Unos plátanos que valen tanto como el Tal Mahal



Ambos son indios; pero, mientras el templo sigue estando allá, éstos han viajado hasta mi mesa de cocina de manos de Baiju, que los recolectó de la huerta de su tío.
Sí, fue para ver a su madre hace tiempo enferma; y ya está de regreso, junto a sus eses más queridas, Suni y Sara. No sé qué llevaría de equipaje, aunque lo supongo; ha vuelto con cosas de su tierra y una sonrisa tan de lado a lado que casi se le rompe la cara.
No explicaré aquí cuán abrumado me siento; que eso de atravesar la mitad de la tierra con media docena de plátanos no tiene precio, es inconmensurable. Si, a mayores, comparamos las apreturas de aquella economía de pura subsistencia con nuestro aún alto standing, es natural concluir que se me haga cuesta arriba comérmelos. Tentado estoy de colocarlos en un expositor para recuerdo imperecedero, junto a otros presentes venidos también de tierras lejanas. Aún así los comeré, porque mi agradecimiento y su honor, lo exigen. Y servidor es un caballero. Nobleza obliga.
Más importante que el poder y el dinero –en sobres o bajo cuerda, para ganar favores o para pagar servicios– son los buenos sentimientos, el cariño que se da y se recibe porque sí, sin más secuencia que la acogida y la entrega, la confianza y la disponibilidad, la limpieza en la mirada y la sencillez de corazón.
Suni, Sara y Baiju son cuanto tienen, tienen lo que son. Si ellos se sienten a gusto, algo bueno tiene esta tierra.

1 comentario:

  1. El valor de esos platanos es inconmensurable, si señor. Te los has de comer poco a poco, disfrutando y deseando en cada "Bocao", suerte para esos jovenes emigrantes. Y claro que tu tierra tiene mucho de bueno,seguro que viven sin sobresaltos de guerras y conflictos, como en su pais...y te tienen a ti de amigo. Otro valor en alza.¡jejejeje!qué bien ha quedado.

    Besos

    Anna J R

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