Extraña imagen fotografiada en el exterior de la tapia del cementerio de Castromonte, Valladolid |
Lo repetía con su
socarronería segoviana cada vez que le ponían delante una golosina, a pesar de
su estricto régimen, que tenía la glucosa por las nubes. Pero él, como
cualquier chaval travieso, se engañaba dando por hecho que aquel dulce era una
minucia y no iba a influir en absoluto en su ya más que delicado organismo.
Ignoro si la frase
era suya o la había tomado prestada, mi saber no llega a tanto. El suyo, sin
embargo, era muy amplio y diverso. Dejó huella.
Y también reveses, porque
no todo el mundo lo tuvo en alta estima. Fui testigo de cómo había personas que
no le perdonaban, no sé si su trayectoria vital y existencial, su aceptación
general y asaz generalizada en el barrio de Las Delicias, su capacidad de
aglutinar sentires y de encauzar, tal vez demasiado personalistamente,
reivindicaciones, justas quejas y atropellos denunciables.
Precisamente donde
más debió ser valorado, allí fue donde menos se le soportaba. El cura rojo fue
cuidador atento, pero su color fue otro bien distinto, más tirando al verde de
los pinares de su tierra, que él perteneció siempre a las suaves laderas del
sistema central, camino de la Fuenfría.
Le conocí en plena
ebullición y efervescencia, y también luego en la debilidad del que tiene que
dejar hacer a otros, soportando contradicciones y tragándose orgullo,
convicción y dependencia.
Me acordé de él ayer
en la tarde cuando tuve un roce evitable, en el que mostré cuán lejos estoy aún
de encajar el dicho que tantas veces le escuché.
Propiamente no pido
nada. Coge lo que necesites es la frase usual. En estos tiempos que corren,
alimentos sobre todo, pero también ropa y trabajo. Quien se acerca por primera
vez carga todo lo que puede; quien ya es usuario, sólo lo que necesita, porque
sabe que puede volver una y otra vez, sin límite ni medida.
En ésas estábamos y
aparece R, que
ahora vive lejos porque recibió vivienda social por tiempo limitado. No está
contenta con el trato que le dan allá, y entró quejándose de ello, de lo poco y
espaciado que recibe. No le gusta que tras el trato que aquí siempre se le ha
dado, en otros lugares sí que haya medida en la cantidad y en el tiempo. Quise
hacerle ver que quien da de lo que tiene y no pide nada a cambio, espera que,
si no agradecimiento, la otra parte no exija como si de algo debido se tratase.
No lo conseguí. Al contrario, se sintió humillada y ofendida, y salió
amenazando no volver.
Me quedé sorprendido
por la reacción, aun conociéndola como la conozco. Estoy seguro de que volverá,
porque al hambre no hay orgullo. Pero me preocupa mucho que este menda no haya
aprendido aún, y mira que lleva tiempo en esto, que no se pueden dar lecciones
a quien no está precisamente en disposición de recibirlas y/o aprender, porque
toda su vida entera ha sido pura necesidad y no ha dejado espacio para más.
Aquella famosa frase
latina, primum vivere deinde philosophari, sigue estando vigente, y hoy día más que nunca.
Salvo que se camine a lo loco, o sin frenos y cuesta abajo; porque entonces
regiría lo contrario: —Metafísico estáis (dice Babieca). —Es que no como (responde Rocinante).
A mí me parece
perfectamente válida la de Millán Santos –nada pedir, nada rechazar–, aunque se modificase; porque eso
de nada pedir cuando de todo se carece podría volverse, por quienes se ven
rechazados por el sistema y por las personas, aun de buena voluntad que me
consta, exigencia de todo, con todo el derecho del mundo.
Miguel Angel hasta hoy (y con caracter retroactivo)no he leido con calma las entradas tuyas.
ResponderEliminarLos patos, los muertos, todos los santos, y el pedir.
¡quien da lo que tiene, no está obligado a más!
pues eso, que te saludo y te deseo buen sabado.
Tal vez esté escribiendo demasiado, pero no puedo aguantarme la necesidad de expresarme, aunque lo haga tan poco bien como me sale.
ResponderEliminarDe alguna manera es lo que he querido decir en esta entrada; no sólo dar, también debería escuchar, más allá de las simples y concretas palabras, lo que están expresando quienes piden porque necesitan. ¿Cómo satisfacer la dignidad negada, el honor arrebatado, el lugar en el trabajo y en la sociedad que las leyes atribuyen pero en la práctica no reconocen?
Me temo que del "nada pedir" pasemos a "te lo arrebato porque también es mío", dicho y hecho no pacíficamente, sino por la fuerza.
Que disfrutes del fin de semana. Saludos.
No, no escribes demasiado y creo que te escribirías mas. Hay que estar ahí, para poder decir todo eso. Te entiendo.Un saludo.
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