Extraña conjunción de fotos de los tiempos en que Tina era Tina |
Me había acostado con
mal cuerpo por el debate nocturno de la sexta, con el asunto de la justicia
universal hecha unos zorros y el de la playa del Tarajal para más inri. La
actitud de algún contertuliano lo había empeorado. De modo que la cama, tras
una pequeña lectura, era el único alivio que ansiaba.
Maestro de vida se
titula el capítulo 9 de Jesús. Aproximación histórica. Pagola, el autor. Lo
medié y apagué la luz.
Me desperté media
hora antes, y no logré recuperar el sueño. Qué extraño, me decía; otras veces
apuro aunque sean cinco minutos. Sonó, pues, el despertador sin volver a
dormir.
Había niebla y hacía
frío. El sol parecía poder acabar con ella. Casi lo consigue. Pero no. A media
mañana circulé casi a tientas hasta La Arbolada, y volví del mismo modo. Mi
gente fue llegando poco a poco, en una lista como arrastrada. Empezamos el
canto con mucho hueco, que luego fue poco a poco rellenándose. Tras el
Evangelio* y para responder a la pregunta ¿qué quiere decirnos Jesús con estas
palabras? leí algo de lo de la noche anterior, y, entre pausa y pausa, notaba
su silencio y su atención:
Está
llegando el reino de Dios, y esto lo cambia todo. La ley puede regular
correctamente muchos capítulos de la vida, pero ya no es lo más decisivo para
descubrir la verdadera voluntad de ese Dios entrañable que está llegando. No
basta que el pueblo se pregunte qué es ser leal a la ley. Ahora es necesario
preguntarse qué es ser leales al Dios de la compasión.
Jesús
confronta a la gente no con aquellas leyes de las que hablan los escribas, sino
con un Dios compasivo. No basta vivir pendientes de lo que dice la Torá. Hay
que buscar la verdadera voluntad de Dios, que, en no pocas ocasiones, nos puede
llevar más allá de lo que dicen las leyes. Lo importante en el reino de Dios no
es contar con personas observantes de las leyes, sino con hijos e hijas que se
parezcan a Dios y traten de ser buenos como lo es él. Aquel que no mata cumple
la ley, pero, si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no
se asemeja a Dios. Aquel que no comete adulterio cumple la ley, pero, si desea
egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. Aquel que ama solo
a sus amigos, pero alimenta en su interior odio hacia sus enemigos, no vive con
un corazón compasivo como el de Dios. En estas personas reina la ley, pero no
reina Dios; son observantes, pero no se parecen al Padre.
Jesús
busca la verdadera voluntad de Dios con una libertad sorprendente. No se
preocupa en absoluto de discutir cuestiones de moral casuística; busca
directamente qué es lo que puede hacer bien a las personas. Critica, corrige y
rectifica determinadas interpretaciones de la ley cuando las encuentra en
contradicción con la voluntad de Dios, que quiere, antes que nada, compasión y
justicia para los débiles y necesitados de ayuda.
Quizás es sugestión
mía, pero, cada vez que levantaba la vista y miraba, me parecía que eran
recibidas sin resistencia, con agrado y agradecimiento. Que eran palabras que
reconfortaban. Que se las guardaban quizás para luego rumiarlas cada quien por
su cuenta en casa, o de camino a ella, o tal vez mañana o pasado en el trabajo
o en su búsqueda.
Luego, durante la Comunión, el Gracias a
la Vida sonó a pesar de no cantarlo ni la mitad. Pero en la salida, se hicieron
corrillos ocupando la calle, y por grupos se charlaba como sin prisas, aunque
la cocina y la mesa estaban esperando. La niebla, seguía persistente.
Ya por la tarde, el
sol brilla, pero el día no parece mejorar. Es como un cacho de hierro al rojo
ausente de calor, de vida.
Tengo que despedirme
de Tina. Sólo una vez me pareció verla comiéndose el mundo. Después se fue
apagando en una especie de tristeza. Y ya no la vi levantar cabeza. Fue dura
con ella la vida, demasiado.
Con la luna llena en
lo alto del cielo, miro para atrás y salvo el paseo con Gumi & Berto y las
brazadas en el agua, el final del día se lo ha llevado la visita al tanatorio.
Han vuelto muchos recuerdos al presente, entre otros aquel funeral a iglesia
llena, que ya me está costando fechar… porque tengo día y mes, Villalar, pero
no el año. ¿Pudo ser 2003?
Sí, el 23/IV/2003. Aquellas
muertes, su yerno y su nieta, fueron la puntilla. Tina ya no volvió a su ser.
Termina este día,
largo, deslavazado, raro donde los haya; y concluyo esta serie de apuntes que he
ido anotando según pasaba por delante del teclado.
Me voy, que me espera
el resto del capítulo 9 antes de apagar la luz. La puerta que la cierre Gumi.
*
Hoy tocaba Mateo 5,17-37:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la ley o
los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la
tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos
menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante
en el Reino de los Cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe, será grande
en el Reino de los Cielos.
Os lo aseguro: si no sois mejores que los
letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no
matarás, y el que mate será procesado.
Pero yo os digo: todo el que esté peleado
con su hermano será procesado.
Y si uno llama a su hermano «imbécil»,
tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la
condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda
sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra
ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu
hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte
enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y
el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último cuarto.
Habéis oído el mandamiento «no cometerás
adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha
sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y
tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo.
Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y
tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo.
Está mandado: «El que se divorcie de su
mujer, que le de acta de repudio».
Pues yo os digo: el que se divorcie de su
mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se
casa con la divorciada comete adulterio.
Sabéis que se mandó a los antiguos: «No
jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor».
Pues yo os digo que no juréis en absoluto:
ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de
sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu
cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta
decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
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