Era rara, rara, rara.
Y es decir poco. Áspera, gruñona, regañona, incordiona, vamos un cardo
borriquero.
Me la encontré nada
más llegar. Imponiendo. Lo que usted diga, me soltó. Pero a continuación,
siguiendo con la mirada cuanto hacía, y moviendo la cabeza o murmurando lo
suficientemente alto para que la oyera, disentía de mí.
Ahí estaba, en el
segundo banco. Justo en el extremo.
Ella leyó. Por su
puesto, si a usted le parece. Lo que usted diga.
No ha puesto los
corporales. Ha levantado la patena pero no ha expuesto al Señor. Permite que le
acompañen en las palabras de la consagración. Ahora sólo debe decirse amén.
Nadie debe dar la espalda al sagrario. Se ha equivocado de color. La homilía
sólo es del ministro. En la comunión consiente demasiado.
Todo esto y mucho más
para terminar diciéndome: A usted le gusta cambiar cosas ¿verdad?
En Adviento ya no
pudo bajar. Así que subía yo. En el cuerpo a cuerpo, a solas, era igual de
puñetera. Pero empecé a sentirla entrañable. En ningún momento perdía el control: ahí tiene la corona, las velas que sean nuevas, ese no es aún el belén sino la anunciación, pero cuando corresponda el niño lo baja a la capilla para la adoración…
Domingo a domingo, al
principio levantada, luego ya postrada, lo primero eran sus quejas: no me
atienden bien, ese desayuno está frío, yo no puedo tomar ese zumo por mi
medicación, dónde están mis pastillas, estoy esperando que me cambien de muda,
dónde han metido todas mis cosas…
Estaba en la
enfermería, y a lo que parece el cambio desde su habitación fue demasiado
rápido y perdiendo cosas por el camino. Ahora se encontraba en el extremo de un
largo pasillo, y llegar hasta ella resultaba cansino. Siempre la encontré sola;
a lo más, atendiéndola personal del servicio.
Javier estaba de por
medio. Su párroco. Ella era “liturgista”. Por eso lo de ponerme tantas pegas.
Es una buena mujer; me tienes al tanto, me pidió en una reunión de
arciprestazgo. Palabra, contesté. Y yo le decía algo, de vez en cuando. Poca cosa, la verdad. En
un lugar así la vida no sufre cambios apreciables.
En Navidad María
Luisa me pidió la Unción. Y se la di. Y cada domingo una visita y la Comunión.
De la familia, nada.
De su hija, apenas. Fotos de las nietas sobre las repisas.
El domingo nos
despedimos. Ella susurró “lo que usted quiera, padre”. Y le introduje una
pequeña partícula y la coloqué entre los labios la pajita para que succionara.
Casi dos vasos. Comprendí que estaba terminándose.
Ayer me lo avisaron:
Aquella señora que mandaba mucho en misa, acaba de morir.
Ya lo sabía. El
domingo al salir de su habitación.
He hablado con
Javier. Estaba enterado. Si tenéis algún acto en la parroquia me lo dices;
trataré de estar. ¿Y su familia? Ni idea, respondí. Tal vez su hermana… ¿Tenía
una hermana? Concluyó al otro lado del teléfono el buen franciscano farfullando
una queja, que me sonó a puro juramento.
Por cierto, esta
noche he visto por la dos Tomates verdes fritos. Una auténtica gozada.
Hay muchas "encantadoras de abejas" por el mundo, pero pocas Towandas (no sé como se escribe).
ResponderEliminarSi pudiéramos conocer las historias de cada persona...
Mira, una vez conocí a un anciano enfermo que tenía una úlcera en una pierna, vivía solo y yo necesitaba alguien que me ayudara en la cura domiciliaria, su pierna pesada no se podía soportar en ninguna silla.
Un hombre encantador, hablé con la asistenta social y consiguió contactar con una de sus hijas.
Yo no podía creer la displicencia y el comportamiento de aquella hija hacia su padre, lo maltrataba mas que otra cosa, el padre siempre le sonreía y le pedía todo por favor. Al paciente se le curó la úlcera de la pierna pero me avisaron a los pocos meses porque ya estaba encamado y tenía una úlcera en el sacro. Hablando con su hija, le enseñé cuantas veces le tenía que cambiar el pañal y los cambios posturales que tenía que hacerle, después de varios días de entrar en aquella casa, me encontré a la hija llorando, temblando de rabia, dando voces y el padre lleno de mierda hasta arriba, después de asearlo y curar su úlcera, pedí a su hija que nos fuéramos a un cuarto aparte para hablar. Y me contó su historia.
Este anciano encantador había violado repetidas veces no solamente a ella sino a otra hermana menor cuando eran niñas y ahora ella se veía obligada a cuidar de un ser al que odiaba, ella lloró mucho abrazada a mi. Salí de aquella casa con el corazón roto.
Primero: yo había hecho un juicio de valor que no me correspondía, sobre la hija y sobre el padre.
Segundo: a partir de ese momento, esta mujer supuso un ejemplo para mi, hacía lo que podía a pesar de su inmenso dolor, lo cual es de un mérito incalculable.
Tercero: llegué a casa, me abracé a un olivo y lloré lo que no está escrito en los libros.Como si fuera mi propio Getsemaní.
El anciano murió en su casa y en su cama, lo cuidó esa hija, la otra y un hijo mas que tenía no fueron ni al funeral. De vez en cuando me la encuentro en el mercado, nos abrazamos y nos besamos como si fuéramos familia. Hay mucho dolor en el corazón de las personas, cuando hay protestas y quejas ...es porque hay dolor, quizá no sea un dolor físico, pero hay un profundo dolor o su huella que es peor: resentimiento, porque "algo" no está resuelto.
Y es importante ayudar a resolverlo antes de morir, para el que se muere y para el que se queda.
Si nos encontramos en nuestra vida a una "encantadora de abejas" tenemos una auténtica gozada. Y si lo que nos encontramos es a una hija como la de mi historia, un inconmensurable regalo.
Sabes que te quiero, por si no te lo había dicho antes. Besos
La vida te da sorpresas, por supuesto. Pero, y siempre hay un pero, también desagradables. Por eso es mejor no hacer suposiciones: ves lo que ves y suspendes el juicio hasta más ver. Si llega el caso, te alegras, faltaría más. Y si no, tampoco te desesperas.
ResponderEliminarPasar el Getsemaní en cada situación que nos ocurra, nos puede llevar directamente a la muerte. Afortunadamente tenemos "correa" suficiente para aguantar el temporal. ¿Será eso a lo que se refieren cuando le dicen a alguien que está curtido?
Lo que sí puedo afirmar es que cada persona tiene su qué, que no siempre se manifiesta, o que lo hace de una manera distorsionada por circunstancias. Al acercarte a ellas, todo puede ser complemetamente inesperado.
Besos. Y sí, claro que lo que sé.
Y ¿qué es la vida sino ...una permanente muerte?.
ResponderEliminarHay circunstancias de dolor intenso en las que pides " aleja de mi este cáliz" para mas adelante y con el temple y la serenidad que te da el "saber", aceptas lo que tiene que ser y dices " mas no se haga mi voluntad si no la tuya". Esa es la "correa" a la que te refieres?. Lo que tenga que ser será y no hay mas vueltas.
Me temo que yo continúo con la piel fina, si cabe mas que antes, porque está mas desgastada, ¡eso si! tengo una considerable capa de grasa que protege mis órganos vitales del exterior.
El huracán no para, llevamos así todo el invierno, y el agua...brilla por su ausencia.
Feliz domingo. Besos