según convenga.
Estoy pensando… que tenía que haberle preguntado al Canario si eso del besapié es de ahora, que está jubilado, o ha sido de siempre, cuando currelaba. Porque mira que lo ha tenido callado, el muy tunante. Mucho de iglesia no era.

4 comentarios:

  1. Si me permites, cualquiera de las tres veo que hacen su función.
    Rústicas peanas que, puesta a escoger, la de la primera foto de la izquierda es la que me gusta.
    La tercera casi no la distingo, la del centro está bien pero es muy compacta, muy mazacote, así que me quedo con la primera que tiene los surcos de la corteza del almendro más abiertos.

    Besos

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  2. "Te permito", Anna, y te lo agradezco. Ya sois dos a favor, Toñi y tú. Vamos a seguir esperando más opiniones.
    ¿No madrugas mucho? ¿También ves tú muchas cosas?

    Besos

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  3. Sí, ya está en el taller. Espero disfrutarlo antes de Semana Santa.

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