Esa máquina que tanto me desea


Tras el ultimátum de la última vez, en esta ocasión sólo ha sido aféresis de plasma.
Conociéndome como ya me conocen, en mayo me preguntaron si plasma sólo o plaquetas. Envalentonado dije ¡a por las plaquetas! Pero la jefa de la sección correspondiente dijo cuando estábamos en medio de la función ¡ni una más! Ella había pronosticado una duración disparatada, que yo, a fuerza de puño, reduce de manera ostensible. Aún así, al salir, me avisó de nuevo.
Ayer no preguntaron, menos insistieron; lacónicamente dijeron, ¡plasma! Y así ha sido. Además con una máquina nueva, al menos para mí, que en cuatro sesiones me sacó lo que tenía que sacar.
Antes me tomaron la tensión y midieron el hematocrito. Hubo que repetir ambas, porque la primera alta y el segundo bajo. ¡Mecachis! protesté yo, y eso que ahora estoy con armolipid en lugar de la simvastatina. Ya subsanado el fallo, me dieron el pase y pude continuar. Entre tanto, leí. Un artículo, por cierto, que no entendí. Cuando lo terminé empecé otro, y este fue de corrido, porque era facilito y estaba escrito muy claramente.
Hay que ver; habiendo formas sencillas de expresarse, ¿para qué diantre hacerlo de manera enrevesada? (Juro por lo más sagrado que de esta noche no pasa que me entere bien de lo que está ocurriendo en Egipto; no he conseguido hasta ahora saber qué sucede en aquel país. Adelanto que ya he recabado algo de información, y empiezo a hacerme una idea aproximada. Continuaré indagando).
En esas estaba cuando la máquina a la que estaba enchufado dejó de funcionar. ¡Se terminó! dijo la encargada. Y me desenchufó al tiempo que me empaquetaba el brazo derecho, que es el que por costumbre ofrezco para este tipo de trabajos.
Ya en la calle, pude comprobar que estamos en agosto, que el personal está de vacaciones, que los comercios ofrecen rebajas de auténtico escándalo, y que gracias a ello he vuelto a casa con pantalones nuevos. Estaban marcados a setenta euros y lo he cogido por catorce. Pura lana marino de alta calidad, con forro hasta por debajo de la rodilla y la cintita de rigor en los bajos de las perneras. Un auténtico chollo. Me cae… ¡cómo me cae!

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