Que era hembra lo sabía. Además lo había dicho el jefe, que es autoridad.
Y no hay que ser especialista sexador para distinguir el canto de la codorniz
macho del canto de la codorniz hembra. Aún así, el animalico ha querido confirmarlo…
poniendo un huevo.
Tal vez por eso hace ya días que antes del amanecer, justo cuando
aparezco adormilado por la cocina, ella rompe con trinos secos pero alegres,
que a Bienve saca de letargo y le hace espurrirse en lo alto de su jaula, desde
donde nos mira con sorpresa y curiosidad a los de abajo. Ha sido su diana
floreada navideña, y este huevo puede ser la sorpresa que nos avisa la llegada
de los reyes.
No sé qué haré con él, si comerlo o conservarlo. Puesto que la imagen ya
está asegurada, ni me ocupa ni me preocupa el asunto.
No es que me ocupe, pero sí me preocupa en cierta manera el futuro del
avecilla ponedora, porque no es una jaula, en mi cocina, el lugar donde deba
pasar el resto de sus días. La alternativa que tengo más a mano es soltarla en
pleno campo, a la espera de que sepa buscarse la vida, lejos de sus
depredadores naturales y en especial de los artificiales.
Voy a pensármelo de aquí a la primavera. Mientras tanto, que coma, beba
y siga poniendo huevos. Es lo suyo.
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