El ombligo del mundo





La primera cicatriz que me salió según nacía, ese orificio sin sentido que me cae justo en la barriga, el lugar a donde miro cuando sólo pienso en mí, el miembro sin oficio ni beneficio, la parte de mi cuerpo que no lleva a ninguna parte y de la que tampoco espero nada; ese agujero del que a veces extraigo una masa cerúlea producto de mis sudores y lavados mal realizados; eso, sí eso mismo, mira ahora por cuanto puede que contenga miles de bichitos que viven en mí y a mi costa, y que si no me matan tampoco me benefician.
Gran descubrimiento. Que venga ahora alguien a decir que es el ombligo del mundo. Porque si existe alguna analogía, ya sabe qué anida, y qué puede resultar para todo el resto.
Y en cuanto a estarse mirando el ombligo, como no sea para ver si necesita algún tipo de limpieza, es perder el tiempo y no sirve para nada. Verlo cada vez más lejos no es señal de estar creciendo; todo el mundo sabe que estiramos cuando no comemos. 

3 comentarios:

  1. Depende de como lo mires el ombligo es el más bello recuerdo del milagro de la naturaleza humana, a través del cual nos alimentamos en el vientre de nuestra madre;
    a veces somos viejos y todavía arrastramos eso que llaman "el cordón umbilical", (en sentido figurado, claro) y seguimos siendo niños inmaduros con necesidad de nuestra "mamá";
    anatómicamente si es verdad, es un reducto de porquería si falla la higiene, tan necesaria, para mantener a raya los "estafilococos" de la piel.

    ¡jjajajaja!es una simpatica entrada, Miguel Angel, sientete bien como si fueras el centro del mundo....es decir el ombligo.


    Besos

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  2. Creo que veladamente no hablas sino de la vanidad de mirarse el ombligo. A mí me encanta la expresión. Pero no me gusta que, mirándolo o sin mirarlo, esté habitado por miles de bichuchos. Es como cuando me enteré de que en las pestañas teníamos hasta coracolillos, qué asco. Somos muy precarios, amigo, pero nos complacemos en nuestro ombligo con demasiada frecuencia. Con lo digno que es pasear la mirada a la altura de las demás personas y de la naturaleza que nos rodea.

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  3. Por supuesto, Anna, ese cordón sigue existiendo, aunque no tenga una consistencia física. Es lo que une mi pequeño mundo, cuyo ombligo soy yo por supuesto, con otros mundos, pequeños, medianos y grandes. Niño al fin y al cabo, casi un bebé.

    Besos


    Clares, de eso y de quienes se nos muestran como si fueran el mismísimo centro del universo.
    Y tienes mucha razón, mucho mejor que mirarse a uno mismo es levantar los ojos y mirar a nuestro alrededor; lo más importante está ahí, fuera, delante de nosotros.

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