Tres, eran tres

 
La primera en brotar asomó sus barbas el 15 de mayo.
 A la segunda la descubrí diciendo ¡allá voy! un 9 de septiembre.
Cuando ya nada esperaba personalmente exaltante, pero continuaba cuidando y atendiendo un palo aparentemente muerto, hoy 6 de noviembre, la tercera va y dice: ¡eh, que estoy aquí!

La paciencia es un grado. Ya lo creo.
Tres palos de encina cogí del pinar por el mes de marzo pasado con la ilusión de reemplazar otras tantas plantas que en agosto de 2011 dejé por descuido morir de inanición, o fuera un golpe de calor de aquel infortunado mes, ya casi llamando septiembre a las puertas.
Tres encinas tengo ahora en ciernes. Algún día podría ponerme a su sombra y ver pasar, si es que tuviera enemigos y palabra que no hago nada por tenerlos, sus cadáveres por delante de mí.
Sin embargo, y dado que no están aquí para que den sombra, mi deseo es que, si llegan a dar fruto, alguna bellota volviera al lugar original de donde partieron, al pinar. Pero si no llegaran a cuajar, porque una encina en un tiesto es como agua embotellada, me contentaría con que siguieran estando, sólo eso, y nada más.
 

Moralejas:
1ª.
No me empujes, que ya voy
si que nadie me lo imponga.
Voy paso a paso, subiendo
o bajando, así es mi copla.
Tanto si tienes prisa como si no la tienes, vístete despacio; de lo contrario puede que des la nota.
2ª.
Ni primero, ni segundo, ni tercero.
Número no quiero tener
no me lo impongas tú;
deja al tiempo y a mi quehacer
Cada ser, cada cosa, tiene su ritmo. Ni compares, ni numeres, ni ordenes. Ya buscarán su propio lugar y tiempo.
3ª.
Pásame si te parece
porque prisa yo no tengo.
Si de llegar se trata
antes o después ¡ya vengo!
No por mucho tempranear, amanecer más madruga. Sus frutos dirán siempre la última palabra.

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