Y de ellas, ocho son
las citas obligadas; porque un documento así tiene que tenerlas, no nace por
arte de bóbilis bóbilis, sino con fundamento.
Ya han salido por ahí
resúmenes facilitadores, como si fuera mejor beber sucedáneos y condensados que
de la fuente original.
No me parece. Que lo
resuma cada quien, pero que se lea, y se saboree personal e inexcusablemente.
Digo esto porque ya
ha aparecido quien me ha echado en cara no tratar bien al prelado. Un sacerdote
como tú, a quien lee tanta gente… Debes ser más respetuoso con tu papa.
Encajo el directo en
mi mandíbula, y releo mis escritos por si acaso he mostrado tal actitud. O
siquiera he descuidado mi estilo y algo se me ha escurrido entre las teclas. No
lo encuentro.
Veo, sí, que el
documento está impreso en un formato muy cómodo, aunque a mí me moleste pasar
página tan de seguido; una hoja debe estar algo más llena. Doscientas
veinticuatro páginas oficiales se reducen exactamente a noventa y tres en word,
con márgenes holgados y tipo más que suficiente, el doce de times. También su
lectura no necesita tener a mano el DRAE, porque salvo algún giro rioplatense
(?) todo él es castellano sencillo. Hay, sí, algún vocablo esperpéntico, pero
para eso ya tenemos a Valle Inclán, que en eso fue un maestro.
No, no he faltado al
respeto. Tampoco he manoseado el texto. Y muchos menos lo he teledirigido al
interpretarlo. Sólo lo he publicado tal cual, íntegro. Una cosa me he
permitido, poner su escudo al principio, no en blanco y negro como en el
original, en colorines, que hace más guay. ¿Que hay que tener escudo? Pues
que sea en arco iris.
Y eso es todo. Que lo
lea todo el mundo, aquí o aquí. Y quien no quiera molestarse, que tampoco se canse en otras
cosas. Al final inevitablemente le van a llegar, de una manera o de otra,
afirmaciones suyas. Siempre será mejor que haya exactitud y rigor, que de otra
forma tal que “el papa ha debido decir…”, “dicen que Francisco acaba de
hacer…”, “te parecerá bonito lo que afirma el papa…”, “a ver si aprendes de
Francisco que…”, “vosotros los católicos no sabéis cómo estar sin dar la
nota…”, “vais a tener papa por poco tiempo, al tiempo…”
Así me ha ocurrido el
domingo. Animé a leerlo, o a que se lo lean otras personas si fuere el caso. Y
alguien me dijo que de las homilías dice que han de ser breves. Sí, contesté, y
más cosas; y para ello utiliza trece páginas. En realidad son dieciocho, aunque
prácticamente todo el capítulo III está referida a ella.
Soy partidario de
evitar intermediarios que, además de encarecerlo, malean el producto. Del mismo
modo que digo que se lea la Biblia, el periódico o los libros, digo también que
se lea a Francisco.
Y luego, si es el
caso, hablamos.
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