Poniendo sentido común


No me gusta hablar sobre este asunto, porque no es de mi competencia. Cómo varón y como célibe, no me corresponde. Me mantengo como un espectador ante discusión tan desaforada, respecto de una ley que parece ser razonablemente válida y que ahora está en riesgo de volverse inválida por irracional. Me refiero a la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.
Conocida como ley del aborto, me niego en este medio a titularla así. La palabra definitoria es de variable interpretación, de manera que cada grupo defiende o ataca a partir de su diferente enfoque y planteamiento. Teniendo en cuenta que de lo que se trata es de regular desde el Estado la libertad de las mujeres para decidir sobre su embarazo, el legislador no debe posicionarse a priori en una determinada concepción moral sino que ha de arbitrar en medio de una diversidad y para todo el conjunto.
Mientras yantaba escuché una noticia en el informativo que me hizo bajar la cuchara de alubias blancas con chorizo y exclamar: ¡Llega El Sentido Común!
Se ha filtrado que un borrador/informe del Consejo General del Poder Judicial insta la retirada del anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y los Derechos de la Mujer Embarazada, entre otros motivos, porque «da una respuesta anacrónica criminalizadora» a la realidad de la interrupción del embarazo.
Añade más: representa «un regreso a la situación de inseguridad jurídica y prácticas extralegales que generó la legislación de 1985 y además, contempla un régimen aún más restrictivo, en el que la libertad de la mujer embarazada y la ponderación entre sus derechos a la intimidad, la autodeterminación, la dignidad, la vida y la integridad, decaen de forma evidente».
Y continúa para concluir: «no puede considerarse como la respuesta adecuada a una demanda social de protección de concebido porque esa demanda no existe como demuestra el hecho de que el anuncio de presentación y aprobación del anteproyecto por el Consejo de Ministros haya creado una verdadera alarma social». Es por ello que aconseja «reconsiderar y retirar este anteproyecto que nos aleja de los países de nuestro entorno y que supone un retroceso en el avance de los derechos y la igualdad de la mujer».
Además afirma que, pretendiendo el actual anteproyecto reducir el número de abortos, trata a la mujer como mero instrumento al servicio de la maternidad y terminará provocando aumento de abortos clandestinos.
Opino que si el gobernante da o propone una norma reguladora de derechos para una colectividad, corresponde a cada persona aceptar o rechazar el uso o disfrute de los mismos, en función de su sentido moral o de su propia conciencia.
No es de recibo en este caso imponer. Sólo se trata de permitir.
Así lo veo yo.

2 comentarios:

  1. Bien visto, Míguel. Pero, ya sabes quién es el máximo valedor del anteproyecto anacrónico y criminalizador: la conferencia episcopal. No sé qué hace un chico como tú en un sitio como ese o cuándo vais, los sensatos y buena gente, a sacar a gorrazos a tanto felón en nombre de Jesús y emulando su acción de echar a los mercaderes del Templo.


    Besos





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  2. Pues mira tú por cuanto esa preguntita me la he hecho ¡tantas veces! Incluso aquí volví a planteármela hace casi cuatro años. Desde entonces acá he vuelto a ella otro montón de veces.
    Esta mañana, sin ir más lejos, pero no puedo decir más, al menos de momento.
    Voy a ver si con esto y un poco de labia, en un ratejo en que esté de más, hilo otra entrada antes de terminar el mes.

    Besos, “pinchona”

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