Mientras braceaba




Curiosamente he sentido fresca el agua de la piscina. Ha sido por contraste con el exterior, que abrasaba. Así que me he dejado llevar indolentemente, y no tengo ni idea de las que he hecho ni del tiempo que he empleado. Simplemente he nadado. Y cuando me vi solo en la piscina, decidí salir. Miré al reloj y creo que más o menos como siempre, treinta siete minutos.
Disfrutando de la buena temperatura en la que estaba inmerso, han ido pasando por mi mente las horas del día, quizás el más tórrido del año según dicen, no por orden, sino a saltos. Así, por ejemplo me vi en los bautizos, tres, hablando de los nombres. Qué curioso, Sofía, Leyre y Ariadna. ¿Por qué los habéis escogido? Porque son diferentes. ¡Diferentes! Tras preguntarles si tenían prisa, me demoré hablando de ellos. Así que empecé por Grecia, pasé por Navarra y terminé por Creta. Y no me olvidé de Estambul ni de la plataforma contra la recrecida del embalse de Yesa, pero a los toros ni nombrarlos. Estuvo bien la ceremonia y las niñas salieron bautizadas, como era de esperar.
Luego, por la tarde, un aviso me hizo saber que un vídeo que había tomado prestado para una entrada antigua había desaparecido. Lo busqué en vano, lo habían borrado de videos google. Me entretuve en apañar algo para salir del paso y dejar aquella entrada lista para el pase; con unas cuantas fotos de linces y una musiquilla prestada de unos amiguetes lo solucioné. Merecía la pena, porque aquel escrito de hace más de cuatro años lleva la friolera de mil cuatrocientas visitas. Esta vez youtube estuvo ágil, a pesar del calorazo. Lo que pensaba luego en la piscina es si debería decirles a Jaime y a Carlos que he usado su pieza “Seguidillas tempranas”, o dejarlo estar y que sirva de promoción de su último disco “Para volver”…
También pasaron bajo el agua los dos apretones al costado de Gumi, dolorosos ambos, pero sanadores. Ahora por la noche está más ágil y hasta más alegre. Desde aquí oigo sus ladridos a la calle. Y ha descubierto el muy bribón que el antibiótico envuelto en queso fundido está rico y me espera a la cada toma mirándome de frente y salivando descaradamente. Mañana creo que no hará falta estrujarle más.
Y la encíclica del nuevo papa, bueno firmada por él y pensada y escrita por el anterior, “Lumen fidei”. Me llego a la mitad y aún estoy pensando si dirá algo nuevo. Menos mal que es corta y fácil de leer. No me gustan los documentos de este tipo, y si están escritos como se dice “a cuatro manos” menos aún. ¡Qué despropósito para achacar las cosas a qué mano! Es posible que continúe hasta terminarla, pero no que haga una valoración personal; ya he visto por ahí cosas a favor y cosas en contra. Que cada quien saque sus propias conclusiones.
Y por fin constaté que mi vuelta americana no tiene ningún pero. Ahora ya no. Es más, se me hace difícil girar en la pared de otro modo. Sin embargo, el empeine de mi pie izquierdo, razón por la que empecé a aprenderla y placticarla, sigue molestándome a pesar del tiempo transcurrido. O me hice daño de verdad, o ya mis huesos y articulaciones están seriamente envejecidas y reacias a regenerarse.
En fin, esto es lo que ha dado de sí el día, y lo que pensé mientras nadaba. Y no quise sacar conclusiones de la última frase que me soltó una de las madrinas, abuela para más señas, de una recién bautizada: “Hacía mucho tiempo que no estaba en una misa tan entretenida”.
Lo dicho, ni palabra. Sólo unas pocas para quejarme ante el socorrista, porque como he estado ensimismado todo el tiempo, me he dado varios golpes contra la corchera que separa las calles. ¿No existe otro material más blando en lugar de este plástico rígido? Porque duele… Sí, respondió el hombretón, las de la pequeña son más suaves. Pero allá no voy ni harto de vino.



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