Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos (Juan 12, 1)


Y yo diciendo que Lázaro no resucitó. Dejando a mi gente patidifusa. Un silencio sepulcral. Tan chulo.
No es que me arrepienta. Reconozco que no fueron formas en tiempo y lugar. Nadie me lo echó en cara, ni pidió explicaciones. Así soy, así son ellos.
Revivir es una cosa. Resucitar, otra. Y decir que Sebastián*, muerto para este mundo, vive para siempre en Jesucristo Resucitado es mi/nuestra fe.
Si en vida no me sentí muy unido a él, a partir de ahora tal vez consiga salvar todas las distancias y ambos nos sintamos envueltos en el aroma del perfume de este lunes santo.
Por cierto, ¡cómo son las mujeres! Siempre están al quite.

*Sebastián Centeno Fuentes, sacerdote, a quien conocí de jovencito cantando la Pasión en los oficios de semana santa, luego de canónigo, juez y deán, y no sé cuántas cosas más, en estos mismos momentos es despedido por el pleno de sus pares en la iglesia catedral.

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