Enrique Pablo Barquín Sierra



No la ha rehuido. Qué va. Ni se ha retraído ante ella. De lejos la vio venir y desde entonces ha estado esperándola. La ha recibido a su estilo: en casa y rodeado de su familia; la más próxima, y numerosa; y la otra, más numerosa aún.
Esta mañana se fue. Ni arrebatado, ni atropellado; como fruto maduro, en sazón. Salió suavemente, sin hacer ruido, sin pegar portazos, con una sonrisa, como disculpándose, con un hasta pronto.

Ha querido el destino que su último día en esta tierra coincidiera con aquel su día primero, 21 de marzo, con una distancia entre medias de 85 años, largos, felices y fecundos.
Se ha dejado llevar como quien sabe bien el destino que le tiene preparado Quien le quiere tras haberlo querido todos y cada uno de los días de su vida.
Una sola pena asomó en su rostro cuando nos despedíamos: Carmenchu. No ha podido completar su cuidado, le ha tocado marchar primero…
 Como el Resucitado que nos pintaste, ten por seguro Enrique que la dejas en buenas manos. Tenías que marcharte, como Él. Ninguno de los dos os inhibisteis. Es necesario pasar el testigo. Cuando sopla el Espíritu de Vida todos somos necesarios, todos prescindibles, todos importantes.
Deja que sean otras personas las que ahora lleven la dulce carga; descansa de tus trabajos; y permítenos que el sábado, justo antes de entrar en Jerusalén aclamando con ramos al Rey y Señor, te despidamos oficialmente.

Yo con mirar este cuadro ya no necesito más.
Añadido a última hora con premeditación y sin alevosía; con ello corrijo el error de la fecha de tu nacimiento y expongo otro de tus cuadros que no conocía aunque es del año 2011:



No hay comentarios:

Publicar un comentario