Era un rayito de Luna
Que alumbraba el cementerio
Donde reposan los restos
De mi tío Desiderio.
Desiderio, Desiderio,
Siempre triste y siempre serio.
Si no fuera por el rayo
De Lunita que te alumbra,
Qué sería de tu fosa,
Qué sería de tu tumba.
Tumba, tumba, tumba, tumba.
Si no fuera por el rayo
De Lunita que te alumbra,
Qué sería de tu fosa
Qué sería de tu tumba...
Tenía que ser hoy,
precisamente, día de San Desiderio, cuando se hiciera público el anatema a la
corriente “Somos Iglesia”, en la persona de su presidenta, la alemana Martha
Heizer, y su marido Eheman Gert. La razón, más que justificada según derecho,
es celebrar la Eucaristía sin la presencia de un ministro ordenado. El canon
1379 es inapelable y suficientemente explícito: Quien, fuera de los casos de
los que se trata en el c. 1378, simula la administración de un sacramento, debe
ser castigado con una pena justa.
O sea, vayamos al
canon 1378:
§ 1. El sacerdote que obra contra
lo prescrito en el c. 977, incurre en excomunión latae sententiae reservada a
la Sede Apostólica.
§ 2. Incurre en pena latae
sententiae de entredicho o, si se trata de un clérigo, de suspensión:
1 quien, sin haber sido promovido
al orden sacerdotal, atenta realizar la acción litúrgica del Sacrificio
eucarístico;
2 quien, fuera del caso de que se
trata en el § 1, no pudiendo administrar válidamente la absolución sacramental,
trata de darla, u oye una confesión sacramental.
§ 3. En los casos
indicados en el § 2, pueden añadirse otras penas, según la gravedad del delito,
sin excluir la excomunión.
El hecho encaja
perfectamente en el punto 2.1. Pena latae sententiae, es decir, ipso facto,
automáticamente. Nadie tiene que pregonarla, porque se considera manifiesta.
San Desiderio pasó de
ser un labriego iletrado a obispo del lugar, porque el pueblo de Langres,
inspirado, le colocó en lugar del fallecido. Esto ocurrió en el siglo IV. Y
dicen las crónicas que el santo varón tomó posesión de tal dignidad y cumplió
todas las obligaciones inherentes a ella con un celo verdaderamente apostólico,
llegando incluso a ser un gran doctor e intérprete docto de las Sagradas
Escrituras. Padeció el martirio por la fe, imperando Honorio. Los Vándalos,
asolando las Galias, le quitaron la vida en un lugar que el día de hoy lleva su
nombre: Saint-Dizier, en la Champaña.
Si tal sucedió con
San Desiderio, a qué viene lo de la excomunión hacia quien o quienes, lejos de hacer daño a la Iglesia o
vivir al margen de ella, se intitulan a sí mismos “somos Iglesia”, y lo único
que pretenden es hacer valer su dignidad de bautizados y por lo tanto de
ejercer aquellas acciones para las que por natural les corresponde.
Sólo desde un muy
discutible juridicismo, en las antípodas de la acogida y de la misericordia
pregonadas, pudiera considerarse justificado.
Es oportuno recordar
aquel pasaje evangélico que dice:
Dijo Juan a Jesús:
-«Maestro, hemos visto a uno que
echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de
los nuestros».
Jesús respondió:
-«No
se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal
de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro» (Marcos 9, 38-40).
Sin olvidar aquel otro lugar del Evangelio que afirma:
«Donde
dos o tres se juntan en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 19,
20).
Martha Heizer y su
marido Eheman Gert han sido fieles a la práctica habitual de los cristianos
según narran Hechos de los Apóstoles de celebrar la presencia del Señor en la
fracción del pan (2, 42 ss y 4, 32 ss). Castigarlos de esta manera no se corresponde
con el rayito de esperanza que parecía haber atravesado el cielo.
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