Llevaba la cámara sin saber por qué
en el bolsillo. Ahí ha estado todo el día, quizás a la espera de algo
interesante. Nada de particular me ha asaltado, ni en la mañana, ni por la
tarde. Volvía del cuarto de calderas, que la noche era fría y el viento ululaba
entre el cedro, de apagar la calefacción; había añadido unas horas extra. Al
volver, esa imagen, familiar a todas luces, también lo es en la penumbra del
alumbrado callejero. Esta es la ocasión, me dije; saqué la máquina y disparé.
No miento si digo que
esta perspectiva es sólo mía, dada la hora y la ocasión. Esto está frecuentado
por mucha gente, pero para verlo así hay que dormir aquí; y eso sólo lo hago
yo.
Sin embargo quiero
compartirla. Y ese es el único motivo de ponerla.
Está acabando el
domingo de carnaval. Hay silencio. El jaleo andará por otros sitios. Aquí sólo
ruge el viento y el cedro se mece sin oponer resistencia. Esa puerta abierta es
la que ahora estoy cerrando. Buenas noches.
Bonita fota, Miguel Ángel. La cruz, tan sencilla, lo domina todo, y la luz nocturna da paz. Ayer era buenas noches, y hoy vuelve a ser casi buenas noches otra vez, pero ha ocurrido algo. Supongo que importante para ti. No sé si te parecerá bien comentarlo, pero yo espero que lo hagas, aunque no quiero presionar. Tú ya sabes a qué me refiero. Un abrazo. Y mucha paz.
ResponderEliminarPreciosa foto y buenas noches, Miguel Ángel.
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