La frase que suele
decirse es “te entiendo pero no te comprendo”. Con ella quien la utiliza viene
a expresar que, conociendo los hechos y las razones que los sustentan, no los
encuentra justificados ni los aprueba. Y es que no basta saber para asentir.
Esta tarde me
encuentro con que las palabras se me han movido, y en su lugar me sale decir
“te comprendo, pero no te entiendo”. Y por más que intento forzarlas a su
posición, no digo correcta y natural, sino al uso, a lo comúnmente aceptado, no
lo consigo.
Así, pues, desisto de
explicarme.
Esta tarde me ha sido
colocada la última pieza dentaria. Y antes de ello, mi dentista favorita, tras
comprobar que el espigón de acero estaba fuertemente anclado, me ha preguntado
por el resto. Depende de a qué resto te refieras. Ella, que es más lista que el hambre, tras unos instantes pensativa, ha continuado: Uf,
no me refería a tanto. Sólo quería saber si estás bien de salud.
Puesto que salta a la
vista cómo me encuentro, no tuve que contestar, sólo sonreírla. Eso justo antes
de volver a abrir la boca y recibir la corona color tabaco. Ese es, justamente
el color que me corresponde. Por fumón.
Ahí podría ir
encajada esa frase dislocada: ella me comprende, pero no lo entiende. Y es que
donde hay cariño, sobran las palabras.
Miguel Ángel, ten mucho cuidado y vuelve dentro de tres semanas. Y nos hemos despedido.
Un cielo de mujer.
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