Los pies


Montes Atilanos

Con ellos vamos haciendo camino donde no lo hay, o recorremos el que ya está marcado por el paso del tiempo y de los peregrinos. Los pies del caminante van dejando huella de su paso, lo mismo que sus manos, que su todo.
Esto no lo supe hasta que visité un enclave misterioso de mi tierra castellana: el Valle del Silencio.
Al borde del Camino de Santiago, entre Astorga y Ponferrada, un pequeño valle ya sobado por las hordas romanas en su desmedido afán por el oro de las Médulas, fue posteriormente convertido en un enorme cenobio por peregrinos que al ir o al volver se asentaron allí para terminar su periplo vital y religioso en el recogimiento, el trabajo y la plegaria. Así nació la Tebaida Berciana.
¡Ah, los pies que abren trochas en el bosque, que marcan senderos entre las peñas, que hacen caminos en lo profundo de los valles!
Dos años hace que me hicieron fijarme en las manos. Ahora quiero yo señalar los pies. Hay que tenerlos, y bien ejercitados, porque este valle merece la pena recorrerse caminando; en solitario o acompañado, no importa; calladamente, eso sí, para escuchar el viento, las aves, el agua del arroyo o de la fuente, el mecerse de las ramas y nuestros propios pasos sobre los guijarros del sendero.
Si ocurriera que te apeteciera visitarlo, sírvate este reportaje fotográfico como adelanto de lo que te espera.



Créeme si te digo que es lo mejor que tengo para ofrecerte en el día del Señor Santiago.

2 comentarios:

  1. Una maravilla de lugar. Gracias en el día del Señor Santiago. Un saludo.

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  2. Me ha parecido una magnifica crónica en imagenes para este dia.
    Gracias por este ofrecimiento que gustosamente he recorrido.
    Un abrazo fuerte.

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