Funeral a las cuatro


Murió porque la vida busca siempre la mejor manera de hacer las cosas. Estaba completado el ciclo, y ahora tocaba otro. Había que poner broche final al primero, que es el único que está en nuestras manos; el segundo ya no nos pertenece.
Caía en domingo. En el pueblo, porque la tierra tira mucho. ¿Por qué a esa hora? Se me ocurrió preguntar. Me venía fatal, tras una mañana muy completa, y un viaje de casi una hora para hacer los sesenta y nueve kilómetros; e intuía que me pedirían que lo presidiese, como en otras ocasiones. Ir en ayunas, como que no; pero con la comida en la boca, no me apetecía. No se puede hacer a otra, me dijeron. Queríamos por la mañana, en la misa, pero no se puede. Además nos dijo que tenía que ser por la tarde y a las cuatro, que luego anochece pronto. Esto lo añadieron a modo de explicación no solicitada por mi parte, como tratando de justificarlos. Aquí usaron el plural y añadieron, son nuevos y además majos. ¡Sí se puede! rebatí. Eso dicen los curas. Concluyeron dócilmente.
Acaban de llegar, dos “in solidum”*, que atienden diez núcleos de población casi despoblados. Me figuro que se las ven y se las desean para atender todas las atenciones, todos los servicios, todas las necesidades…
Seguro que andan pilladísimos, comenté. Esta noche llamo y veo qué se puede hacer. Al teléfono me contesta una voz lejana. Me presento, me ofrezco y recibo por respuesta: Si tú haces un funeral en domingo nos hundes. Sabemos que se puede, pero la gente no entiende que otras veces no se pueda, y hemos decidido que no hay funerales en domingo. Se puede hacer en otro día, que es lo mismo. Mi respuesta: No da igual. Y si creéis que no lo entienden, ¿por qué no se lo explicáis?**
Me mordí la lengua porque intuí que al otro lado del teléfono la impaciencia empezaba a aflorar. Bien, nos veremos el domingo en la tarde.
Media hora antes de la cita está el cortejo fúnebre a la puerta de la iglesia. La orden es que aún no es la hora y hay que esperar afuera. El féretro en el atrio y todo el mundo a su alrededor, mientras alguien va y viene, prepara cosas y de vez en cuando echa miradas hacia el pórtico desde un templo parroquial vacío, salvo él y yo, que decidí ponerme en los primeros bancos. En un momento dado, desde detrás del altar hace señas de que hay que comenzar. Y todos se desplazan hasta allí, féretro incluido.
Comienza y discurre todo seguido una liturgia pulcra pero despegada, ajena al domingo y distante de los participantes, mejor diría asistentes, porque no se les dejó otra cosa que unirse a los cantos que se entonaban. No hubo misa, fue otra cosa.
Nos dirigimos al cementerio, distante unos quinientos metros del casco urbano. Me uno al crucero que encabeza la comitiva, siquiera por dar acompañamiento visible, en tanto el resto de la tropa camina ágil tras el furgón; hace un frío terrible, y la lluvia nos azota sin piedad. A la puerta del camposanto está esperándonos el cura. Ha ido por sus medios, con él no parecía ir el asunto. Entramos y esperamos. No hay gesto previo, hay que meterlo en la fosa. Son sus órdenes. Ya situada la caja en su lugar, el que parece presidir, mejor dicho dirigir, abre el libro y apenas recita leyendo una oración que habría quedado mucho mejor si la improvisa desde el sentimiento y la piedad. Sin apenas devoción, aviamos la losa y fuimos saliendo en silencio casi.
Palabra que no pretendíamos cambiar las costumbres. Respetamos, sin embargo, a quien recién llegado quiere imponernos su criterio. Por si fuera poco alejar los tanatorios a los extrarradios, ¿además tendremos que vivir y celebrar la muerte con asepsia y disciplina?
Si no hubiera sido por las miradas y la cercanía que creamos, triste entierro fuera aquel, en mi Tierra de Campos tan querida.

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Notas explicativas:

* In solidum es un término que indica que quienes están así nombrados tienen el mismo rango y se ocupan con igual responsabilidad de cuantos centros parroquiales o conventuales atiendan.

** Según el ordenamiento litúrgico de la Iglesia Católica, La Misa de las exequias o funeral se puede celebrar todos los días, incluidos los Domingos de Navidad y del Tiempo Ordinario, las solemnidades no de precepto y los días de la Octava de Navidad. Y no está permitida en las solemnidades de precepto, el Jueves Santo, el Triduo Pascual y los Domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua.
Sin embargo, servidor no comprende esta normativa que parece estar diciendo que la presencia del cadáver de la persona difunta en según qué días señalados puede confundir a los fieles cristianos sobre la “precedencia” de las celebraciones, como si no supiéramos distinguir quienes formamos el pueblo llano donde está realmente el centro de nuestra fe.
En muchas parroquias rurales aplican estas normas litúrgicas con manga ancha, habida cuenta de que entre la gente del campo un funeral y el cuerpo de la persona difunta están estrechamente relacionados, y es preceptivo pasar antes por la iglesia, camino del cementerio.
A lo que se ve, en algunos otros lugares, se aplica la manga estrecha, cortando por lo sano y no haciéndolo si es domingo.


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