No está claro cómo se empezó. Sí lo está quién lo propuso. Jose. De él
partió la idea, y el resto hicimos lo que pudimos.
Según mis cálculos, pudo ser alrededor del día 10, aunque tal vez fuera
el 11. O quizás el 12. A falta de ganas para revisar en mis papeles, me va a
servir de referencia el campamento de verano. Aquel año lo hacíamos
completamente solos, por primera vez, y estrenábamos la caseta que habría de
hacer de cocina y almacén. El lugar elegido fue Sopeña de Curueño. Los chavales
llegaban el día 15 de julio, que eso era fecha inamovible, y nos veníamos todos el 31,
otra fecha fija. De modo que tuvo que ser lo más tarde el domingo día 12.
Alguien, que regentaba una pescadería, ofreció tres hermosas cajas de
sardinas. No sé quién decidió organizar un partido de futbol entre señoras y
señoritas. Y, de la forma que fuere, ya al anochecer aparecieron unos músicos
invitándonos a la danza. Esto es todo lo que recuerdo. Si costó dinero, a mí
que no me pregunten.
Tengo estas once fotos en conserva y me apetece mucho publicarlas.
Esta primera, con Alejandro y Victoria en primer plano, indica bien
claramente con qué ánimo nos enfrentamos a la novedad. Ella cojeando, y él imitándola.
Pero es esta otra el principio del principio. La calle en tierra no se
prestaba para nada, menos para una fiesta. Alejandro sacó la manguera y se puso
a regar. Tanto ardor puso en la faena que vino en su ayuda Felisa, su mujer,
caldero en mano. A uno que pasaba por allí, Teodoro, algo del riego manual le
tocó por provocar. Así comenzó la tradicional “mojada”.
Con el personal ya remojado, dio comienzo la sardinada. Aquí, los
asadores.
Mientras Isabel, a la izquierda, empezaba su sardina nº X, Juan desde el
centro provocaba y retaba al de la máquina, Derio se arrascaba la cabeza en la
parte de atrás, y Teodoro sujetaba los restos del naufragio. Clemente, a la
derecha, no se dio por aludido.
Estos cinco no sabían qué hacer con semejante cosa en las manos, y
esperaban que tal vez el sol terminara por tostarla.
En un momento dado se sirvió limonada, ¡quién la haría!
Pero fueron los peques, que no bebieron y estaban en plena forma, los
que dieron el espectáculo, mientras el personal simplemente observaba. Primero
corriendo con sacos.
Después corriendo con bicis.
Y finalmente, antes de irse a la cama, embadurnándose en harina.
Ya anochecido posaron las esforzadas competidoras del sin igual partido
de fútbol solteras contra casadas. Antes de, y ya con el trofeo.
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