Ahora que empezamos año nuevo






Una queja…

 

Estoy cansado del camino.
Hemos recorrido desiertos
y subido montañas.
He tocado oasis
y he bebido de sus aguas.
Aguas frescas y sedantes
que me invitaban a fijar domicilio junta a ellas.
Y Tú me decías: «¡A caminar! ¡A caminar!».
Déjame.
Déjame en este arbolado
disfrutar de la sombra y de las aguas.
He traído lleno el zurrón
y quiero comer en paz la pobreza de mi saco
sobre esta hierba,
bajo estos árboles,
junto a estas aguas.
Su murmullo me librará de la soledad.
Déjame.
No me agarres de nuevo por el cuello
para llevarme a caminar
sin caminos
rumbo a lo desconocido.
Que ya he andado mucho
y estoy cansado de seguirte
día a día por sendas no marcadas,
sin un hogar al que poder decir:
¡Mi refugio! ¡Mi descanso!
Déjame
y no me obligues a comenzar de nuevo
mañana
la ruta.

Un deseo…


Señor, haz de mí un instrumento de tu solidaridad.
Donde haya hambre, que yo regale tu pan
y enseñe a conseguirlo honradamente.
Donde haya enfermedad y falta de higiene,
que yo promueva la sanidad.
Donde haya niños desescolarizados,
que yo busque los recursos necesarios.
Donde no haya techos o estén rotos,
que yo trabaje por viviendas dignas.
Donde haya desaliento e inhibición,
que yo fomente la participación y la esperanza.
Donde haya desunión entre vecinos,
que yo impulse la colaboración comunal.
Haz que no busque mi vanidad,
sino el bien de mis hermanos;
que no trabaje por mi reconocimiento,
sino por su desarrollo material y espiritual;
que no promueva el agradecimiento hacia mí,
sino su dignidad;
y que mi satisfacción consista
en haber amado con obras.
Gracias, Señor, porque cuanto más doy, más recibo;
cuanto más trabajo, más ayudo;
cuanto menos me busco a mí mismo, más eficaz soy;
y cuanto más comparto con los pobres,
más resucitas Tú en mí,
porque Tú eres... «la Solidaridad».

Un propósito…


Construir, con las paredes rotas de la fe,
una fe nueva que nos haga vivir.
Con las ruinas de la vieja esperanza,
edificar la utopía desde abajo.
Con nuestros pequeños gestos de amor,
traer fraternidad universal.
Con la sucia palabra de todos los días,
cantar limpiamente a la vida.
Con las nubes de nuestra historia,
tejer un manto de ternura.
Con las piedras que hieren nuestros pies,
hacer una calzada recta.
Con nuestras manos cansadas,
elevar a quienes caen sin fuerza.
Con el sudor de nuestra frente,
regar la tierra para que fructifique.
Con las lágrimas amargas del dolor,
elevar la ciudad de la alegría.
Con la pérdida de nuestras seguridades,
forjar una paz duradera.
Con nuestros proyectos enterrados,
dar vida verdadera.
Si lo que cuenta es reabrir el amor y la vida,
aquí y ahora, para todos y a tu manera, Señor,
que nada de cuanto me suceda pase por inútil.

Una súplica…


Jesús, ¡vuelve!
Vue1ve y dinos lo que es ser mujer, ser hombre:
por qué podemos vivir con entereza y exigirla,
ser dueños y señores, a pesar de la explotación y la pobreza,
encender los ojos y mirar de frente, no al suelo, como esc1avos.
Jesús, ¡vuelve!
Vuelve y dinos lo que es ser hermanas y hermanos:
por qué podemos amar y construir solidaridad,
a pesar del individualismo, la corrupción y la injusticia,
abrir la mano y darla, no cerrarla como los bancos.
Jesús ¡vuelve!
Vue1ve y dinos lo que es tener dignidad
como imágenes e hijos de Dios:
por qué podemos dar la cara por nuestros derechos,
a pesar del paro, el hambre y la manipulación,
organizamos y luchar por nuestros hermanos, como tú.
Jesús, ¡vuelve!
La injusticia nos aprieta el cuello.
El desempleo hiere.
El hambre mata.
La productividad sin respiro dobla las espaldas.
Los que valen menos no interesan.
Los que no pueden se hunden.
El consumo nos tiene presos.
Los dioses nos aplastan.
Las religiones conservadoras nos apartan de la acción.
Estamos sin Dios y sin alma.
¡Vuelve, vuelve, Jesús!,
Tú que eres nuestro molde
y sabes lo que es ser dueño, hermano, hijo de Dios,
con la frente alta y la cabeza fría,
el corazón caliente y las manos a la obra
para hacer un mundo distinto,
de hijos de Dios y hermanos tuyos.
¡Vuelve, Jesús, vuelve, vuelve!

Una bendición…


Que tu frente sea libro abierto
que muestre los surcos de la vida sin avergonzarse;
que permanezca desnuda y erguida
dejándose azotar por todos los vientos
que van y vienen gratis.
Que ni un pelo de tu cabello se pierda, inútil,
sin haber recibido su ración de caricia,
pues, aunque parezca desmedido,
con ellos se tejen las trenzas de amor
que, atándonos, nos hacen libres.
Que tus ojos se sorprendan cada día
guiándote más allá, siempre más allá
de lo opaco, oscuro y absorbente;
que pongan luz, color y claridad
en todo lo que les llega y de ellos sale.
Que tus mejillas, cual nuevo arco iris,
manifiesten la vida y la gracia
que anida dentro de ti siempre;
que sigan siendo lugar de encuentro
y campo sincero para el beso.
Que tu nariz perciba el inconfundible olor
que hace que cada cual sea él,
y cada circunstancia y cosa, únicas;
que te acompañe todo el año un recuerdo a perfume grato
cual es el que dejan desde el frasco de sus esencias
las gotas de la vida, dada y vivida.
Que tu boca tenga siempre el parlamento dispuesto,
y sea voz de los que no tienen voz;
que lance buenas nuevas y besos de vida
sin detenerse en cotos y praderas;
que sea puerta de aire fresco
y dadora de savia para todos tus alimentos.
Que tu espalda soporte sin doblarse
el dulce peso de los días pasados;
y que comparta, sin trampas ni miedos,
presente y futuro, alegrías y tristezas,
veranos e inviernos, alas y barro,
porque sólo compartiendo nos hacemos fuertes.
Que tu corazón no pare su ritmo
ni congele sus anhelos en tiempo de sequía,
pues, aunque su latir parezca monótono,
es él quien te lleva a lugares secretos
y te hace vivir lo cotidiano de forma nueva.
Todas sus pulsaciones son golpes de vida
y bendiciones mías que remuevan tu sangre.
Que tus manos acaricien, acunen, abracen,
agarren, alcen y sostengan;
que se posen mansamente sobre hombros amigos,
que conserven su sensibilidad
y permanezcan permanentemente abiertas,
-hundidas, acogidas, recreadas-
en el mar infinito de otras manos.
Que en la espiral de tu ombligo
confluyan todas las energías
benéficas del cosmos y de la creación entera;
y que en su copa bebas las esencias de la historia,
para que sientas en tus propias entrañas
el palpito del ser, solidario y universal, que hay en ti.
Que tu sexo conozca el trabajo y el desvelo,
el gozo y el placer,
del encuentro y del misterio;
que sepa entregarse y recibir sin barreras
hasta ser una sola carne con espíritu,
amante, amada, fecunda, creada.
Que tus pies te hagan caminar erguido y con dignidad
por todos los lugares y caminos de la tierra;
que soporten el peso de la historia y de la vida,
porque ellos están destinados a ser columnas
de un mundo nuevo construido como casa para todos.
Que tu cuerpo sienta en todo momento
el soplo del Espíritu, que es aliento de vida,
y que así se haga sacramento mío,
hogaza universal, vino gran reserva,
comida fraterna, banquete compartido.
Para esto te bendigo ahora y siempre:
para que siendo tú mismo/a, seas bendición mía.

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