Practicamos canicross, pero sin saberlo


Así como Moli ha ido suelta desde siempre, salvo cuando estamos en poblado, con Berto y Gumi hemos decidido en cuadrilla que ya no puede ser. A las primeras de cambio, o a mitad del paseo, cierto olor, cualquier ruido, una sombra que se mueve, les incita a salir corriendo sin atender a más razones.
De modo que salen al campo atados y bien amarrados.
Mira tú por cuanto, un deporte relativamente joven, de apenas una decena de años, se ha convertido en mi obligación favorita. Porque es obligación, no por gusto. Con gusto los dejaría correr a su bola, si no se olvidaran de volver, y de reconocer mi voz, la mía, la de su amo.
Así que van atados. Y como hace frío, para llevar las manos abrigadas me las meto en los bolsillos, en tanto que ellos van sujetos a mi cintura.
En el paseo de la tarde llevo a los tres, porque se trata de una vuelta corta por el barrio. A esa hora es cuanto menos pintoresco verme tirado por esta tríada de bestias corrupias que me llevan a remolque por las calles, ante mis vecinos y vecinas; mientras estos y estas jalean al conjunto, yo apenas sí consigo que no me arrastren por los suelos, y con muy gran dificultad acierto a llevar el timón, sólo el timón, que en la proa siempre va Gumi. Él es el motor, y los pulmones, y…
Cualquier día me parten en dos. Así me han prevenido quienes me ven de tal guisa. Entonces vendré a contarlo, seguro.

2 comentarios:

  1. Me parto de la risa al imaginarte enganchado a tres animalitos que te llevan al trote, ¡qué imagen!.

    Besos

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  2. Se parten todas las personas que me ven, no te pienses que me tengan respeto; ninguno. Lástima sí, una poca.
    En cuanto me afoten, la cuelgo aquí.

    Besos

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