¿Habrá perdido su umbría?



“No pasará la navaja por su cabeza”, dijo el ángel de Yahvéh a la estéril mujer de Manóaj, de la tribu de Dan, habitante de Sorá. Así creció y se desarrolló con toda su potencia aquel santo varón, Juez de Israel más conocido como Sansón, cuyas hazañas canta el libro de los Jueces (13-16). Fue débil una sola vez confiando su secreto a Dalila, “la navaja no ha pasado jamás por mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si me rasuraran, mi fuerza se retiraría de mí”. Y tuvo que matar muriendo.

Así he dejado crecer al rey de mi jardín, el cedro que sobrevuela los tejados de este barrio. Sólo he tomado algunas pequeñas ramas para la corona de adviento que anuncia la navidad.
El resto de plantas ha vivido en el espacio y a la luz que él les dejaba, cada vez menos, todo hay que decirlo. Y en tanto él aumentaba, el resto disminuía. Es ley de vida, me decía a mí mismo, viendo a los rosales achicarse, y a las lilas encogerse. Incluso el membrillo ha venido a casi nada.
Ha llegado un punto, sin embargo, que no me ha sido posible permitir traspasar: el acebo. Han saltado todas las alarmas, y he salido en su defensa serrucho en mano.
Esta es la obra de apenas unos instantes de serrucheo:
Hemos ganado luz, se ha recuperado espacio, ahora el aire corre libre por todo el recinto, él sólo ha cedido alguna de sus ramas y su tronco luce con esplendor. Ya que no ha visto disminuida su enorme potencia, y que no puedo imaginarme que su hombría haya sido perjudicada, espero que no se lo tome a mal. Su venganza podría ser terrible, no quedaría piedra sobre piedra.
"¡Qué destrozo! Algunos que se creen grandes, pueden terminar en ná. ¡Sir transit gloria mundi!"

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