Cosas que no cambian


Las tiras a las que pertenece ésta aparecieron de marzo a diciembre de 1965 en los diarios "El Mundo" de Buenos Aires y "Córdoba" de Córdoba (¡Claro! digo ¡Quino!)

¡Afortunadamente!
Tengo algunas visitas que entran por prohibida. ¡Chico! ¿Dónde está la señal? Esto está irreconocible. Suele ser la forma de excusarse. Este barrio mío ya no lo conocen ni quienes lo parieron. Y no vale echarle las culpas al señor alcalde, al menos no todas. Un barrio que se pensó para ser andado a pie ahora goza de automóvil per cápita, o sea, que no se cabe en la calle ni a lo ancho ni a lo largo.
También ha cambiado la tele. No sólo por el número, que ahora hay más; también porque no sé qué me voy a encontrar cuando enciendo mi aparato. Supongo que tendrán programación oficial, pero yo suelo darme de bruces con contraprogramaciones, de manera que no atino nunca y me pierdo la continuación de lo más entretenido.
En deporte, en mi ciudad ya no nos reconoce nadie. Ni en fútbol, ni en balonmano, ni en baloncesto. Todos a segunda. ¡Si levantaran la cabeza nuestros mayores!
De política, paso. Porque ¡quién ha visto y quién le ve ahora al Isidoro! ¡Ay, aquella chaqueta de pana…!
De música y teatro, como de otras cosas tampoco quiero decir nada. Así no me entran moscas.
¡Felipe, ten cuidado que las moscas están volando!
Afortunadamente hay cosas que permanecen. O están bien asentadas o pertenecen a nuestra misma condición. Bien lo vio Quino hace un tiempo.

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