Dos a modo de sellos para una posdata municipal


Con los cuadros ocurre a veces que se reciben como regalo, donación o depósito y luego de ponerlos brevemente a la vista del mundo resulta que como que estorban y no se sabe dónde colocarlos.
Tal fue el caso de un cuadro de El Greco que yo me encontré hace ya bastante tiempo, todos entonces éramos muy jóvenes, en la sacristía de la catedral de Palencia. Estaba justamente detrás de la puerta. Ni al entrar ni al salir se veía. Y como la puerta nunca se cerraba, ergo… Fue un sacristán quien me avisó para que lo admirara. Creo que ahora lo tienen en mejor lugar.
Durante la visita que giramos por la casa consistorial de Valladolid de la mano docta de Paz Altés, funcionaria además de otras muchas cualidades y profesiones, nos hizo fijar nuestra atención sobre dos cuadros que, no sé si tendrán o no valor artístico y crematístico, encierran un profundo significado. Y no sólo por sí mismos, sino también, a mi parecer, por el lugar en que están colocados.
Se trata de estas dos pinturas.
Boda por poderes
Sin trabajo
Sus señorías, los ediles, al entrar y salir de los plenos, puede que ni se aperciban; o puede que sí y como que no, o como que sí.
Están justo en el estrecho pasillo que da al salón de plenos de la casa consistorial, según se entra por el lado izquierdo mirando hacia la presidencia.
Ninguno provoca risa, al contrario. Son más que serios, tristes.
Porque triste es esa boda por poderes, en la que la novia no se sabe si está de fiesta o viene de un funeral. Y no digamos nada de la compaña, que tampoco salta y baila de alegría. La bendición del que se supone es o alcalde presidente, o juez, o clérigo de tapadillo, tampoco parece decir sino Dios te ampare y te ayude en la ardua situación en que te metes. El novio desaparecido, si por trabajo o por enfermedad, no sólo no está para asentir; es que tampoco ha delegado a nadie para que le haga las veces, siquiera en plan vicario. Ya digo, triste, triste boda.
El otro, qué voy a decir. Sin trabajo, las herramientas tiradas en el suelo a la derecha, las lágrimas de la madre y esposa, el gesto angustioso del esposo y padre, y la quietud desvalida de los vástagos bien pegados a sus progenitores, sólo hablan de un presente negro y un futuro inimaginablemente peor.
Sí, sus señorías los señores y señoras concejales y concejalas deberían mirarlos bien, tanto al entrar como al salir de los plenos municipales, para ser mucho más serios y serias en sus propuestas, comedidos en sus diatribas, insultos y descalificaciones, y pensar que quienes son representados por sus ilustres personas no sólo pueden estar sufriendo lo mismo que los personajes de esos cuadros, sino que esperan que ellos hagan bien su trabajo, que para eso les han elegido y por esto mismo cobran.
En ninguno figura el autor, ¿serán anónimos?

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