lo que trajina para darle expresión, lo que articula mediante la palabra dicha o escrita… y lo que otra persona entiende, puede haber una distancia sideral. Y esto no depende del lugar físico en el que se encuentren, o no sólo, ambos; aquí la geografía puede tener su importancia, pero no deja de ser algo secundario. Decisivo es el lugar mental de cada quien, tanto del agente emisor como de la parte receptora.
Digo esto a cuento de
unas frases del papa Francisco que ya están recorriendo el éter. Si un día dijo
«los corruptos son el anticristo», al siguiente insistió «la hipocresía es la lengua de
los corruptos».
Inmediatamente han empezado a utilizarse para confirmar coincidencias o
desavenencias. Mientras para una porción de escuchas se trata de un juicio
condenatorio contra la corrupción en la vida política y social, para otra
porción no menos importante se refiere a quienes dentro del ámbito eclesial
tratan de medrar buscando su propio interés; pero también hay quien considera
que el papa se refiere a otros asuntillos que, –¡oh cielos, ya lo habíamos
advertido y aquí todo sigue igual!–, ya fueron rechazados con anterioridad
porque identifican a quienes “quieren vivir su fe
desde la modernidad, respetando la autonomía del mundo y fundando su ética y su
acción en el mundo «como si Dios no existiese»”.
Espero que sea él
mismo, Francisco en persona, quien avisado de las posibles significaciones e
interpretaciones de sus palabras, reafirme incluso con gestos su pensamiento.
Es mi opinión que ya lo está haciendo. Pero claro, cada quien entiende lo que
quiere… o lo que puede.
Eso mismo le pasó a
Juan XXIII, cuyo 50º aniversario celebramos ayer. Y es bueno recordar que
cuando a él le ocurría algo semejante, solía ser contundente. Dijo que habría
concilio, y lo hubo. Dijo que pastoral, y la hubo. Dijo que universal, y lo
fue. Mandó callar a la curia… (aquí no sé si le hicieron demasiado caso), y los
obispos y los teólogos hablaron. Y más importante, dejó que el Pueblo de Dios
se expresase. Y más cosas, que ahora resultaría prolijo enumerar.
No tengo que ir muy
lejos para hablar sobre este particular. También a mí me suele ocurrir, que
pensando una cosa, al traducirla a formas de expresión, se entiende de diverso
modo. ¿Ha dicho blanco o negro? ¿Quiere que hablemos o que callemos? ¿Permite o
no permite? Suele ser más frecuente la salida socorrida de “no le entendí”, “en
ese momento estaba un niño gritando y no oí nada”, “es que me olvidé las gafas
de leer”…
Por eso mismo suelo
escribir lo que quiero comunicar, aunque luego levante la mirada y me salga lo
que no está en el papel aunque sí en mi pensar y sentir. Por eso también,
cuando me piden que dé lo que he dicho, respondo que no lo sé, tampoco lo
tengo; y es la verdad.
Compruebo que también
en Internet sucede algo semejante. No hay más que recorrer blogs y leer
comentarios. Enseguida se comprueba cuánto difiere el texto original de quienes
se acercan, leen y opinan.
Terror me produce
cuando en algunas reuniones, y tras haberme expresado a mi manera, alguien
interviene diciendo “estoy de acuerdo contigo…” para continuar diciendo de su
cosecha algo tan diferente y alejado a mis ideas que no hay forma de medir la
distancia que nos separa.
Sí, el lenguaje
escrito o hablado, incluso el corporal, también sirve para separar y
distanciar. Es una auténtica pena.
Pues es verdad, Míguel, cuando uno se expresa puede ser bien entendido o no. Las expresiones del papa sobre la corrupción y los corruptos tienen un significado evidente para la inmensa mayoría del personal y, muy probablemente, otro más local, más corporativo por así decir. Supongo que hasta esos varios significados están calculados para que cada cual se aplique el cuento. Ojalá oyéramos al presidente de la conferencia episcopal española hablar en esos términos pero por desgracia “ni está ni se le espera” en lo relativo a estas cuestiones. Quiero decir, para que se me entienda bien, que no condenará semejantes comportamientos, aunque sean pecados muy graves contra la sociedad, porque está en la misma lógica y ampara precisamente a toda esa caterva de indecentes personajes que, además, utilizan como coartada a la iglesia católica y, como diría mi madre, mucho darse golpes de pecho pero están robando a manos llenas el dinero de los demás.
ResponderEliminarEspero haberme explicado bien, que se entienda mejor y no entiendo como no te entienden bien algunos de tus interlocutores.
Besos