¡Hola! ¿Dan su permiso?



Villaseco del Pan 1927 - Valladolid 2013

Estoy seguro de que Manuela ha llamado en la puerta del cielo y ha hecho esa pregunta. Y estoy también convencido de que San Pedro se ha apartado a un lado para dejarla pasar.
Tal vez ha estado un rato esperando en alguna sala lateral a que alguien fuera a saludarla. Pero supongo que no demasiado, porque con toda seguridad o alguna persona del servicio o tal vez el mismísimo Padre Eterno ha bajado de su lugar de residencia a acogerla.
Y por lo mismo, puedo casi aseverar que en cuantito se la ha echado a la vista, haya sido abajo en el recibidor o arriba en su residencia habitual, la ha acogido con un abrazote de esos que abarcan por completo al abrazado y hasta es posible que sin dejar que ella abriera la boca le ha soltado de corrido: «Ven a mis brazos, Manuela. Tenía tantas ganas de verte cara a cara. Déjame que te agradezca todo lo que me has hecho a lo largo de tu vida». Y como Manuela se quedara con los ojos espetellados de puro asombro, continuaría oyéndole decir: «Sí, porque cuántas veces me saludaste a pesar de mi aspecto descuidado; qué de veces me diste de comer; cómo me alegrabas cuando ibas a visitarme; no te haces idea lo que suponía para mí que me abrieras tu casa y me invitaras a sentarme junto al hogar de tu cocina; no fuiste a la cárcel, donde me encerraron tantas veces, pero sabía que tú pensabas en mí y sentías piedad y lástima por mi sufrimiento; muchas veces pasé por tu calle y tú al verme siempre me invitaste a un vaso de agua y un rato de descanso bajo la parra de tu patio. No me vestiste ninguna vez, pero no hizo falta, además tampoco tenías con qué, porque tu vida ha estado llena de trabajos y privaciones que no te han permitido tales dispendios. Me diste tantas cosas…»
Seguro que Manuela ha intentado replicar que ella nunca… no se acuerda de que eso le haya pasado jamás… que qué cosas se le ocurren a este señor tan importante decirle a ella que es una mujer tan pequeña e insignificante…
En fin, que hoy hemos despedido a Manuela y hemos podido constatar que ha dejado todo nuestro pequeño mundo sembrado de serenidad y humilde alegría. Y agradecimiento.

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