Hay que tener,
además, poder para imponerla. En caso contrario, sin fuerza suficiente, la voz
que la proclama se perderá en la desatención, la indiferencia o en el silencio.
Por supuesto que
hacen falta profetas. Es necesaria su denuncia, su queja, su exabrupto cuando
sale de unas entrañas doloridas y de una fe que se rebela contra el sinsentido,
el abuso de los poderosos, y/o el desorden ético y moral.
Es verdad que ellos,
y ellas, nunca han conseguido mover directamente la historia. Apenas recordamos
a unos pocos, el resto quedó en el olvido. Pero quienes escucharon sus palabras
y sintieron que estaban heridos en su dignidad o estimulados y enardecidos en
su pusilanimidad, empujaron y empujaron y algo consiguieron mover esta pesada mole
que es la humanidad y su destino.
Difícil, muy difícil,
lo tienen los profetas. Sólo tienen convicciones, creencias y voz. La verdad
que pregonan les ha de ser reconocida para que tenga validez. Y sin poder, y en
contra del poder, como que no.
Tienen razón en este
comunicado los de la Alianza Evangélica Española. ¿Les escucharemos? ¿Servirá
de algo su denuncia? ¿Conseguirán contagiar su voz a otros colectivos e
instituciones que sí poseen el poder necesario para influir en la sociedad?
Porque lo he leído,
porque creo que denuncian lo que está peor que mal en nuestro sistema
democrático, porque desearía sumarme y así hacer más fuerza… lo copio y lo
ofrezco:
Alianza Evangélica Española
Comunicado de prensa
Madrid, 16 de julio de 2012
Ante las medidas anunciadas el pasado
11 de julio por el gobierno español ante el Congreso, en respuesta a la dramática
situación de déficit en las cuentas públicas, queremos exponer como Alianza
Evangélica Española.
1.- La grave situación de nuestro país
es incuestionable: una recesión económica sin visos de inflexión inmediata; una
tasa de desempleo que se acerca al 25%; una persistente desconfianza de los
inversores; un sistema financiero sometido a la escrutadora revisión externa,
por la evidente falsedad en las cifras publicadas por muchas de las entidades;
una dependencia agónica de los fondos y medidas europeas... Y a todo eso hay
que añadir una deuda pública que ningún inversor está dispuesto a adquirir, si
no es a precios imposibles de pagar.
2.- Por todo ello es indiscutible
que nuestra clase política –en las diferentes administraciones públicas, en las
que casi la totalidad del espectro político tiene finalmente responsabilidad-
debe tomar medidas que corrijan una situación insostenible, pues la falta de
decisiones tan solo nos conduciría a la quiebra como país.
3.- Pero partiendo de esta situación de
necesidad, es preciso que como ciudadanos –y más como cristianos- analicemos
el enfoque y objetivo de tales medidas, así como los principios éticos que
denotan las actitudes, prioridades y argumentaciones que llevan a tales
decisiones.
3A.- En los últimos dos años y medio, la
gestión de la crisis ha sido abordada por dos administraciones de distinto
signo político, pero en todas las medidas adoptadas se ha reproducido un mismo
enfoque: cargar el esfuerzo en la parte más débil y desprotegida de la sociedad.
La rebaja –cuando no la supresión directa-
de las ayudas a parados y dependientes. Las sucesivas subidas del IVA, que
empobrecen aún más a la población con menos recursos, por la propia naturaleza
del impuesto. La progresiva disminución de recursos en la atención sanitaria pública,
que ha disparado las listas de espera y disminuido el grado de eficiencia. Las
congelaciones y reducciones de pensiones, que añaden vulnerabilidad a cientos
de miles de ancianos muchos en situaciones límites o precarias. Las reiteradas
mutilaciones salariales y de condiciones laborales a los funcionarios... Y en
todas esas medidas han participado – por pasividad o activamente con su
refrendo- prácticamente todas las fuerzas políticas casi sin distinción.
3B.- Pero lo auténticamente dramático
es el sentimiento, cada vez más arraigado en la población, de estar sufriendo
estas medidas por la irresponsabilidad de una casta política que vive alejada y
de espaldas al pueblo al que debería servir.
Un país lo que difícilmente puede
entender, asumir y sufrir, es la permanente falta de ética en el ejercicio de
la función pública por los gobernantes. Porque en su ejercicio del poder vienen
abusando constantemente de los fondos públicos a su alcance, con su permanente
e irresponsable recurso al endeudamiento, permitiendo que muchas administraciones
deban miles de millones de euros por compras y servicios nunca pagados o
utilizados. Porque se han instalado en la hipocresía y la falacia,
descalificando hoy al contrario para mañana hacer exactamente lo mismo. Y de
nuevo en todo esto no queda prácticamente formación política que se libre. El
problema está instalado en nuestro propio estilo de vivir y ejercer la democracia.
3C.- Vivimos una cultura de soborno político
permanente. Entre las muchas instrucciones de orden social que Dios dio a su
pueblo en tiempos de Moisés, encontramos una de tremenda actualidad para
nuestro presente como nación: ‘No tomes soborno, porque el soborno ciega la
sabiduría y pervierte la justicia’ (Deuteronomio 16:19). En nuestro
país hemos institucionalizado el soborno como forma propia de gobierno y
administración de los asuntos públicos.
Porque soborno es la proliferación de
cargos de confianza política, multiplicados por miles en todo tipo de
administraciones, organismos y empresas públicas. Cargos que suponen miles de
millones de euros anuales, pero que nadie siquiera cuestiona. Para nuestros políticos
parece más fácil recortar prestaciones y coberturas sociales a los más
desprotegidos, antes que perder todos esos destinos, con los que poder usar el
dinero público para sostener a los ingentes cuadros de los partidos políticos.
Soborno es un sistema parlamentario, autonómico
y municipal que impide el voto personal en conciencia, obligados todos a la
disciplina partidaria bajo la sanción económica y al “no salir en la foto”.
Ese soborno institucional como modelo
de ejercer la función pública es el que nos ha llevado a la actual situación,
en la que los políticos muestran serias carencias de responsabilidad política y
moral frente a la sociedad.. De ese modo pueden usar inmoral e ilegalmente los
fondos públicos, con la seguridad de que sus compañeros cubrirán, justificarán
y aún premiarán su proceder (el partido que esté libre de este pecado, que tire
la primera piedra). Esa carencia ética es la que permite que el consejo de
administración de la segunda caja de ahorros firmase unos falsos beneficios,
para finalmente descubrir unas pérdidas de unos 25.000 millones (consejo
formado por representantes del PP, PSOE, IU, sindicatos y organizaciones
empresariales, todos ellos responsables con sus firmas). España es uno de
los países que más políticos tiene por número de habitantes del mundo y esto se
ha constituido en la práctica habitual para que los partidos financien y
sostengan a sus propios cuadros, convirtiéndose la clase política en una
institución en sí misma, que parece tener por principal finalidad el
perpetuarse.
Mantener una deplorable disciplina
presupuestaria en muchas autonomías y gobiernos locales, mientras esas mismas
administraciones recortan prestaciones sociales a la población. Favorecer
amnistías fiscales para los defraudadores (repetidas por los dos partidos
mayoritarios en sus gobiernos) mientras se penaliza a quienes cumplen la ley.
Mantener subvenciones por decenas de miles de millones a actividades privadas,
que deberían ser sufragadas por sus seguidores (partidos políticos, sindicatos,
Iglesia Católica), mientras se recorta el gasto en educación, investigación,
sanidad y lucha contra la pobreza... Nuestro día a día está lleno de evidencias
de una pérdida de ética en las prioridades y en la toma de decisiones.
La historia nos cuenta que a finales
del Siglo V AC, en tiempos del imperio persa, Nehemías fue nombrado gobernador
de Jerusalén para abordar su reconstrucción tras largos años de devastación,
ruina y miseria. Su modelo de gestión pública es un reto permanente: ‘Desde el día
que me mandó el rey que fuese gobernador... ni yo ni mis hermanos comimos el
pan del gobernador. Pero los primeros gobernadores que fueron antes de mí
abrumaron al pueblo tomando de ellos gravosos impuestos, y aun sus criados se
enseñoreaban del pueblo. Pero yo no lo hice así, a causa del temor de Dios... porque
la servidumbre de este pueblo era grave’.
España necesita profundas y drásticas
reformas estructurales, pero sin duda la más necesaria tiene que ver con el
modo en que nuestros políticos entienden la función pública. Si no les mueve a
recapacitar el temor de Dios, esperemos que al menos lo haga la gravedad de la
servidumbre de su pueblo.
Amable Morales, Presidente
X. Manuel Suárez, Vicepresidente
Jaume Llenas, Secretario general
Pedro Tarquis,
Portavoz
al menos la minoría protestante española ha dado su punto de vista y sin miedo
ResponderEliminarY así es. y además te diré que Pedro Tarquis es médico de "mi hospital", jefe de urgencias durante un tiempo, es un gran tipo. Muchos lo llamaban "raro" porque era ético en su manera de conducirse y, quizá, porque no tragó con ruedas de molino en algún momento.
ResponderEliminarPues tomen nota los católicos romanos; vergüenza le debería dar a Rouco y sus adláteres pero claro ¿cómo va a cuestionar las medidas de la panda de meapilas que son los de la derecha de este gobierno? Si además no les ha tocado ni de refilón lo de apretarse el cinturón y hacer sacrificios, les dan TODO lo que les daban, ¡¡¡qué más pueden pedir!!!, por dios. Ellos sólo montaban espectáculos callejeros con las leyes sociales del gobierno Zapatero pero con la degradación absoluta a la somete este gobierno a los seres humanos más necesitados de este país llamado España, nasti de plasti.
La mediocridad absoluta nos invade en todos los órdenes, ¡cuándo petará ésto, por dios!
Besos