El cuarenta de mayo




Hombre refranero, medido y certero,
Hombre refranero, preciso y certero.
Hombre refranero, hombre majadero.
Hombre refranero, hombre puñetero.
Hombre refranero, hombre de poco dinero.
Hombre refranero, tonto y majadero.
Hombre refranero, maricón y pilonero.
Supongo que es por la rima, porque en mi vida me he encontrado con muchas más personas de sexo no masculino refraneando; sin embargo los varones parece que nos llevamos todo el protagonismo a la hora de acertar o desacertar con la redondez o exactitud versificadora.
Es pues el caso que este año se está cumpliendo en demasía lo de no quitarse el sayo antes de tiempo. Y esto lo diga Agamenón o su porquero, Clitemnestra o su costurera, Ifigenia en Áulide o Santa Efigenia de Etiopía.
Ayer se abría oficialmente el acceso al césped en la piscina de Parquesol, pero todo el personal estaba dentro, tomando el sol a través del amplio ventanal orientado a poniente.
Lo supongo, porque ver, lo que se dice ver, no me lo permitía el sol según atardecía. Es mi sino de todos los domingos; he de ir a nadar justo a esa hora, porque cierran a las ocho las dos únicas piscinas que funcionan por la tarde, y la de La Victoria está demasiado a trasmano. Cuando cierren, por descanso programado, la de Parquesol, tendré que ir a la otra, qué remedio; pero no mola absolutamente nada, es un simple charco de ranas con su apenas uno veinte de profundidad.
Junio se está tardando.

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