No me libra ni santa
Bárbara bendita, patrona protectora en las tormentas, de escuchar una vez al año por lo
menos un texto de San Pablo que, más que por lo que dice, por cómo se ha
interpretado siempre, me hace hasta daño. Se trata de estos párrafos de su
carta de los Efesios:
Sed sumisos unos a otros
con respeto cristiano.
Las mujeres, que se
sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer,
así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo.
Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos
en todo.
Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a su Iglesia.
Él se entregó a sí mismo
por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y
para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia sin mancha ni arruga ni nada
semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus
mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse
a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento
y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso abandonará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne».
Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la
Iglesia. (Ef 5, 21-32)
Sé que entraña una
más que posible interpretación misógina, y que el mismo Pablo comprende que se
ha hecho un lío; por eso termina con esa última frase, que, en lugar de
aclarar, lo lía aún más. Pero su pensamiento en muy otro, justamente en la
línea de Jesús y del Evangelio: ya no hay diferencia entre las personas, no es
admisible una segregación o distinción por razón de raza, sexo o condición;
todos y todas somos iguales; y si hay alguna jerarquía entre los seres humanos,
sea la del servicio. O sea, a los pies de la otra persona, una jofaina y una
toalla.
Por eso, cada vez que
estoy en condiciones de hacerlo y se utiliza este texto de San Pablo, digo
algunas palabras para poner algún punto sobre alguna i, que no me gusta dar la
callada por respuesta. Si la asamblea, al terminar su lectura, ha de responder
con el ritual “Palabra de Dios”, no puede ser que se diga como una rutina más
o, que también ocurre, que alguien musite, eso sí muy por lo bajo, “Esto no es
Palabra de Dios”.
Y es que ayer lo pude
experimentar. Terminada la lectura, percibí que bastantes caras no movían los
labios, y en más de una que lo que recitaban era algo más largo que las simples
tres palabras del ritual. Así que al terminar la Eucaristía me permití una
explicación. Y fue más o menos así: No me escandaliza que tras esta lectura
de San Pablo algunas personas no abran la boca para proclamar la alabanza a la
Palabra escuchada; tampoco que otras decidan abrirla para expresar su rechazo o no reconocimiento. Entiendo que se sientan heridas por una mala
explicación o catequesis sobre el pensamiento cristiano de San Pablo. Lo que sí
me escandaliza es que tras más de dos mil años de historia eclesial siga
habiendo no sólo falta de una buena aclaración sobre este particular, sino
actitudes y maneras de pensar abiertamente a favor de un machismo y una misoginia que no sólo
no están en el Evangelio, sino que aparecen claramente erradicados en el
comportamiento de Jesús y en su predicación. No pertenecen al pensamiento
cristiano. Ese machismo no sólo se debe a quien lo ejerce, sino también a quien
no lo combate. Aquí quien calla, sí otorga.
En fin, no fueron
estas las palabras exactamente, porque las quiero recordar ahora tras decirlas
ayer por la mañana de manera improvisada, y no lo consigo. El caso es que al
salir va y me dice alguien si te habrán o no entendido. Me encogí de hombros y dije ni
me importa ni me preocupa. Pero una tercera persona terció diciendo de sobra se te ha
entendido… quien lo haya querido por supuesto; quien no, seguirá igual que
siempre.
Y es que hay mucho
machismo en nuestra Iglesia. También en la sociedad, a pesar de los logros y
avances. De modo que no vale eso de mirar a un lugar más que a otro. Y ese
machismo no está sólo en los varones, también hay mujeres que lo mantienen e
incluso lo alimentan.
San Pablo no lo es,
machista, ni su pensamiento lo delata, ni tampoco sus escritos. Hay textos
suyos confusos o farragosos que han dado pie, es cierto. Pero nada que una buena
catequesis no pueda aclarar.
Coincide en esto
mismo un teólogo serio, que tiene un blog y trata de ello: Xabier Pikaza Ibarrondo. Se
puede leer su largo comentario y discurso explicatorio. A mí me vale con poner
un comentario que le hace una tal Emilita, que vale su peso en oro. Es éste, y
lo copio sin pedir permiso, que yo en aquel foro no intervengo activamente,
sólo como simple lector:
Las
metáforas las carga el diablo, dice la sabiduría popular. Y este es un ejemplo
ejemplar. Cuando un texto (sea del orden que sea) necesita tanta explicación,
tanto cambio de gafas, tanta interpretación para ser entendido, y aún así no
llegamos a un consenso...es que algo no funciona, ni siquiera en la mente del
que lo produce. Hay aspectos en el Cristianismo que más parecen paulinos que
"cristianos" con lo que esta afirmación conlleva. La exégesis y la
catequesis se han inclinado descaradamente a lo largo de 2000 años de historia
por los aspectos más patriarcales y sexistas, más machistas y dolorosamente
desiguales del texto y ¡aquí estamos!, con la mejor voluntad del mundo
queriendo cambiar el sentido del texto, cierto, pero terminando siempre en el
mismo punto: la asignación de un papel salvífico. Lo peor del texto, con mucho,
es que para darle desde nosotros un sentido de igualdad, hemos de retorcerlo
(invertirlo, en palabras de Xabier) y a la vista está lo difícil que resulta,
dado el tiempo que ha durado la primera interpretación.
Es más, el lamento de Graciela, sobre el "desbarre" que en sus comentarios han hecho los varones intervinientes, sólo muestra la incapacidad y trivialización casi jocosa con la que algunos hombres se acercan al texto, preciosa y documentalmente tratado por Xabier. Me conduelo contigo, Graciela, pero no tanto por la ausencia de féminas en estos comentarios, sino por el modo como los varones del siglo XXI hablan y disertan del tema (yo misma hubiera pasado missin por una tertulia tan superficial y casi casi insultante). Pero entiendo que en este punto la teología cristiana que sale de Roma no ha superado aún las viejas lecturas. Es más, creo que como dice Xabier no lee bien el Evangelio. Si eso hiciera, al identificar al Varón con Cristo, habría situado al hombre arrodillado ante la mujer, lavándole los pies en gesto de servicio amoroso.
Es más, el lamento de Graciela, sobre el "desbarre" que en sus comentarios han hecho los varones intervinientes, sólo muestra la incapacidad y trivialización casi jocosa con la que algunos hombres se acercan al texto, preciosa y documentalmente tratado por Xabier. Me conduelo contigo, Graciela, pero no tanto por la ausencia de féminas en estos comentarios, sino por el modo como los varones del siglo XXI hablan y disertan del tema (yo misma hubiera pasado missin por una tertulia tan superficial y casi casi insultante). Pero entiendo que en este punto la teología cristiana que sale de Roma no ha superado aún las viejas lecturas. Es más, creo que como dice Xabier no lee bien el Evangelio. Si eso hiciera, al identificar al Varón con Cristo, habría situado al hombre arrodillado ante la mujer, lavándole los pies en gesto de servicio amoroso.
Y eso,
querida mía, es "demasiado" para una sociedad donde a cardenales,
obispos y Papas hay que besarles el anillo e inclinar la cabeza.
Creo que
ya en sus inicios quedó abortada aquella bendita y maravillosa actitud de un
Cristo que se rodeaba de mujeres y dándoles la mano las levantaba a los ojos de
todos para hacer de ellas discípulos del Evangelio. No se distingue nuestra
Iglesia romana precisamente por el sentido de igualdad entre hombre y mujer.
Hemos tenido que esperar a que la fuerza de un feminismo secular haya sacudido
los cimientos de la sociedad contemporánea, para conseguir al menos acceder a
la cultura, la política, las finanzas...mientras se nos sigue resistiendo el
aspecto religioso, fundamental, porque tiene en sí el "sentido" de
todos los demás. Y corto y cierro, porque de lo escrito aquí por los varones
ilustres que intervienen, no merece la pena hablar. Para hablar de sexo, están
los programas de la tele.
La Iglesia tiene
muchos defectos, y muchos demasiado gordos. Pero el mal no está en sus
principios, sino en su desarrollo, que para eso está encarnada en la humanidad
de sus miembros. Que a nadie se le ocurra decir para ese viaje no se necesitan
semejantes alforjas, porque la mochila se la hemos colocado entre todos a la acémila,
y ya de paso a lo largo de la historia, y hoy también, en su interior hemos ido
introduciendo piedras que de nada sirven y pesan mucho, demasiado.
En fin, que terminé
mi perorata cambiando la pregunta clave del evangelio del domingo «¿También
vosotros queréis marcharos?» por esta otra que me pareció que quedaba bien y no
era mentira aunque no conste que Jesús la pronunciara: “¿Por qué seguís aún aquí
si tergiversáis de tal manera mis palabras?”
Pero bien pudo
ocurrir que yo no me explicara, o que no se me entendiera.
Pues, Míguel, entre tu explicación y la de Emilita el que no entienda es que no quiere entender y, ¡ay!, sobre eso no hay nada que hacer. Esta iglesia católica escandaliza cada vez más a quienes, desde dentro o desde fuera, estamos en la onda que habéis expuesto Emilita y tú y eso es lo que a mi me tiene perpleja. Esta iglesia se asemeja más a los culebrones de Hollywood sobre los Borgia que a la predicada por Jesús de Nazaret. Está tan viciada y tan entreverada de lo más abyecto de "lo que es del César" que no se puede aguantar. Por eso los que aún permanecéis en ella en plan resistencia activa vocacional, sois mis héroes. Yo soy muy práctica: si un "instrumento" no funciona para conseguir los fines para los que se "creó" pues hay que cambiarlo y si se resisten, yo me voy, conmigo que no cuenten, porque para sufrir ya están los desastres naturales y los provocados por los gobernantes incompetentes, no es menester echarse a la espalda más frustraciones y más peleas.
ResponderEliminarAsí pienso en esta materia, diga San Pablo lo que quiera, se lió el hombre, pero los hay ahora que, ¡válgame dios!, no atinan ni por casualidad, por ejemplo el portavoz de la conferencia episcopal, el lumbrera meapilas ese. ¡Qué cruz oírle! (escucharle ya ni lo pienso, por supuesto).
Bueno, que yo también me voy por las ramas. Besos y p'alante hasta que el cuerpo aguante ¿no?.
Oiga usted que Pablo de Tarso vivia en una epoca diferente a la nuestra, es como discutir si en aquellos tiempos se comia helado o no. Cuanta estupidez anda suelta y pensar que algunos con sotana cobran por decir "mis feudos" y creerselo.
ResponderEliminar"Pero nada que una buena catequesis no pueda aclarar." Estas palabras me han hecho recordar el libro de Jung Chan "Cisnes Salvajes" y los métodos maoistas de reeducación para disidentes, en resumidas cuentas una buena catequesis. Una pena pero visto lo visto, visto para sentencia. http://www.liberalismo.org/articulo/60/16/infierno/estuvo/
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