Padre Nuestro, de todos
nosotros, hombres y mujeres:
sabemos que sufres
viendo desde el cielo
que aquí, en nuestra
tierra, el rico
ejerce su imperio sobre
el pobre.
Oye nuestras voces, oye
nuestro ruego.
Tú estás caminado, de
nuevo,
con los pueblos que, por
el desierto,
caminan buscando que se
haga tu Reino.
Sé tú nuestra fuerza y
nuestro aliento.
Que no desfallezca nunca
nuestro empeño en luchar buscando
ese mundo nuevo de tu
voluntad,
donde lo importante ya
no sea el dinero
con sabor a sangre,
obtenido de los pobres pueblos,
sino el ser humano pleno
en su dignidad.
Danos tú el aliento.
Mira que nos roban cada
día el pan de nuestros esfuerzos
diciendo que debemos lo
que no debemos
pues son nuestros
hermanos, tus hijos pequeños,
los que sin arroz, sin
casas, sin médicos,
crecen como árboles
carentes de riego,
en tierra agrietada como
troncos resecos.
Nosotros queremos saber
perdonar lo que ellos nos deben;
que ellos nos condonen
lo que, según dicen, nosotros debemos.
Líbranos, Señor, de este
mal que
es cerco que aprieta y
asfixia.
Que todos los pueblos te
santifiquemos siendo solidarios.
Este es nuestro anhelo y
también el tuyo.
Amén, Padre Nuestro.
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