Neologismo de amplio
espectro que acabo de aprender, viralizar: dar a una unidad de información la capacidad de
multiplicarse exponencialmente. Automáticamente. Sea vídeo, imagen, texto o
audio. Por el boca a boca o vía correo electrónico. Sin intencionalidad, sin
publicidad, sin barreras ni distancias idiomáticas.
Lejos de ser
perjudicial o dañino, como podría sugerir la palabra virus, resulta por el
contrario sumamente placentero y beneficioso. Y en absoluto con vocación de
permanencia; tal como viene, puede marcharse. Exactamente igual que ese
malestar estomacal, made in virus veraniego, que llega de repente, te revuelve
las tripas y desaparece misteriosa y afortunadamente. Tras su presencia
transitoria, vuelve la ansiada normalidad.
Tres, dicen, son las
características comunes a este fenómenos de masas:
1. Se trata de
asuntos humanos.
2. No admiten
equidistancia, los amas o los odias.
3. No sólo permiten,
impelen la participación, tomar partido, inclinar el fiel de la balanza.
Poca gente, de la que
conozco, e incluso de la que ignoro casi todo salvo que es viajera habitual de
internet y deja su huella en forma de comentario, sea flor o sea seta, ha
quedado impasible ante la actuación de Cristina Scuccia, siciliana con hábito
de monja. Su gesta ya está siendo inmortalizada temporalmente y corre veloz el
contador de visitas y copias de su diálogo con los “maestros” que rivalizaron
por hacerse con su encantadora presencia.
Ya hay quien está
sacando sustanciosas conclusiones. De las económicas y monetarias no hablo. De
tal manera que, con tal de que llame la atención y atraiga personal, –así es
como se pretende comprender lo del “hagan ruido” franciscano–, cualquier cosa
debe ser bien recibida.
Me niego a sacar algún
tipo de enseñanza de este asunto. Cuando lo vi, disfruté. Tanto lo repetí que
creí desgastarlo. Rezuma frescura y espontaneidad. Parece cosa ingenua y carente
de intencionalidad, un simple juego alegre y chisposo, un sencillo “tengo un
don y te lo ofrezco”, un abrazo simpático y un deseo expresado de ser atendida
con cariño.
Si resultase que hay
otras cosas, allá cada cual; a mí no me interesan.
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