Don Domnino


Don Domnino y Don Dionisio

Nos comíamos la m, y así le decíamos don Donino. Y él atendía siempre. Era el cura de mi pueblo cuando yo era niño. El señor párroco.
Había también otro, que era hijo del pueblo, o sea nacido allí; era don Dionisio. En la foto a la derecha, porque el de la izquierda es don Domnino.
Ya digo que era el párroco de San Esteban, el titular de la parroquia. Y don Dionisio tenía una cosa a modo de capellanía, y regía la otra iglesia, la de Santa María, donde a mí me bautizaron.
Así que don Domnino y don Dionisio fueron los primeros curas que conocí. Luego traté a más, pero no demasiados. Hasta ahora, que sigo poco más o menos igual que entonces.
Esa foto la he pescado de la página web de mi pueblo, Castromocho. La tenía en conserva para ver si le encontraba uso. Y hoy, al mirar el santoral, lo he encontrado, hoy es su día:
En Cesarea de Palestina, santo Domnino, mártir, joven médico, que al comienzo de la persecución bajo el emperador Diocleciano fue condenado a las minas de Fanensia, donde, tras padecer crueles vejaciones, por orden del prefecto Urbano le entregaron al fuego, en el año quinto de la persecución, al haberse mantenido firme en la confesión de la fe.
«Urbano entregó a las llamas a un hombre que ya era ilustre por muchas otras confesiones de la fe. Su nombre era Domnino, bien conocido por todos en Palestina por su valentía enorme. Después de esto el mismo juez, que era un cruel planificador del sufrimiento, y un inventor de dispositivos contra la doctrina de Cristo, planeó penas contra la piedad de las que nunca se había oído hablar: condenó a tres para combate pugilístico singular, y entregó para que fuera devorado por las fieras a Ausencio, un anciano santo y honesto. A otros hombres ya adultos los hizo eunucos, y los condenó a las minas, y a otros, después de severas torturas, los echó en la cárcel». (Eusebio de Cesarea, Los mártires de Palestina, capítulo 7, párr. 4)
El don Domnino que yo conocí ni era joven, ni médico, ni me consta que le hicieran eunuco, ni tuvo que mostrar cuán valiente fuera, ni le pasaron por el fuego y creo que nació y murió sin salir de su provincia natal, Palencia. Sólo fue el cura de mi pueblo y murió de natural.
Supongo que a él algo le deberé cuando, en plena crisis existencial en la adolescencia, deshojé mi margarita personal, sí/no/sí, me quiere/no me quiere, y me tiré en plancha para ver si me aceptaban en esto de ser cura.
Algo también tuvo él que mover por algún sitio, porque de otra manera no llego a comprender cómo es que en aquella incierta rifa me tocó premio. Y tuvo que ser en la prórroga, porque en el tiempo reglamentario no hubo manera.
Lo cierto es que si de santo Domnino dicen bien poco las Actas del Martirologio Romano, de mi don Domnino tampoco tengo otra cosa que añadir. Fue cura de pueblo, el mío, y allí vivió y murió.

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