Sopa de cocido con fideo cabellín


La sopa ya me lo tomé
En mi casa el cocido era el menú diario… todos los días de la semana, excepto el domingo que comíamos arroz con pollo. De corral, por supuesto.
En una economía agraria de subsistencia, los alimentos eran los que se producían en casa. Por eso legumbres, cereales, verduras y carne de cerdo, de oveja o de pollo constituían la base de nuestra alimentación.
La comida central era, pues, el cocido. Fuerte, abundante, regado con vino rebajado con gaseosa para los más pequeños, que inevitablemente inducía a la siesta (a todos menos a los más pequeños). El tipo de vida y de trabajo de entonces lo requería.
Y la sopa era lo primero, para abrir boca. En ella estaba toda la sustancia del puchero. Escurrido todo, el caldo era acompañado con rebanadas de pan tierno, cortadas bien finas, que se añadían justo en el momento de empezar a tomarla.
Luego vino la modernidad, y llegaron los fideos cabellín. Debían cocer durante un rato, para que se volvieran comestibles.
Ahora me he enterado de que en algunos restaurantes de alto copete en la sopa de cocido echan una lluvia de estrellas. Pero ya no es lo mismo.
Antes de concluir este escrito, recuérdanme que estamos a cero en harina. Y eso es harina de otro costal. Resulta que muchas de las personas que atendemos por aquí resuelven los asuntos de la manducación usando harina de todas las formas habidas y por haber. Es un elemento básico en su dieta. En el último envío no llegó nada. Hay que hacer acopio. Corro a por un viaje y vuelvo en un ratejo. Ya llegué con cien kilos. Ahora sí que doy a publicar.
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La cuchara de la imagen superior está realizada en madera de boj procedente del valle Benasque. El bol es obra de un artesano de la madera a partir de viejos troncos de olivo. Quien se acerque por Cascante, cerca de Tudela, en Navarra, podrá disfrutar de preciosidades elaboradas casi como en los viejos tiempos, a punta de navaja. Preguntar por PIMFA. A mí me hizo un cáliz al estilo de como trabajaban los pastores que utilizo no sólo a diario, sino también en las fiestas de postín. No lo hizo con tapadera, porque es una rareza; pero como por aquí antes abundaban las moscas, le pedí unos trozos de madera de olivo y yo mismo me la fabriqué. Ambas cosas no tardaré en publicarlas, con el añadido de alguna anécdota sin sustancia, de las que suelen sucederme.

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