Está amortizada, de
modo que desde hace un tiempo sólo genera beneficios para la empresa
propietaria. Aún así ahora está comenzando el proceso de apagado de la central
atómica en uso más antigua de España.
Mi información sólo
llega a lo que han publicado los medios, o sea, poca cosa. A favor y en contra
se han manifestado quienes saben del asunto: que es peligrosa, que es la
riqueza de la zona y sus gentes.
Desde mi experiencia
personal sólo digo que las cosas me sirven hasta que dejan de ser productivas,
o su reparación es imposible. Ejemplos tengo en maquinaria, ropa y mobiliario.
Las hago durar, o ellas se mantienen a mi servicio, no importa si se pasan de
moda o aparecen en el mercado otras más chulas. Con que valgan razonablemente
es suficiente.
Existe una figura, la
ruina económica, que legalmente permite quitar de en medio aquello que ya no
interesa. ¿Será este el caso? Sucede este supuesto cuando la reparación del
bien o su mantenimiento conlleva un coste superior al 50% de su valor. Parece,
pues, que como ya está amortizado, cualquier gasto -bien sea en impuestos, bien
en acomodación- sea suficiente motivo.
Hubo una época en que
los contenedores de mi barrio amanecían día sí/día no atestados de mesas,
camas, sillas y demás utensilios de uso doméstico hasta que iban desapareciendo
de uno en uno o todos de golpe, según la gente los fuera cogiendo o el camión
municipal apareciera para cargar con todo lo que hubiera. Eran los tiempos de
las vacas gordas. Se notaba en días de fiesta que incluso los restos de comida
correspondían a gastos suntuarios por las conchas de almeja, las peladuras de
langostino o los huesos de lechazo. Ahora en cuanto alguien deja algo tirado
rápidamente desaparece. Estamos en época de vacas flacas.
Antes teníamos lista
de espera de personas que solicitaban trabajadoras domésticas internas. Ahora
la lista es de las que se ofrecen como tales, y además de larga es permanente.
Se dice, -¡serán
lenguas viperinas!-, que en algunas residencias de mayores están sacando las
familias a sus allegados para poder disfrutar de la pensión…
Nos estamos
empobreciendo a marchas forzadas; las familias se aprietan el cinturón con
peligro de troncharse por la mitad al tiempo que se amontonan todos sus
miembros en la vivienda paterna, hay que reducir gastos y usar una sola mesa
para todos; las empresas despiden personal más allá de la prudencia económica,
corriendo desaforadamente hacia la inactividad por excesiva carga de trabajo
por unidad productora; los ayuntamientos ya no saben qué calles apagar y cuáles
no, limpiar o no limpiar, jardines que atender o abandonar… Y el estado amenaza
cada día con un nuevo recorte para reducir en unos cuantos milloncetes su carga
de responsabilidades.
Garoña es una
parábola más de nuestra vida.
Efectivamente, así andamos, o mejor dicho, así nos hacen andar. Sueño con el día en que podamos decir la última palabra los ciudadanos vapuleados por esta caterva de incompetentes, insidiosos, desvergonzados e inútiles gobernantes de "las derechas" que diría mi madre, que en paz descansa.
ResponderEliminarMíguel, besos.
Mira tú por cuanto es un revés del capital a la política regional que había hecho bandera de esa central. Ver para creer.
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