Con motivo de mi
ordenación sacerdotal, un grupo de activos cristianos y activistas
platajunteros [1] me obsequiaron en junio de 1975 un paquete de cintas de audio
y unos cuantos libros.
De los libros que
recibí por aquel entonces sólo recuerdo dos: El Capital de Karl Marx, y En el
jardín perfumado, que me llegaron por otro camino. Pero de aquel cupo musical
guardo las tres casettes: Paco Ibáñez en el Olimpia volumen I, Obras inmortales
de Albert W. Ketelbey, y Te recuerdo Amanda de Víctor Jara.
Aún las conservo,
pero en conserva; su delicada situación no permite reproducirlas sin que se
terminen de romper. No me importa, porque ahora tengo otros medios para
escuchar la música que contienen; y aquí duermen el sueño de los justos y
mantienen la vela de una fecha: 15-VI-75.
Concretamente la de
Víctor Jara contiene las siguientes piezas, y cito de memoria, pero sin temor a
equivocarme [2]:
01. Te recuerdo Amanda
02. Juan sin Tierra
03. Preguntas por Puerto Montt
04. A Luis Emilio Recabarren
05. Abre tu ventana
06. A la Molina no voy más
07. Plegaria a un Labrador
08. La partida
09. El niño yuntero
10. Vamos por ancho camino
11. A desalambrar
12. Duerme, duerme Negrito
No puedo concretar en
cifra cuántas veces di vuelta a las pobres cintas; ahora están hechas unos
zorros la de Ibáñez y la de Jara y pasable la de Ketelbey.
Sí mantengo en la
memoria quienes cantaron conmigo las canciones de ambos; en mi casa y en el
campo, en plena calle y ante los aturdidos paisanos de aquel pueblo de Campos.
Supe de Víctor Jara
ex auditu; vibré con su canto; reflexioné con sus letras; aprendí historia,
sociología, política, psicología… a fuerza de repetir una y mil veces sus
canciones. Crecí y maduré cantándolas en unos años difíciles de mi vida, en los
que supe de soledades, quebrantos e incomprensiones.
Conservo también, he
de decirlo, un viejo cuaderno con la transcripción literal de sus letras y los
acompañamientos; también, y pegado a cada una de sus hojas, el sudor añejo de
mi juventud. ¡Y la guitarra! aunque asaz desfigurada por los viajes y los malos
tratos recibidos a lo largo de la ya nada corta vida que ha vivido.
Mantengo una canción
suya en el cancionero parroquial: Plegaria a un Labrador [3]. No la cantamos, está para ser
rezada desde la no violencia convencida a pesar de pedir “¡limpia como el
fuego el cañón de mi fusil!”. Y espero y deseo que los peques -unos y otras- que conmigo
cantaron sus canciones en aquellos fuegos de campamento durante los veranos de
su infancia, ahora le mantengan en algún rincón de su memoria y aún caliente
una pizca siquiera sus corazones de adultos.
Aquel Chile de
septiembre de 1973 me ha perseguido durante mucho tiempo. Y luego de un período
de reposo, vuelve a ponerse delante de mis ojos y de mi alma con la noticia de
que los verdugos del cantautor están siendo llevados ante la justicia [4].
Casi cuarenta años
después; ni el conde de Montecristo habría tenido tanta paciencia. Larga vida a
la justicia si es capaz, ahora, de poner las cosas en su sitio.
TE RECUERDO AMANDA O JARA EN EL CORAZÓN [5]
Félix Población
Acabamos de saberlo, 31 años después. El nombre del
responsable ya está a disposición de los archivos de la consternación y el
espanto. Acaban de revelarlo los jueces de un tiempo nuevo en Chile. Así de
largo ha sido el plazo que se ha tomado la justicia frente a la fácil y
burladora acechanza de ese fantasma devorador de las afrentas que llaman
olvido.
No podía ser de otra forma. Habían silenciado al cantor pero
no la vida de su canto. Pervivía ésta en la razón y sentir de sus versos entre
quienes le profesaron cariño y escucha, firmes valedores de su memoria y
tenaces retadores de la impunidad criminal y alevosa que acabó con su
biografía.
El cantor había dejado la semilla y la huella de su paso en
la voz del viento. Decía León Felipe que los vientos fuertes llevan a cada cual
a su sitio. El de los poetas afincados en la entraña popular está en la
permanencia de su soplo para hacer más respirables los paisajes de la
existencia:
Si se calla el cantor muere la vida,
porque la vida misma es todo un canto.
Nada ni nadie acallará jamás a los poetas, a menos que
acabemos con nuestra más cabal certidumbre de humanidad, ese código fundamental
de ser libres a través de la palabra. Si eso ocurriera, el hombre perdería su
más alto sentido de habitar la tierra con la disensión y el acuerdo, clave de
nuestra cultura y suma proscripción en la que se basa la sinrazón del
pensamiento único:
Que no calle el cantor porque el silencio,
cobarde apaña la maldad que oprime.
A Víctor Jara lo detuvieron los frenéticos sicarios del
general Augusto al día siguiente de que éste acabara a tiro limpio con el
régimen democrático de Salvador Allende. Encarcelado en el Estadio Chile, donde
se consumaría una de las páginas criminales más espeluznantes de la historia
del país, fue golpeado y torturado. Sus manos, sobre todo, sufrieron el sadismo
bestial de sus verdugos, obcecados sin duda con la idea de silenciar para
siempre la música de sus dedos. Pero aunque apagaron su corazón con 34 balazos,
el corazón de esa música no ha dejado de sonar desde entonces:
Debe el canto ser luz sobre los campos,
iluminando siempre a los de abajo.
Por eso sabemos hoy que el director general de aquel
concierto de barbarie en aquel estadio de muerte tiene identidad y rango.
Confiado sin duda en que su retiro como militar de alta graduación le sería
plácido y apacible hasta el final de sus días, el teniente coronel Mario
Manríquez acaba de encontrarse con la voz del cantor, que le acusa desde la razón,
el sentimiento y la fidelidad de sus deudos, seguidores y amigos -contra el
tiempo y el olvido- en el mensaje de justicia y libertad que proclamaba su
música:
No saben los cantores de agachadas,
no callarán jamás de frente al crimen.
Entre todos ellos estará Amanda, hija de Víctor y de Joan
Turner, y nieta de Amanda, la modesta abuela lavandera que aupó en el recuerdo
de su hijo una de sus más enternecedoras e inolvidables canciones. Por eso, en
estas horas de reencuentro con la verdad perseguida y la justicia anhelada, mi
recuerdo para las dos Amandas, pues si la una dio razón y vida al canto de
Jara, en la otra ha de progresar sin duda la sazón de su ejemplo y todos sus
frutos:
Si se calla el cantor muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría. [6]
1
Platajunta: Organismo unitario constituido en marzo de 1976 por la fusión
de Junta Democrática de España y
Plataforma de Convergencia Democrática. Para más información ver wikipedia
2 El contenido de esta cinta
de audio es una selección del LP “Pongo en tus manos abiertas…”, su cuarto
album de estudio, publicado en 1969, según he podido comprobar.
3 La chavalada la titulaba El Padre nuestro de
Víctor Jara, que me pedían repetirla una y otra vez, enardeciéndose todos con los
amenes finales; y su letra es:
Levántate y mira la montaña
de donde viene el viento, el
sol y el agua,
tú que manejas el curso de
los ríos,
tú que sembraste el vuelo de
tu alma.
Levántate y mírate las manos,
para crecer, estréchala a tu
hermano.
Juntos iremos unidos en la
sangre,
hoy es el tiempo que puede
ser mañana.
Líbranos de aquel que nos
domina en la miseria,
tráenos tu reino de justicia
e igualdad,
sopla como el viento la flor
de la quebrada,
limpia como el fuego el cañón
de mi fusil.
Hágase por fin tu voluntad
aquí en la tierra,
danos tu fuerza y tu valor al
combatir,
sopla como el viento la flor
de la quebrada,
limpia como el fuego el cañón
de mi fusil.
Levántate y mírate las manos,
para crecer, estréchala a tu
hermano.
Juntos iremos unidos en la
sangre,
ahora y en la hora de nuestra
muerte, amén, amén.
4 Ver La Nueva España
5 Tomado del blog Diario del aire
6 Si se calla el cantor,
de Horacio Guarany.
No puedo más que emocionarme al leerte, porque algo parecido pensé cuando el otro día leí la noticia, la justicia ha tardado casi cuarenta años en hacer justicia (valga la redundancia), supongo que cuando las condiciones y circunstancias del país lo han hecho posible. Para mi, Víctor Jara es el poeta comprometido hasta la muerte con su clase y sus principios y, por ello, uno de los seres más admirados y queridos. Sus canciones, todas las que citas, son un canto a la lucha, a la rebeldía para conseguir la libertad y la justicia, a la ternura ... Tenemos una deuda con él, no callar ante la injusticia, él dio su vida por eso.
ResponderEliminarBesos
Todo lo que dices lo había dado por supuesto, y me equivoqué. ¡Qué bueno que ahora sí esté en esta entrada! Gracias.
ResponderEliminarBesos