Nace en Balsareny, comarca del
Bages, el 16 de febrero de 1928. Su infancia coincide con la guerra civil
española. De muy joven ingresa en el seminario menor de la diócesis de Vic,
ubicado en el santuario de Santa María de la Gleva. El deseo de ir a “misiones” hace que
ingrese en la congregación claretiana, los Misioneros del Inmaculado Corazón de
María; así empiezan los años de formación que le llevarán a Cervera, Barbastro,
Vic, Solsona y Valls hasta ser ordenado sacerdote durante el Congreso
Eucarístico de Barcelona en 1952. Sabadell será, después de un breve paso por
Galicia, su primer destino. Empieza a trabajar en el colegio de los
claretianos, pero la dedicación a la enseñanza no le priva de dedicar algunas
horas a la radio, fundar la revista Euforia, realizar actividades con los
inmigrantes murcianos que van llegando a la ciudad…
En 1958 es destinado a Barcelona,
donde ejerce una múltiple actividad pastoral, se encarga de los “cursillos de
Cristiandad”, escribe un programa de radio semanal que es retransmitido por
once emisoras y colabora en diferentes publicaciones: Otro Cine, Universidad
61… A pesar de llevar un ritmo vertiginoso de trabajo le queda tiempo para
intentar hacer algo por los inmigrantes que van llegando a Barcelona.
Casaldáliga organiza con sus colaboradores una bolsa de trabajo que consigue
trabajo para más de 500 jóvenes, se abre un local con duchas y ropa en el Casal
Claret y organiza una escuela nocturna gratuita para jóvenes analfabetos y sin
estudios.
De Barcelona es enviado a Guinea
para promover los “cursillos de Cristiandad”. Allí lleva a cabo la experiencia
de lo que fueron los llamados “cursillos mixtos”, en los que participan
simultáneamente personas de diferentes colores de piel. Pedro dice sentir allí
«furiosamente la llamada del Tercer Mundo». Guinea deja huella en Casaldáliga.
En 1965 es prefecto del Seminario
Claret de Barbastro y al poco tiempo irá a Madrid para dirigir la antigua
revista Iris de paz. Madrid le abre nuevas puertas: en la prensa, en los
cursillos, entre los universitarios negros de Guinea, en los submundos que ya
le eran familiares de Sabadell y Barcelona. Iris se convierte en una revista
teñida de preocupación social. Tanto que un artículo suyo calificando de
“decepcionante” una declaración del Episcopado Español, supone su destitución.
Asesor Nacional de los Cursillos de
Cristiandad, Pedro hace lo que puede para ir impregnando las
comunidades cristianas españolas del nuevo aire del Concilio. Junto con otros
compañeros juega un papel fundamental en la renovación de su orden religiosa
con su participación como delegado en el Capítulo General de Renovación de los
Misioneros en 1967, que exigía el Vaticano II.
Un año más tarde, en 1968, es
enviado al Mato Grosso (Brasil) junto con el padre Manuel Luzón. La Misión
tiene 150.000 km2, de ríos, “sertão” y floresta, al noreste del Mato Grosso,
dentro de la Amazonia llamada “legal”, entre los ríos Araguaia y Xingu. En todo
el territorio viven entre 50 y 60 mil habitantes. El única carretera existente
se está abriendo, roja y polvorienta. Lugar de extrema pobreza, sin médico,
correo, luz, teléfono, telégrafo… La profesora más cualificada es una mujer con
poco menos de un año y medio de estudios elementales. Los misioneros empiezan a
hacer de enfermeros, supliendo los inexistentes médicos en la lucha contra la
muerte: malaria, hepatitis, tétanos, deshidratación, desnutrición. En la
primera semana de estancia debe enterrar cuatro niños en Sao Felix, más tarde
tendrá que enterrar muchos otros. Poco a poco la situación va ofreciendo su
cara real.
Las soluciones llegan poco a poco.
Forman una escuela de segundo grado, para hacer frente al analfabetismo y un
pequeño centro de asistencia médica. Se va construyendo un pequeño equipo
misionero. La Misión se convierte en Prelatura: Prelatura de Sao Félix do
Araguaia.
En 1970 escribe un informe-denuncia
sobre la situación de explotación y abusos que reciben los peones titulado
"Esclavitud y feudalismo al Norte del Mato Grosso", que no pasa inadvertido.
Comienza a recibir advertencias de los terratenientes y latifundistas, e
incluso de "voces amigas" de la Iglesia, pidiéndole que no se meta
en cuestiones ajenas al ministerio sacerdotal. La policía federal controla sus
pasos.
A pesar de los enemigos que va
ganando, el Papa Pablo VI decide nombrarlo obispo. Casaldáliga quiere
renunciar, pero sus compañeros lo convencen, ayudados por la petición de otros
obispos brasileños. Al final acepta el cargo con una condición: que el hecho de
ser obispo no suponga un cambio en su manera de actuar y convivir. El 23 de
octubre de 1971 es consagrado obispo de la nueva prelatura de Sao Felix. De
aquel día son estas palabras tan claras y significativas de su proyecto:
«Mi pobre vida no vale más que la de
este peón de diecisiete años que hemos enterrado esta mañana en el cementerio
de la Araguaia, sin nombre y sin féretro, este joven es la persona más
importante de este día».
Su mitra es un sombrero de paja, su
báculo un remo de madera, su anillo episcopal lo envía a su madre… Esta
decisión la valoraba él más tarde con esta reflexión: «Eso sí, desde el primer
momento quise ser Obispo de otra manera, mi báculo, mi mitra, mi anillo debían
ser otros: los pobres y los muertos que me rodeaban, por el desafío que la
Iglesia Latinoamericana y toda la Iglesia del postconcilio vivía en aquella
hora».
Su primera carta pastoral es: Una
Iglesia de Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social. Más
de 120 páginas de las que sólo 45 son creación del obispo, el resto son
documentos en los que las víctimas del latifundio y sus testigos narran la
realidad y presentan denuncias: hechos, estafas, chantajes, invasiones, malos
tratos, torturas…
La vida de Casaldáliga es puesta a
subasta, se ofrecen recompensas a quien logre apartarlo para siempre. Son
amenazados tanto él como otros miembros del equipo de la prelatura. El peón
Vicente Paulo de Oliveira, de la compañía Bordon SA, declara públicamente:
«Benedito Teodoro Soares, el día 1 de octubre me pidió que matase al obispo
Pedro, y para matarlo él me daría una pistola del 38 y un pasaje hacia donde
quisiera. Y otra vez, el día 5 de octubre, me pidió insistentemente que matase
al obispo Pedro, y si yo lo descubría él me mataría».
El año 1972 supone una agudización de
los conflictos. Una empresa latifundista destruye un pequeño centro de
asistencia médica que la Misión estaba construyendo en Santa Terezina.
Casaldáliga y el equipo de la prelatura deciden reconstruirlo. Se produce un
nuevo intento de invasión y destrucción. Participa también la policía estatal.
Los “posseiros” se defienden a tiros. Hay heridos.
A finales de año Casaldáliga y su
equipo publican los Objetivos y líneas básicas de la pastoral de la Prelatura,
consecuencia de la detección de los problemas de la zona. Las líneas de acción
son claras: la encarnación en la pobreza, en la lucha y en la esperanza del
pueblo, la educación liberadora por la concienciación y la promoción humana y
la denuncia profética.
El objetivo de Pedro y su equipo ha
sido siempre dejar al pueblo ser protagonista de su propia historia: La
iglesia de Sao Felix no quiere sustituir la lucha y la organización popular;
procura ser instrumento de unión entre todos los trabajadores de la tierra…
«Dando información se ha conseguido que estas organizaciones populares:
sindicatos, directorios políticos, clubes de madres, etc, anden por sí mismos».
En este mismo sentido debe
entenderse la colaboración con otros organismos que ha mantenido el obispo y su
equipo: la CNBB (Confederación Nacional de Obispos de Brasil), la CPT (Comisión
Pastoral de la Tierra) que prácticamente nació en Sao Felix y entonces se
extendió por todo el país, el CIMI (Consejo misionero Indígena) y muchos otros.
1973 tampoco es un año tranquilo;
el padre Jentel del equipo de la prelatura es condenado a 10 años de prisión
“por atentar contra la Seguridad Nacional”. El equipo de la prelatura se
encuentra vigilado por personal armado. Varios seglares son detenidos y
llevados a Brasilia, otros en la sede de una conocida empresa latifundista. Las
gestiones del presidente de la Conferencia Episcopal del Centro-Oeste hacen que
los liberen cuatro días más tarde. Al cabo de unos cuantos días es el mismo
obispo Pedro quien es interrogado un total de 16 horas en dos días. Las voces
de protesta se levantan por todo el país: la Conferencia Nacional de Obispos,
las Conferencias Regionales, sacerdotes, parte de la prensa, la Nunciatura
Apostólica de Brasilia… El papa Pablo VI saca el caso en la toma de posesión
del nuevo embajador brasileño de la Santa Sede. El Tribunal Supremo Militar
anula la sentencia contra el padre Jentel, pero lo expulsa del país (él es
francés). Casi 30 obispos llegan hasta Sao Felix a testimoniar su apoyo al
obispo Pedro, y unos 18 mandan a sus representantes. El momento difícil se
supera. Los seglares detenidos son puestos en libertad. No se han encontrado
cargos contra ellos. A pesar de los rumores -muy extendidos- Casaldáliga no es
expulsado del país.
Los años siguientes no están exentos
de sangre y de dolor. El obispo poeta ha recogido sus experiencias de este
período en un libro de título muy significativo: La muerte que da sentido a mi
credo. Diario 1975-1977. En la lista de pequeños mártires de la lucha de cada
día por la defensa de los derechos de todos, de la tierra, de la sanidad, se
añadió un nombre: Joao Bosco Burnier, sacerdote jesuita, asesinado por la
policía cuando, junto con el obispo Pedro, iba a interesarse por unas mujeres
que estaban siendo torturadas en la comisaría de Riberas Bonito. Días después,
el pueblo planta una cruz en el lugar donde fue asesinado su pastor y derriba
la prisión. Desde entonces siempre se celebra el aniversario del martirio del
padre Joao Bosco con la “Romería de los Mártires de la Caminhada
Latinoamericana”.
Entre dificultades la palabra del
equipo de Sao Felix se va haciendo creíble y prestigiosa. El obispo Pedro apeló
al Parlamento, a la CPI, comisión encargada de los problemas relacionados con
la tierra. Delante de ella no tiene ningún inconveniente en denunciar la
miseria, inseguridad y desempleo permanentes.
La defensa clara de la justicia en
las intervenciones del obispo de Sao Felix implica una opción nítida por la paz
y la no violencia. «Nunca he defendido ni defiendo la lucha armada ni la caída
del régimen. Ni las guerrillas. Soy, eso sí, totalmente contrario a toda
dictadura, capitalista o comunista, militar o civil. Estoy contra toda
violencia y contra todo lo que atenta contra los derechos humanos, sea en
América Latina o en la Siberia.» (Declaraciones a la revista Yelda, año 1977).
1977 también será un año duro.
Durante cinco meses el obispo Pedro es objeto de titulares de prensa, polémicas
nacionales, bajo la acusación de “comunista y subversivo”. Parece organizarse
una campaña contra los obispos de Goias y Sao Felix. Cada vez va quedando más
clara la importancia de la persecución contra la iglesia valiente de Brasil. El
24 de enero de 1978 del arzobispado de Sao Paulo publica un informe sobre la
represión contra la Iglesia en Brasil 1968-1978. Los datos son escalofriantes
(habla de religiosos detenidos, algunos torturados, otros asesinados, laicos
arrestados, amenazas de muerte contra obispos, expulsiones de sacerdotes
extranjeros…).
A pesar de esta presión sufrida, la
vida de Casaldáliga y su equipo a finales de los años setenta se desarrolla en
un contexto de trabajo cotidiano, atención a las personas en la gran variedad
de sus situaciones vitales, colaboración con movimientos y coordinadoras de
reivindicación social, compromisos con el CIMI, la CPT.
Los escritos de Pedro acompañan sus
hechos. Cada mes se dirige a su pueblo a través de Alvorada, boletín de la
Prelatura, que es el vínculo de comunicación del pueblo y las comunidades
durante años. La represión, en sus mejores tiempos falsificó varias veces su
edición. Desde el boletín, cada mes, Pedro ha hablado con su gente.
1981 fue una fecha simbólica: diez
años de “caminhada”, de vida del obispo Pedro al servicio de su pueblo. Los
obispos brasileños aprovechan estas fechas para nombrar al obispo Pedro
“Vicepresidente de la Comisión Pastoral de la Tierra”, vinculada a la
Conferencia Episcopal, premiando así su constante trabajo en favor de la
defensa de los “posseiros”.
Los reconocimientos no impiden la
parte dolorosa del andar del equipo de la Prelatura. El equipo completo es
sometido a persecución, en muchas ocasiones violenta. El mismo Pedro es
agredido por dos “matones”, cuyas actividades habían sido denunciadas a
Alvorada. Vuelve a haber rumores de expulsión.
En 1983 el obispo Pedro recibe el
reconocimiento de su pueblo natal que le llama “Hijo Predilecto de Balsareny”.
Desde su llegada en 1968, el obispo
Pedro no había abandonado Brasil. Ni siquiera cuando su madre murió, en 1983.
Las razones eran bien claras y manifestadas a menudo por él mismo: «No salí por
miedo a no volver a ser admitido en el país. Cuando llegué a Brasil por primera
vez me hice el propósito de no salir más. Era como quemar las naves». Con todo,
en 1985, Casaldáliga viaja a Nicaragua para apoyar con su presencia la huelga de hambre de
Miguel D'Escoto, Ministro de Asuntos Exteriores de Nicaragua. El viaje no es
particular, sino apoyado por la Prelatura de Sao Felix que celebra
simultáneamente jornadas de ayuno en apoyo a Nicaragua. En 24 horas Casaldáliga
consigue reunir el apoyo de 23 obispos y la solidaridad de más de 200
asociaciones cívicas, religiosas y sociales de Brasil, al ayuno de d'Escoto. El
viaje se convierte en noticia internacional, de él se hacen eco los medios de
comunicación sociales.
Casaldáliga deja bien claro el
sentido de su gesto: gesto evangélico por la paz, por la autodeterminación y la
no intervención en Nicaragua y en el América Central. «Quería contribuir
de alguna manera a sacudir la conciencia del Primer Mundo ante lo que sucede en
América Central». (Declaraciones en La Vanguardia el 30 de julio de 1985).
América Latina (la Patria Grande)
lleva muchos años en el corazón de Pedro, pero esta primera salida lo reafirma
más. Desde entonces, de manera mucho más exteriorizada, su nombre se vincula a
la lucha siempre pacífica por una Centroamérica diferente, por una América
recobrada por la verdadera democracia, instaurada sobre la justicia, la paz, la
libertad y el respeto a los derechos humanos.
«Hay que sentir Centroamérica como
una unidad de destino, como una fraternidad. Hay que abrir los ojos a lo que de
verdad sucede en Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras y Costa Rica. Con
libertad de espíritu ante el imperio. Hay que inventar gestos de solidaridad
evangélica. Hay que vivir en insurrección evangélica ante la agresión. Es hora
de perder el miedo a la historia y a la profecía». (Declaraciones hechas a Vida
Nueva, al final de su viaje, en 1985).
En mayo de 1987 Casaldáliga vuelve a
salir de Brasil. Esta vez visita en México a los refugiados guatemaltecos, en
Chiapas, Campeche. Vuelve a visitar El Salvador, Nicaragua y Panamá.
«Veo la necesidad de estar cerca de
la gente que está viviendo las consecuencias del difícil conflicto
político-militar, en los frentes de guerra, en los campos de refugiados».
(Declaraciones hechas en la revista italiana Nunc, en 1988).
En 1988 hay un hecho importante en
la historia de la prelatura y su obispo. Casaldáliga realiza por primera vez su
visita “ad limina” a la Santa Sede y se entrevista con Juan Pablo II. En
condiciones normales el obispo habría hecho esta visita antes. Las opciones de
vida de Pedro, sus dificultades para salir del país y su visión crítica de la
verdadera (evangélica) eficacia de estas visitas retrasan su realización.
El viaje de Pedro al Vaticano se
convierte también en noticia internacional. No es sino otro gesto del obispo
para participar a las autoridades de la Iglesia las preocupaciones, las vidas y
las muertes de los hombres y mujeres de América Latina, especialmente de los
más desfavorecidos. Antes de visitar al Papa, Pedro se había dirigido por carta
a él para trasladarle sus preocupaciones y las de su pueblo. La prensa
internacional se hace eco del viaje.
En medio de noticias de supuestas
tensiones entre Casaldáliga y la Curia Romana, son muchos los colectivos
cristianos que, en todo el mundo, levantan sus voces para expresar su apoyo a
la labor del obispo de Sao Felix. En el caso de España son más de dos mil los
católicos que escriben a Juan Pablo II para pedirle que nadie “cuestione,
inquiete o interrumpa la enorme labor evangélica que está realizando”. Más de
veinte obispos hacen llegar también su voz: «Nada les obligará a renunciar al
servicio de los pueblos indígenas, hacia el proceso de los campesinos y obreros
y hacia la solidaridad latinoamericana, especialmente en los pueblos hermanos
de América Central».
Tampoco al dirigirse a las
jerarquías de la Iglesia Católica el obispo Pedro abandona sus convicciones:
«La solidaridad es más que un
derecho. Es un deber. Es el amor hecho público, colectivo, político. Ahora más
que nunca debemos asumir y concretar eficazmente nuestra solidaridad con los
pueblos e iglesias de Centroamérica y particularmente con la prohibida de
Nicaragua. Yo, por mi parte, seguiré siendo solidario con todas mis
posibilidades, hasta la muerte».
En 1989 Pedro vuelve a
Centroamérica. En 1990 se conmemora el vigésimo aniversario de la constitución de la
Prelatura, momento de hacer balance de veinte años de “caminhada”. La iglesia
de Sao Felix lo hace. Algunas cosas han cambiado, otras se pueden mejorar. Van
llegando reconocimientos a nivel mundial. La Generalitat de Cataluña le otorga
la “Cruz de San Jorge” por su contribución a la cultura catalana.
Pero el nombre de Pedro Casaldáliga
vuelve a saltar a los medios. Es a finales de 1990 cuando Adolfo Pérez
Esquivel, argentino, Premio Nobel de la Paz, presenta la candidatura de
Casaldáliga al Premio Nobel de la Paz. “Voz de los que no tienen voz”, “profeta
y poeta”, llama Esquivel al obispo de Sao Felix. Un acto multitudinario
sirve desde Cataluña para apoyar esta petición.
Son muchos los colectivos y personas
que se movilizan apoyando la iniciativa: más de 60 ayuntamientos catalanes,
diputados y senadores, eurodiputados, personalidades del mundo de la cultura,
de la política, de la educación, asociaciones y entidades de cooperación
internacional, cristianas y no cristianas, trabajadores de la información,
profesores universitarios, estudiantes…
En Cataluña y en otros lugares de
Europa el obispo Pedro sigue siendo una reivindicación de lo que aún es
posible, una llamada a la generosidad y al compromiso, al Hombre Nuevo. Así lo
entienden personas que han utilizando su nombre para nombrar sus
organizaciones: “Amigos del obispo Pedro Casaldáliga”, “Comunidad Amerindia
Pere Casaldàliga”.
El siguiente año Pedro hace su
quinto viaje a Centroamérica. Esta vez más especial: El Salvador; participa en
la celebración de aniversario de la muerte de Monseñor Oscar Romero. También
acompaña a los jesuitas de la UCA, donde pocos meses antes habían asesinado a
Ellacuría y compañeros. El viaje, evidentemente, es emocionante.
En 1991 son los primeros veinte años
de ministerio episcopal. Él, camina con su gente, pero sigue levantando la voz
por todo el mundo, recuerda a todos, en sus cartas habla de los panameños
ocupados, del pueblo de Timor, de los palestinos. Sus escritos son un repaso
del mapa del mundo: Guatemala, El Salvador, los desaparecidos, Honduras,
Brasil.
«La post-modernidad, el
post-socialismo, el post-todo de “ellos”, puede ser nuestro principio de todo.
Quizás el principio de la Democracia, la verdadera, para cada persona, para
todos y cada uno de los pueblos y no solamente para las personas privilegiadas
o por privilegiados pueblos del primer mundo». (Carta circular de enero 1991).
En 1992 el Nobel no llega, pero el
premio recibido por Rigoberta Menchu fue una gran alegría para el obispo Pedro.
El cambio en las instituciones de Brasil no se tradujo en una situación
radicalmente diferente: los asesinatos de “posseiros” han continuado. El
boletín Alvorada se ve obligado a seguir denunciando la injusticia. La
Prelatura no se resigna a la producción sólo literaria. Verbo Films produce en 1990
la película “Amerindia”, escrita por el propio obispo Pedro, como contribución
a la conmemoración del V centenario.
Desde su pequeño rincón del mundo
donde tiene cabida todo el Universo, Casaldáliga sigue haciendo oír su voz, una
voz profética, acompañada por hechos y gestos. El obispo Pedro quiere llevar
más allá la democracia:
«Nosotros estamos viviendo ahora la
ilusión de la democracia, la cual por no ser una democracia económica, no es
democracia. Ni es democracia política. Ni evidentemente democracia social. Ni
es democracia cultural. El indio y el negro no caben. Las minorías étnicas, del
tipo que sean, tampoco».
«Sólo en la medida en que el Primer
Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí eso es
dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede
existir “humanamente” el Tercer Mundo».
Sus grandes obsesiones siguen vivas:
“los indígenas”, “los negros”, “los campesinos”. «El gran pecado
económico-social de América Latina es el no haber hecho la reforma agraria». El
mundo obrero, las ciudades, siguen en su preocupación.
Pero sobre todo sus compañeros de
camino: los pobres. Cuando mucha gente comienza a anunciar la muerte de las
utopías, Casaldáliga vuelve a clamar suavemente:
«Parece que cada día hay más gente
en la Iglesia, y en el mundo, que se muestra cansada de oír hablar de pobres y
de “opción por los pobres”. Sería importante, vital, que estos señores
entendieran que son muchos los que hace más tiempo están cansados de ser
pobres». (Las últimas citas reproducidas son de una entrevista en la revista
Éxodo, Madrid 1990).
En el año 1994, se refuerza la idea
de continuar haciendo la Romería al Santuario de los Mártires, ya que todavía
hoy son muchas las personas que son muertas por su lucha por las causas de la
defensa de la tierra, los indígenas, los derechos humanos…
Durante estos años, gracias al equipo
del obispado de Sao Felix se han llevado a cabo muchos proyectos para ayudar al
desarrollo de la región, muchos de los cuales ahora se aglutinan en la
asociación ASA (Asociación Nossa Senhora de Assunçao), minicréditos solidarios,
gabinete de Derechos Humanos, producción de zumos de fruta natural,
colaboración con la Fundación Fontilles por la prevención y tratamiento de la
Hansiniasis (lepra)…
La credibilidad de la Prelazia ha
hecho posible que estamentos universitarios de Sao Paulo se interesaran por llevar
algunas Facultades a la región, de modo que en el pueblo de Luciara, la gente
de la región puede estudiar algunas licenciaturas como Matemáticas, Biología,
Estudios Empresariales, etc…
Durante estos años la región de Sao
Felix ha duplicado en número de habitantes, algunos pueblos que, cuando Pedro
llegó, no existían ahora tienen más de veinte mil habitantes.
Aunque en muchos aspectos ha habido
una gran mejora: la escolarización en la primaria está bastante garantizada,
hay algunos médicos y algunos centros médicos del estado. Muchos de los mismos
problemas siguen vivos. Por ello, el equipo de la Prelazia debe continuar
velando y denunciando el cumplimiento de los derechos humanos. Por ejemplo, los
pueblos indígenas, que a pesar de tener sus tierras reconocidas, siguen siendo
ocupados por los terratenientes y despreciados por parte de la población. La
reforma agraria sigue siendo una promesa incompleta.
El trabajo de denuncia constante
hecho por Casaldáliga, ya desde la primera Carta Pastoral sobre la existencia
de esclavitud en el Matogrosso, se hace patente por ejemplo en el año 2005 con la
liberación en la “fazenda Gameleira” de 1.200 trabajadores de caña de azúcar en
régimen de esclavitud.
En 2003 Pedro cumple los 75 años y
presenta la renuncia al Papa, que es aceptada; pero habrán de pasar más de dos años, y
después de muchas incertidumbres sobre el futuro de Casaldáliga, hasta que el Vaticano
nombra al que será su sucesor al frente de la Prelazia.
El nuevo obispo, Dom Leonardo Ulrich
Steiner, franciscano, nacido en el estado de Santa Caterina en el sur de
Brasil, acepta que Pedro continúe viviendo en Sao Felix y trabajando por su
Obispado, de modo que la sucesión se hace de forma progresiva.
Casaldáliga continúa siendo una voz
referente de las causas de los más pobres, y aprovecha su condición de obispo
emérito, para escribir los libros que durante estos años al frente del Obispado
no ha podido. Algunas de estas publicaciones son: “Antología Personal”, “Cartas
marcadas”, “Cuando los días dan que pensar”.
En el momento de su jubilación, son
muchas las organizaciones e instituciones que quieren homenajearlo. Recibe el
premio Honoris Causa por la Universidad de Campinas, por la universidad del
Mato Grosso. Y en 2006 recibe con un especial agradecimiento y satisfacción el
Premio Internacional Catalunya, otorgado por la Generalitat de Catalunya.
Actualmente, y ante
las serias y renovadas amenazas de muerte, las autoridades policiales le han
convencido para que se aleje de Sao Felix. Recluido en casa de un amigo
misionero, a más de mil kilómetros de distancia de su gente, la decisión del
Tribunal Supremo de Brasil de que se devuelvan las tierras usurpadas al pueblo
indio xavante, en gran parte debida al trabajo de denuncia de la Prelatura,
está en el origen de estas medidas de protección, que Pedro Casaldáliga
aventura sólo temporales.
Muy interesante para
quien quiera degustar su poesía y su pensamiento: Página de Pedro Casaldáliga.
Se me hace tarde, y concluyo este
trabajo de recopilación con este poema suyo:
NUESTRA HORA
Es tarde
pero es nuestra hora.
Es tarde
pero es todo el tiempo
que tenemos a mano
para hacer el futuro.
Es tarde
pero somos nosotros
esta hora tardía.
Es tarde
pero es madrugada
si insistimos un poco.
Apasionante biografía, Miguel. Qué hombre. Personas como él son las que compensan de tanta cosa insoportable que tiene la jerarquía eclesiástica. No tengo palabras antes personas de esta calidad y valor. Y mira, no le dieron el Nobel, siempre pasa lo mismo, ¿verdad? Muchas gracias por este precioso trabajo.
ResponderEliminarMe parece increible, que ante alguien como él, no salgan todos las colectivos, asociaciones y organizaciones sociales ó políticas gritando desde todas las partes del mundo.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta biografía tan viva y real. Mi padre fue amigo suyo en Barbastro en los años sesenta. Se llevaban cuatro meses en edad. Nacían allí los cursillos de Cristiandad por aquél entonces. Nacimos nosotros cuatro. Mi padre acaba de fallecer antes de cumplir los 90. Celebro el cumpleaños de D. Pedro y doy gracias a Dios por su vida tan plena.
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